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Reportaje:Los procesos electorales centroamericanos / y 2

La represión y la guerra civil enmarcan los comicios en Guatemala y El Salvador

Con niveles de abstención progresivos, que en 1978 rondaron el 60%, las elecciones del 7 de marzo en Guatemala tienen poco que ver con los usos de las naciones democráticas. Esta deserción masiva de las urnas se debe, en parte, a la represión. En El Salvador, las perspectivas son aún más sombrías: los comicios se van a desarrollar en medio de una sangrienta guerra civil. En estas circunstancias, la guerrilla y la izquierda -marginada del proceso electoral- barajarán el nivel de abstención, como un índice de su peso político.

Desde el golpe de Estado que en 1954 derribó al Gobierno liberal progresista de Jacobo Arbenz se han sucedido las convocatorias electorales cada cuatro años, sin que por ello el régimen guatemalteco haya logrado una convalidación internacional. Al general Romeo Lucas le bastó el 15% de los votos para gobernar el país con mano de hierro. Lo más probable es que su sucesor no llegue siquiera a esa cota.La represión desatada contra las comunidades indígenas, bajo el pretexto de combatir a la guerrilla, ha logrado, junto a otros motivos culturales, que el indio deserte en masa de las urnas, y esto significa por sí solo el 65% de la población.

Amplios sectores obreros y populares de las ciudades han seguido idéntico camino, hasta el punto de que algunas proyecciones apuntan hacia una abstención probablemente superior al 70%. Al aparato gobernante le resulta difícil llevar a las urnas a un pueblo que en 1980 pagó con 13.000 muertos, según datos de Amnistía Internacional, su oposición al sistema.

En este contexto parece inevitable que una vez más tenga que ser el Parlamento quien elija presidente entre los cuatro candidatos, ya que ninguno de éstos obtendrá la mayoría simple que exije la ley electoral. Lucas ni siquiera obtuvo el mayor número de votos en 1978, pero los acuerdos de pasillo le elevaron a la presidencia.

El apoyo del presidente anterior resulta así más importante que el propio sufragio popular, por escaso que éste sea; de ahí que el general Aníbal Guevara, ex ministro de Defensa de Lucas, parezca mejor situado que sus tres contrincantes.

Guevara, que aparece respaldado por las siglas FDP (Frente Democrático Popular), un conglomerado derechista que viene participando en el poder desde los años sesenta, significa la continuidad.

Pero, en una pirueta electoral increíble, el general se proclama como heredero de la tradición liberal guatemalteca, que tuvo su expresión más progresista en la década 1944-1954. En un tono demagógico que recuerda la campaña de Romeo Lucas cuatro años atrás, Guevara promete reformas sociales como medio para restar base social a la guerrilla.

General presidente

De cumplirse los vaticinios, Aníbal Guevara será el cuarto general que presida Guatemala de forma ininterrumpida, y nadie espera realmente que durante su mandato cumpla sus promesas reformistas de ahora.

Los otro tres candidatos, civiles, surgidos todos de la extrema derecha, han centrado su campaña en la oposicion a Guevara. Su mayor esperanza radica en el deseo de Washington, expresado aquí por el general Vernon Walters, de que sea un civil el presidente electo, como un medio de dar al régimen una apariencia más presentable.

Estas insinuaciones de Washington pueden tener efectos contrarios en un Ejército, como el guatemalteco, que por sistema ha reaccionado en contra de cualquier sugerencia procedente del exterior.

El ultraderechista Movimiento de Liberación Nacional (MLN), que capitañea Mario.Sandoval Alarcón, parece el outsider más cualificado. Se trata de un partido militarizado, que cuenta con sedes en todo el país yamplios apoyos en el Ejército. El propio Sandoval no oculta su participación en la trama golpista de 1954.

Sandoval promete una guerra sin cuartel a la guerrilla, yendo a ataques directos a los santuarios que, según él, tiene en México. La independencia de Belice es otro tema que él Miismo jamás aceptará y que, si es preciso, combatirá con las armas. En ningún caso está dispuesto a admitir que la pobreza tenga relación con la oposición armada. Se trata de dos cuestiones separadas. La guerrilla es fruto sólo de la invasión exterior cubana y nicaragüense.

La Central Auténtica Nacionalista (CAN), formada a la sombra del ex presidente Arana, postula a Gustavo Anzueto, al que se acusa de ser uno de los promotores del grupo paramilitar La Mano Blancá. Sus fórmulas son: mayor dotación al Ejército para combatir a la guerrila y privatización de todas las empresas estatales, aplicando un modelo ultraliberal de corte chileno.

Alejandro Maldonado

Alejandro Maldonado aparece al frente de la Unión Opositora (UNO), una alianza que pretende aparecer como de centro izquierda, con el apoyo de la Democracia Cristiana, partido que ha decidido entrar en la lucha electoral, en la esperanza de poder jugar algún día el papel de sus colegas salvadoreños. Alejandro Maldonado perteneció al ultraderechista MLN, y se separó por problemas dé protagonismo eri la dirección.

Coincide con Guevara en la retórica reformista, aunque le combate con enorme dureza, porque, a su juicio, se trata de un candidato que ha sido imbuesto desde arriba.

Con éste panorama electoral, en medio de un país azotado por la violencia y la crisis económica, al electorado apenas le queda otra opción que la abstención activa.

La convocatoria electoral de El Salvador (28 de marzo) tiene pers pectivas tal vez más sombrías que las de Guatemala. Incluso sectores moderados, que bajo ningún concepto apoyan a la guerrilla, se preguntan cómo pueden, llevarse a cabo unos comicios en medio de una guerra civil, cuyas secuelas al canzan cada día más a la capital y a las grandes ciudades. Los sabotajes sistemáticos a las instalaciones eléctricas y el reciente ataque a la base aérea militar de Ilopango están demostrando que la guerrilla ha recuperado parte de su capacidad operativa en los cen tros urbanos.

Algunos portavoces del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) han anticipadó que él día 28 de marzo observarán una tregua de veinticuatro horas para evitar que se produzcan víctimas civiles, pero todo hace prever que la guerra será intensificada hasta límites desconocidos, en una demostración de fuerza que obligue al Gobierno. a la negociación.

En El Salvador no se elige un nuevo Gobierno, sino una Asamblea Constituyente que elabore una nueva Constitución.

Seis partidos concurren a las urnas. El partido Demócrata Cristiano, actualmente en el poder, y el Partido de Conciliación Nacional, parecen los mejor situados. Este último ocupó el Gobierno ininterrumpidamente durante dieciocho años, en estrecha alianza con los militares. El fraude electoral fue la nota característica de todos los comicios en los que participó, como los de 1972, cuando le negaron la victoria a un José Napoleón Duarte que encabezab, a la oposición.

Elecciones aparte, el poder real sigue estando en manos del Ejército, que podría utilizar el resultado de las urnas para desprenderse de unademocracia cristiana. que en ocaliones le resulta excesivamente reformista. La empresa privada apoyaría con entusiasmo esta operación.

Pero el sentido real de las elecciones salvadoreñas es el de averiguar, por el porcentaje de abstención, cuál es el apoyo político con que cuenta la guerrilla y, en general, una izquierda qu e no participa del proceso.

Ayuda norteamericana

En cualquier caso, el FLM ya ha anunciado que la guerra seguirá antes y después de las elecciones. El propio Hinton, embajador de Estados Unidos en San Salvador, ha reconocido que las urnas no terminarán con la guerra y que para lograr esto no hay otro camino que la derrota militar de la guerrilla, aunque ha añadido que para esto haría falta una ayuda militar norteamericana mucho más intensa. A Hiton no le parecen suficientes

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