Las piedras de América
La solidaridad es un seísmo. Seísmos del hombre atraviesan estos días el subsuelo de Madrid. Manifestaciones, itinerarios de lo venidero, las pasiones lineales de quienes no quieren ser alienados. El Salvador, Nicaragua, Colombia. García Márquez ha contado en este periódico cómo su muerte -nada rilkeana, nada literaria- busca por el mundo. La indignación es una patria.Tengo unas piedras que me ha traído de América Ana Belén, el otro día. Nueces minerales, ojiva natural de la piedra, anterior a la ojiva mental, gótica, que les llegó de Europa. En su. interior, las piedras, entre vitrales y genitales, tienen la pulpa dura de la espada y el óvalo materno de la América madre. El comandante Ortega declara el estado de excepción en Nicaragua. Han sido suspendidos los derechos constitucionales durante treinta días. Se dice que la CIA está apretando sus cartografías en torno del sandinismo, al mismo tiempo que Reagan anuncia una mejora bilateral de las relaciones con aquel país. El viejo y doble juego de las grandes potencias, que puede extenuar el zapatismo de Octavio Paz o el sandinismo del legendario Sandino. En América Central no hay nadie. Quizá Enrique Llovet haga realidad los trescientos millones de televidentes que se sacó el programa triunfalista. En Vietnam había vietnamitas, pero en América Central no hay nadie. Reagan no necesita emplear Travoltas ni napalm en América Central. En América sólo están las piedras de América, cantadas por Neruda y por tantos, pero Washington quiere convencer a las piedras mediante democracia manipulada. El hombre/piedra, mineral de América, es predemocrático como las piedras de América son, siguen siendo precolombinas.
Esta piedra que hoy, ahora, aquí, como prenda de nada, me ha dado Ana, la otra noche, meteorito que toco, corteza de otro mundo, pedrada que dispara con su honda, qué hondero entusiasta, americano. Costa Rica, Honduras, Guatemala. Se acusa de fraude a los electoreros. Yo diría que ya en sí el planteamiento democrático del hambre y la geología es inmoral cuando el hombre americano vive a merced de los alfabetos analfabetos de las piedras y el viento, los mares y las islas a la deriva. Ese continente sin terminar de hacer, como lo veía Hegel. El Norte quiere imponer su juego político a la llama pasmada y esbelta, al indio/feldespato de Machu-Pichu, al cóndor, al águila caudal, a los "ríos arteriales del poeta". No lo olvidemos: "Antes de la casaca y la peluca fueron los ríos arteriales". Aquí está todo el origen de la farsa. Alguien quiere sobreponer la casaca y la peluca, en un malestar grotesco y atroz, a esa América virgen que, más que virgen, ya va siendo mártir. De ahí la violencia, el malestar, el asco. Sócrates aceptó la muerte, como buen demócrata, cuando ya era viejo; había organizado este mundo y el otro y aprendía un nuevo aire de flauta en su última noche. América/ América, predemocrática y desorganizada, presocrática, más mundo en formación que Mundo Nuevo, está a siglos de la flauta de Sócrates: está en la flauta de pastor de búfalos, está en la quena andina, porque otra música no le han enseñado ni la España de hierro ni los Estados Unidos de oro. Napoleón Duarte tiene todo el esperpentismo del que se ha puesto la casaca y la peluca nerudianas antes de haber aprendido a tocar la flauta socrática de la democracia, que le falta oído para eso.
Toco esta piedra color de otro planeta, su borde de un alabastro anterior al alabastro, su interior de salitre y corazón. Es la moneda milenaria de aztecas, totecas, mayas, quechúas, que ha venido en la mano palomar de Ana, esa hondera entusiasta de los pueblos. Reagan, claro, quiere ponerles la casaca y la peluca.
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