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Chile, nueve años de dictadura

"Todas las leyes que dicta la tiranía van contra los trabajadores"

Tiene 83 años, escasos dientes, barba blanca, largos cabellos y toda una vida dedicada a la lucha sindical en Chile. Hoy es prácticamente intocable, pega en las ventanas de su casa fotos de Salvador Allende con la inscripción "Héroe y mártir" y los carabineros del régimen de Pinochet le piden, amablemente, que las retire "porque algunos vecinos protestan". Clotario Blest se inspira en Cristo, en Gandhi, en Martin Luther King y no ahorra críticas en público y por escrito a esta "dictadura militar que atropella todos los derechos políticos y sindicales".Rodeado por algunos de sus jóvenes colaboradores, que tienen algo de discípulos, Clotario Blest declaró a EL PAIS en su casa de Santiago de Chile, donde convive con docenas de palomas, que "yo soy un sindicalista de 'marca Polonia', independiente de todos los partidos políticos".

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El sindicalismo chileno ha desaparecido de hecho hoy día, asegura Blest, porque "todas las leyes que ha dictado la tiranía, o Junta Militar, han ido dirigidas contra los trabajadores". Clotario Blest, con sesenta años de actividad sindical, cree que una gran central obrera, sin distinción de colores políticos, será la única forma de resolver la penosa situación que viven los trabajadores chilenos. "Sólo la unidad nos podrá salvar".

Ha estado en la cárcel muchas veces, especialmente cuando era presidente de la Central Unica de Trabajadores (CUT), que él fundó en 1953. Fue entonces cuando le dedicaron unas largas décimas populares, que comenzaban así: "Don Clotario, hombre de acción / que se encuentra detenido, / delincuente nunca ha sido; / no merece la prisión...".

Reliquia nacional

Hace unos años se encadenó en la puerta del Congreso, para sumarse a las protestas de familiares de desaparecidos durante la represión que siguió al golpe de Estado de 1973. "Llegó la policía y detuvieron a todos, menos a mí. Yo protesté y les dije que me llevaran a mí también y, ¿sabe lo que me respondieron?, que a mí no me tocaban porque yo era una reliquia nacional".Clotario Blest no sale de Chile, pese a que recibe ínvitaciones frecuentes, porque teme que luego no le dejen entrar. "No me exilé cuando el golpe de Estado porque no podía dar ese ejemplo a los trabajadores", afirma. En 1977 le asaltaron y robaron su casa. Los ladrones se llevaron maquinas de escribir, documentos y más de quinientos libros. Sabe que alguien preguntó por él al general Pinochet, y que éste respondió: "Es un romántico y un místico". Y comenta divertido: "Bueno, ser un romántico y un místico no es un crimen, ¿no?".

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Piensa Blest que el marxismo es una doctrina materialista que ha fracasado, pero su movimiento, de carácter espiritual, no considera enemigos a los marxistas. Se declara católico y cree que el papa Juan Pablo II está desarrollando una tarea extraordinaria "como buen polaco". La Iglesia católica chilena, subraya, está haciendo una magnífica labor frente a la dictadura".

Candidato en varias ocasiones al Premio Nobel de la Paz, Clotario Blest era amigo de Ernesto Ché Guevara, como atestiguan las fotografías profusamente distribuidas por el destartalado salón. El Ché estuvo con él en Chile poco antes de partir hacia Bolivia, donde encontraría la muerte. "Todos los grandes hombres, los que predican el hombre nuevo mueren violentamente: Cristo, Gandhi, Luther King, Ché Guevara...", comenta con amargura.

El reciente asesinato de Tucapel Jiménez, dirigente del sindicato Unión Democrática de Trabajadores (UDT), le confirma en su tesis. "Mataron a Tucapel Jiménez porque predicaba la unidad entre los trabajadores. La orden vino de arriba y lo mataron porque el régimen militar sabe que, si se logra esa unidad, se cae de espaldas sin que haya que disparar un solo tiro, con la no-violencia activa", afirma.

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