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XXX Festival Internacional de Cine de San Sebastián

El actor Franco Nero, con tres películas en el certamen, no evitó el aburrimiento de 'Campanas rojas'

ENVIADO ESPECIALSi alguien deambula estos días por San Sebastián con motivos sobrados ese es el actor italiano Franco Nero. Ni más ni menos que en tres películas -dos en la sección oficial, Querelle, de Fassbinder, y Campanas rojas, de Bondartchuc, y una en la de nuevos realizadores, Grug, de Francesco Laudano- interviene este actor, que comenzó con mucho brío hace veinte años, luego bajó su listón a un rasero casi impresentable, y ahora emerge de nuevo como ex galán frustrado y con una punta de dureza que le da más credibilidad física que antaño.

Un filme elefante

Pues bien, este participante a tres bandas, que llegó a San Sebastián hace unos días con aire de perdonavidas, debió atravesar anteanoche las fronteras de su hígado, porque ayer se durmió y acudió a la conferencia de Prensa con tres horas de retraso y no encontró lógicamente auditorio alguno a quien escupir su resaca.

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Ciertamente, Franco Nero no lo hubiera pasado demasiado bien en el interrogatorio, porque sus tres películas no son nada del otro mundo y la de ayer, Campanas rojas, una kilométrica producción mexicana, dirigida por esa apisonadora rusa que es Sergei Bondartchuc, especialmente pesada. Las gentes del festival, a quienes ya se les derrumba mesillas abajo la mirada, difícilmente pudieron mantenerla erguida ante tal filme elefante, sin que ni el estímulo de Ursula Andress en cueros consiguiera elevar un poco el bajo tono vital en que el Festival está ahora hundido. En la mañana de ayer, en la oscuridad del Victoria Eugenia, se oyeron los primeros ronquidos.

El hecho de que Franco Nero sea ahora mismo el asteroide en jefe del festival es para éste un asunto grave. Y más aún si añadimos que anteanoche fue elegido, no se sabe por qué ni por quiénes, con el título de mister bombón otro actor italiano tan indigerible como Fabio Testi.

Mientras tanto, la actriz Glenda Jackson, protagonista de Giro City, filme británico de Karl Francis, fue convocada y rehusó, como rehusaron Philippe Noiret, Klaus Kinski y otros actores y actrices que sí hubieran despertado de veras a la dormida concurrencia.

Mal día, pues, este sábado, antesala de la clausura de hoy. Joan Fontaine al fin salió de su silencio y se ha manifestado como una señora delicada, con tono algo monjil, amable y todavía con un lustre inesperado en su famosa mirada de niña asustada. Hoy será su día.

El despertar del cine argentino

Ayer, en cambio, fue el día de los latinoamericanos, y en especial de la pequeña delegación argentina, cuya consideración ha subido por ensalmo tras ese despertar de su cine que hemos podido detectar tras las proyecciones de Plata dulce y Volver, de Fernando Ayala y David Lipszic, respectivamente. Se marcharon a Francia, donde se proyectaban dos filmes de su compatriota Astarain, en el marco del Festival de Cine Ibérico y Latinoamericano, que se celebra entre el 21 y el 26 de este mes en Biarritz.

La coincidencia de fechas con San Sebastián y el temario monográfico hispano del Festival de Biarritz hace pensar que es fácil y deseable una coordinación de actividades y un trasvase de materiales de trabajo entre los festivales de estas dos ciudades, tan cercanas en tantos aspectos.

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