El problema chileno
No somos partidarios de los regímenes militares. Sin embargo, ello no nos impide reconocer que, hoy por hoy, resulta objetivamente imposible seguir abrigando esperanzas políticas en el grupo de dirigentes chilenos de la Unidad Popular que se han encastillado en Moscú o en la República Democrática Alemana. La evolución histórica de los últimos años ha hecho que su posición política perdiera todo contacto fecundo con la realidad, situación que provoca un bloqueo a cualquier alternativa democrática en Chile.
A nadie pueden sorprender las declaraciones del secretario general del Partido Comunista chileno, Luis Corvalán, en las que se solidariza con el golpe militar del pasado mes de diciembre en Polonia, menos aun a quienes no nos hemos sumado a la algarabía de la propaganda sobre el tema. Pero comprendemos que ellas vienen a restar crédito a su posición de defensor de la democracia y, más grave aún, involucran a un grupo de chilenos, que viven tanto en Chile como en el extranjero, en la política de bloques que tanto daña los intereses del Tercer Mundo.
Chile no puede dividirse en dos
No es nuestra intención hacer acusaciones personales. Muchas fueron las personas con las que nos tocó colaborar en Chile antes de 1973 y que hasta ahora hemos estimado como personas honestas y bien intencionadas. Sin embargo, resulta penoso observar cómo miles de chilenos que siguieron sus directivas viven actualmente un exilio precario y doloroso, forzosamente apartados de sus familias, en tanto que los dirigentes de la "resistencia" llevan una vida de seguridad al amparo del hambre y de los trámites burocráticos. No tenemos envidia, sólo pesar y desilusión. Siempre pensamos que los verdaderos revolucionarios deben ser los primeros en sacrificarse, los que deben soportar con mayor en-
Los dirigentes de Unidad Potereza los rigores de una batalla perdida. Ahora no sabemos qué pensar y nos hemos vuelto tristes y escépticos.
¿Qué proponen los dirigentes chilenos instalados en Berlín y Moscú como salida política para el futuro de Chile? Bien sabemos, por sus declaraciones, que piden una sociedad pluralista y democrática, pero la Democracia Cristiana chilena se niega a pactar con ellos por no considerarlos independientes de la política de bloques, aunque ellos mismos sean proclives a uno de ellos. Por lo demás, ¿hay alguien que tome en serio la declaración comunista en favor de la lucha armada, tesis que los propios comunistas combatían con tanta decisión en el pasado? No se dan cuenta nuestros amigos de la Unidad Popular que la única manera de volver a instaurar en Chile una normalidad democrática es, forzosamente, el diálogo y la reflexión, sin odios, tal como ha podido demostrarlo la transición española. Tenemos la honda convicción de que Chile no puede dividirse en dos. Históricamente, su unidad e integración nacional han constituido un ejemplo en América.
La resolución pacífica y escalonada de la crisis institucional que vivimos exige que los chilenos regresen a su patria con entera dignidad, aunque sin odios ni rencores inútiles, con sentido de la realidad que les permita integrarse a la vida práctica chilena junto con todas las demás fuerzas reales del país.
pular tendrán que advertir que su postura los aleja cada vez más de los miles de chilenos que, con extraordinaria paciencia, los han seguido acompañando en una larga espera inoperante y sin horizontes.
Chile tiene un porvenir democrático, estamos seguros. Su historia lo confirma. En ese porvenir, también las Fuerzas Armadas tienen un papel importante que jugar. Desconocer este hecho es ser ciegos, o tal vez falsos idealistas, o soñadores acomodados. Es necesario introducir claridad en la actualidad chilena, sin oportunismos y con realismo. El régimen militar, sólidamente instalado, no es naturalmente proclive a hacer entrega del poder, ni siquiera parcialmente, a los dirigentes de la fenecida Unidad Popular. Sólo un proceso de integración alejado de rencores, por justificados que puedan ser en muchos casos, puede llegar a constituir algún día una alternativa al poder militar total.
En su enorme mayoría, los chilenos esperan que se curen las heridas para luchar todos juntos contra el subdesarrollo, verdadero enemigo del país. Hay momentos en que la comprensión de la realidad es la primera urgencia. Si no respondemos a ella, muchos miles de chilenos agotarán sus esperanzas y sus vidas en el exilio y en nada contribuirán a la normalización institucional del país a la justicia que deberá imponerse. Sabemos que no estamos solos en esta posición. Por ello acudimos a nuestros compatriotas y a ciertos dirigentes de la izquierda chilena, reclamándoles reflexión y realismo para asumir una actitud histórica nacional, distanciada de la lucha de los grandes bloques mundiales de poder.
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