Los intelectuales reunidos en La Habana reafirman su unidad y compromiso con Latinoamérica
Con una declaración en la que se denuncia la amenaza del Gobierno de Estados Unidos de querer «reimplantar la política anacrónica del garrote» en el continente latinoamericano, fue clausurado ayer en La Habana el primer encuentro de intelectuales «por la soberanía de los pueblos de nuestra América». En la declaración, de algo más de cuatro páginas, los intelectuales reafirman el carácter indispensable de su unidad, pero también se comprometen a extremar su compromiso con todos los pueblos latinoamericanos, en especial con aquellos qué están enfrentados con «más heroísmo que recursos a la opresión inmemorial». En las tareas del congreso participaron los españoles Manuel Tuñón de Lara, José Agustín Goytisolo, Montserrat Roig y Federico Alvarez.
El acto de clausura, realizado en el Palacio de Convenciones, sede del congreso, tuvo connotaciones simbólicas. El Gobierno de Cuba, reconociendo la labor que pueden tener los intelectuales en la época actual, decidió entregar la orden José Martí (la más alta del país) cada dos años a quien se destaque en este aspecto. También los organizadores del encuentro quisieron rendir un homenaje a Nicaragua, por ello designaron al sacerdote, poeta y ministro de la Cultura, Ernesto Cardenal, para que clausurara el encuentro.
Este congreso, que pudo haber corrido el riesgo de transformarse en una tribuna para discursos, se distinguió por el deseo de los participantes de concretar las ideas en algo práctico. «Fue sorprendente», comentó el escritor Fernando Alegría, «la decisión de los colegas en hacer algo nuevo y que las palabras no quedaran en el aire».
El primer resultado concreto será la creación de un comité permanente que tendrá como fin darle continuidad al encuentro. «Queremos transformar las palabras en acción», dijo Ernesto Cardenal cuando justificó la necesidad de crear este comité, el cual, entre otras tareas, tendrá como misión facilitar el intercambio entre intelectuales, proyectar trabajos y garantizar una respuesta efectiva y rápida a «los desmanes de Estados Unidos».
Los nombres mencionados para integrar el comité no podían ser más representativos de esta familia latinoamericana de intelectuales: Julio Cortázar, Juan Bosch, el escritor y ex presidente de la República Dominicana; Miguel Otero Silva, Chico Buarque de Holanda, el compositor brasileño; Gabriel García Márquez, Roberto
Matta, el pintor chileno; Mario Benedetti y Mariano Rodríguez, presidente de la Casa de las Américas.
Si esta comisión permanente logra funcionar, se verá con el tiempo, pero el mayor logro del encuentro, para Mariano Rodríguez fue la presencia de los participantes y también «la profundización en lo que son las luchas en América Latina frente al imperialismo».
Sin definiciones ideológicas
A pesar de que durante tres días Estados Unidos estuvo en la mira de los participantes como el principal responsable de los males del continente, la declaración final no incluye definiciones ideológicas. Incluso el poeta Roberto Fernández Retamar hábilmente hizo olvidar la necesidad de definir principios bajo una óptica marxista leninista, exigida por un participante.
«El proyecto marxista leninista», argumentó, «no lo comparten todos aquí. Por eso debemos dejar de lado cualquier ideología que nos separe. Es bastante ya que esta declaración salga de La Habana».
Quienes redactaron el documento ya lo sabían cuando dice que «nuestros puntos no son unánimes». Quizá, pero lo cierto es que reconocen que sus diferencias no son antagónicas, por el contrario, ellos piensan que es una prueba más de «la riqueza de la creación».
Pero la declaración es profundamente política, aunque quienes la aprobaron se declaren dispuestos a defender «la verdad, la justicia, la belleza», ante lo que ellos llaman «conjura del enemigo» para desnaturalizar la identidad cultural de los países del continente. Los intelectuales se solidarizan con Guatemala y El Salvador, países que luchan por conquistar «para siempre su derecho a ser ellos mismos», con la futura nación independiente de Belice y con Cuba, Nicaragua y Granada amenazadas de una «agresión abierta».
Final feliz para el encuentro que comenzó con un pequeño escándalo. En su discurso de inauguración, Armando Hart, ministro de Cultura cubano, denunció las tiranías de Chile, Uruguay, El Salvador, Guatemala y Haití, pero olvidó citar la de Argentina.
La delegación de ese país consideró que era un olvido demasiado evidente y abandonaron la sesión inaugural. Más tarde se dijo que habían sido recibidos «al más alto nivel» para curar posibles heridas. Los argentinos se quedaron y la declaración final recordó que su país aún padece «un genocidio» bajo un Gobierno militar.
Babelia
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