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Reportaje:

Los trofeos de guerra de los militares argentinos

Los objetos conseguidos por el Ejército argentino en su lucha contra la guerrilla se exhiben en una especie de museo de los horrores que recuerda la victoria sobre "el enemigo apátrida"

Es una construcción de una sola planta y apenas trescientos metros cuadrados, y está en el Campo de Mayo, una gigantesca base militar situada a unos treinta kilómetros de Buenos Aires. Se inauguró en septiembre de 1978 y la orden fundacional, que puede leerse en una pared, es suficientemente explícita cuando habla de que este museo, "recuerdo de presencia, coraje y martirologio", perpetuará la victoria sobre "el enemigo apátrida y traidor y, para que no se olvide jamás, quede en Campo de Mayo la prueba de su escarmiento"."Sí, este museo se hizo para no olvidar. Aquí vienen los niños de los colegios para saber cómo fue esa guerra". El coronel, de apellido vasco -"vascofrancés", especifica-, no quiere que se publique su nombre, "porque estamos en operaciones". La flota británica está acercándose a las Malvinas y el enfrentamiento armado parece ya inevitable.

"A la patria la ataca igualmente el enemigo inglés que el comunismo internacional. Pero los dos se equivocan, los comunistas pretenden imponernos un imperialismo ideológico. Pero aquí no se saluda con el puño cerrado; aquí, en Argentina, se toma mate, se come asado y se tira de cuchillo cuando es preciso. Que no nos vengan con esas mierdas. Los británicos tratan de mantener vivo un colonialismo decadente, fuera de época, y nos menosprecian, se creen que somos salvajes con plumas".

Los méritos de Menéndez

El coronel muestra complacido las panoplias y las mesas donde se exhiben, cuidadosamente alineadas, cientos y cientos de armas confiscadas al enemigo. Numerosos gráficos y cuadros, realizados sin duda por la cuidadosa mano de un soldado de reemplazo, recuerdan las víctimas del terrorismo o explican con detalle la organización y estructura de los grupos guerrilleros derrotados: Montoneros, Ejército Revolucionario del Pueblo, PRT, PCMLA...Dos maniquíes visten el uniforme de la guerrilla cuando se intentó crear una zona liberada en la provincia de Tucumán. El general Mario Benjamín Menéndez, el hombre que rendirá las Malvinas a los británicos el 14 de junio, era entonces el coronel jefe de operaciones en Tucumán y se apuntó allí buenos méritos en su hoja de servicios.

En una pared, cuidadosamente enmarcado, puede verse el título de "Contador público y perito partidor" de Mario Roberto Santucho, el líder del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), muerto en un enfrentamiento en las afueras de Buenos Aires. "Allí cayó también el mayor Leonetti, que da nombre a este museo". Los muertos por el terrorismo se detallan en un cuadro cercano: 353 policías, 117 miembros del Ejército, 38 de la Fuerza Aérea, once de la Armada, 1.112 civiles. El año con más víctimas fue, precisamente, el del golpe militar que derrocó a la viuda de Perón, 1976, cuando murieron 646 personas. Luego las estadísticas muestran un descenso radical desde los 181 muertos en 1977 a sólo una docena en 1979, año en que "la subversión es totalmente erradicada". La guerra ha terminado.

¿Las bajas sufridas por el otro bando, por la subversión? "No sabemos". El coronel dice que eso, el número de muertos y desaparecidos, es lo único que parece importarles a los norteamericanos y a los suecos, que no preguntan por estas otras cosas. Y señala fotografías de cadáveres destrozados por las bombas, de cuerpos acribillados a balazos. "Sólo les interesa saber cuántos asesinos han muerto o desaparecido. La mayoría son autoprófugos, o se han suicidado, o quién sabe".

Hay en el museo una pequeña cárcel del pueblo reproducida con lujo de detalles. Y también una cárcel móvil, especie de baúl transportable en un coche. Más allá destacan las ingeniosas máquinas lanzapanfletos y un lanzagranadas soviético RPG-7 capturado a los Montoneros. Hay muchas armas de fabricación casera, una bandera vietnamita y una pequeña camioneta que ocultaba una emisora de radio con la que se interferían los canales de televisión. El palo de fuego, una especie de lanzagranadas artesanal utilizado por la guerrilla, ocupa un lugar destacado en este singular museo de los horrores.

Montones de libros

La discoteca, la hemeroteca y la biblioteca marxistas pueden también contemplarse allí. Grabaciones de discursos de Fidel Castro, cantos revolucionarios, La Internacional. Periódicos de los grupos guerrilleros, un ejemplar de La Causa Peronista del 3 de septiembre de 1974, en el que Mario Firmenich, el líder montonero, y Norma Arostito cuentan cómo juzgaron y ejecutaron al ex presidente general Pedro Aramburu. Y libros, montones de libros agrupados bajo el epígrafe "bibliografía marxista". Lenin, Marx, Che Guevara, Stalin, Poulantzas, Art Buchwald... ¿Art Buchwald? Sí, Hijos de la gran sociedad, de Art Buchwald. El gordo y sarcástico humorista norteamericano se partiría de risa en su querida tienda de tabaco de Georgetown si se enterara de quiénes son sus compañeros de estantería en esta peculiar biblioteca.En un panel se expone la historia de los grupos subversivos en Argentina. Otro recoge la evolución de las doctrinas subversivas. Es un curioso árbol genealógico que empieza en Marx y se va abriendo hasta llegar a Fanon, Erich Fromm, Herbert Marcuse, Regis Debray y la seudo intelectualidad occidental.

El coronel, que se indigna ante el hecho de que Debray pueda ser hoy día consejero para Latinoamérica del presidente francés, tiene muy claro su esquema ideológico y no vacila en explicarlo: "La subversión es el ataque organizado al orden natural creado por Dios. Todo lo que va contra ese orden es subversivo. Puede ser subversión política, religiosa, rnoral; puede tener muchas formas, pero al final es la sustitución de Cristo por la acción demoniaca...".

Mientras acompaña a los periodistas hasta el coche, el coronel se declara optimista sobre el curso de la inminente guerra contra el Reino Unido, pese al respaldo que dan a Londres los norteamericanos. "Nosotros no podemos aceptar ayuda de la Unión Soviética, porque es un país materialista y que no cree en Dios". Afuera, los campos de entrenamiento, los edificios, los paseos, las carreteras de este gigantesco campamento que es Campo de Mayo resultan extrañamente vacíos. Regimientos enteros de los aquí acuartelados han sido trasladados al sur del país en vísperas de la guerra.

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