Los Reyes y los niños
"Hay días que presentan una luminosidad especial, un simbolismo característico", había dicho el Rey Don Juan Carlos en su discurso de ayer. "Y estos 23 de abril, en los que anualmente venimos reuniéndonos en este marco de la Universidad de Alcalá para la entrega de los premios Miguel de Cervantes tienen ya un definido carácter, que bien pudiera calificarse de plenitud primaveral". El día mismo convertía la metáfora del Rey en algo literal, porque primaveral era el sol que lucía en el cóctel al aire libre.Ese era el momento en que los Reyes, el presidente y, los ministros se sometían a una curiosidad restringida pero no menos evidente. Naturalmente, había cotilleos: el Rey dedica buen número de su tiempo a charlar con esa gente que le aborda sin miedo, gente popular, personal de la Universidad. Con los Tunos. Y sobre todo, con los niños.
Las gentes más monárquicas de todos los países monárquicos son los niños. Los niños ayer esperaban al sol, junto a las vallas de seguridad de la entrada de la Universidad de Alcalá, algunos en el interior de los patios medievales del viejo centro de enseñanza, endomingados, soleados, blancos calcetines y zapatos de charol. Querían dar la mano a ese rey rubio y sonriente. Los académicos de chaqué, los catedráticos togados, algunos uniformes de viejas órdenes medievales, el Rey de civil, y muchos niños. La Reina Doña Sofía lleva un traje sofisticado y elegante, de las hermanas Molinero. La atiende el presidente del Gobierno. La ministra de cultura va de rojo Loewe: me cuentan que el precio de su traje tiene seis cifras. Rosa Chacel -en medios culturales se pide su propuesta para el próximo año- mira con ojos soñadores el sol al lado del pozo del patio. Pedro Gimferrer y Jaime Siles son esta mafíana la joven poesía admiradora de Paz. Los duques de Alba cuchichean y se ríen a un momento dado. Carlos Barral ha venido de Barcelona para el acto.
Babelia
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