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La guerra en el Atlántico sur

Juan Pablo II pide por la paz y los 'desaparecidos' tras su llegada a la capital de la República Argentina

Juan Arias

, ENVIADO ESPECIAL, Juan Pablo II lanzó ayer, al llegar a Buenos Aires, bajo una borrasca de agua y viento, un fervoroso llamamiento en favor de la paz y pidió a todas las naciones en guerra que recurran a la negociación para resolver sus conflictos.

Eran las nueve de la mañana y parecía de noche. El cielo era de plomo. En los últimos segundos del aterrizaje del DC 10 de Alitalia se desencadenó repentinamente una tormenta que hizo tambalearse fuertemente al avión papal, que se inclinó con un golpe de ala hacia la derecha. Los radiocronistas que estaban transmitiendo en directo la llegada del Papa pidieron espontáneamente oraciones para que Dios salvara la vida del Papa. El Papa bajó del avión con el solideo en la mano para que no se lo llevara el aire. Se postró a besar la tierra argentina. Lo hizo esta vez con un gesto más largo y profundo que en otras ocasiones. Delante de él estaba, en pie, el presidente, general Galtieri, que tenía a su lado a los ministros de Marina y Aviación. Cuando el Papa se levantó lo saludó en tres tiempos: primero con el saludo militar; después, quitándose la gorra, y por fin, doblando la rodilla derecha para besarle la mano.No hubo, como no había habido tampoco en Londres, ni salvas de cañón, ni revista de tropas ni himnos nacionales. Ya en su primer discurso Juan Pablo II desarrolló el tema que había anticipado durante la parada de una hora en el aeropuerto Galeón de Río de Janeiro, desde donde lanzó a toda América Latina una llamada a la paz y a la reconciliación e hizo una condena muy explícita de la guerra.

Después de haber indicado que su visita "se colocaba por encima de toda intencionalidad política" y que deseaba ser sólo "un viaje de paz, de reconciliación y de esperanza", pronunció, sin embargo, palabras muy duras: "El espectáculo triste de pérdidas humanas, que sufren la guerra", dijo el Papa, "me hace pensar con profunda pena en la estela de muerte y desolación que todo conflicto armado provoca siempre".

Y también, al final de su primer discurso en el aeropuerto, pronunció la frase que tanto esperaban las madres de los desaparecidos, que ayer noche se congregaron en el centro de la capital para rezar juntas. Dijo el Papa que pedía, al llegar a Argentina, por las víctimas de la guerra y los huérfanos, como también "por la incertidumbre acerca del destino de algún ser querido". El viento, que soplaba fuerte, impedía a veces oír la voz del Papa porque se movían los micrófonos, pero él gritaba cada vez más fuerte en un perfecto español.

En la calle, durante los treinta kilómetros que separan el aeropuerto de la capital argentina, cientos de miles de personas esperaron al Papa con increíble paciencia bajo la lluvia torrencial. Eran familias enteras. Padres y madres hacían esfuerzos para proteger de la lluvia y el viento a los niños, que se apretaban a sus faldas y pantalones.

Contra la "guerra justa"

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En la catedral, hablando a los sacerdotes y religiosos, el Papa quiso responder a las interpretaciones que algunos sacerdotes habían dado los días pasados sobre la llamada "guerra justa", llegando a afirmar que podía ser un bien dar la vida por defender la patria. Juan Pablo II les recordó de mil modos que no se debían olvidar que ellos deben ser. ante el mundo ante todo, "testigos de la reconciliacion de Cristo". Les dijo que pedía por las víctimas de "ambos bandos". Y añadió unas palabras que no estaban en el discurso oficial. Las había añadido en el avión antes de llegar a Buenos Aires.

Después de haberles hablado de la reconciliación, el Papa añadió estas palabras: "Todo esto no se opone al patriotismo verdadero. El auténtico amor a la patria", dijo, "de la que tanto habéis recibido, puede llevar hasta el sacrificio; pero, al mismo tiempo, ha de tener en cuenta el patriotismo de los otros, para que serenamente se intercomuniquen y enriquezcan en una perspectiva de humanismo y de catolicidad".

En la Casa Rosada Juan Pablo Il se encontró con el general Galtieri y la Junta Militar a puerta cerrada. No hubo discursos oficiales, pero de fuentes seguras EL PAIS pudo saber que el Papa abordó con los militares, entre otras cosas, el delicado y dramático problema de los quince mil desaparecidos.

En el santuario de Nuestra Señora de Luján, donde se reunieron ayer tarde más de medio millón de personas, el Papa pronunció un discurso de gran tensión bíblica.

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