Moderada reacción en los países árabes por el incidente entre aviones libios y norteamericanos
El grave incidente aéreo libio-norteamericano ocurrido el pasado miércoles a sesenta millas de las costas libias ha suscitado una reacción moderada de las capitales árabes, en un significativo gesto destinado a limitar las consecuencias de una acción que, si bien se achaca a Estados Unidos, también se evita cuidadosamente el emplear términos violentos contra el ejecutivo norteamericano. La solidaridad con Libia figura en segundo plano, tras la preocupación por ver transformado el Mediterráneo en un mar de confrontación entre grandes potencias, con el peligro potencial que ello entraña.
Trípoli y Bengasi fueron ayer escenario de manifestaciones antinorteamericanas, mientras en el resto de las capitales árabes, si bien se hizo mención a la solidaridad con la Yamahyria socialista, no figuraba un expreso apoyo al límite de las doscientas millas de las aguas territoriales libias decretadas por Trípoli y recusadas por Washington.La solidaridad de los países árabes con el régimen del presidente Gadafi se expresa a través de declaraciones y mensajes remitidos a Trípoli, que no tienen el alcance de las movilizaciones emotivas del mundo árabe. Pasada la sorpresa inicial, la propia Libia parece limitar el incidente, aunque estima que el mismo fue voluntariamente organizado por la Administración Reagan.
Estados Unidos no ha reconocido el límite de las doscientas millas, y estima que, jurídicamente, Libia no puede reivindicar la territorialidad de las aguas del golfo de Sidra, que separa las provincias de Cirenaica y Tripolitania. La existencia de indicios de bolsas de hidrocarburos en esa zona justifica la extensión de los límites de las aguas territoriales; pero en el caso concreto del combate aéreo entre los Tomcat norteamericanos y los Sujoi 22 libios las dos partes aluden, respectivamente, a aguas internacionales y a aguas jurisdiccionales libias.
En los países vecinos de Libia el incidente no ha sido considerado como una agresión directa o una amenaza potencial, aunque tanto Argelia como Tunicia recusan la versión norteamericana, sin dejarse llevar por actitudes exasperadas. Los jefes de las misiones diplomáticas de los países ribereños del Mediterráneo en Argel fueron convocados por la cancillería, donde un funcionario de segunda categoría les reiteró que la posición de Argelia se expresa a través de los principios de soberanía e integridad territorial.
El coronel Gadafi, ha obtenido un apoyo mitigado de los países árabes, y esta actitud es interpretada como el resultado de una conclusión lógica a la importancia limitada de la última crisis entre Washington y Trípoli, incluso si fue la primera vez en que aviones libios fueron derribados por aeronaves americanas. La lección que habría dado Washington a Gadafi, si no desagrada demasiado a Tunicia, inquieta a este último país y preocupa mucho más a los argelinos.
Las declaraciones del secretario de Estado, Alexander Haig, al considerar ayer que el incidente ha quedado definitivamente zanjado y el abandono por la VI Flota de las aguas de Sidra, han sido recogidas con satisfacción en la ribera árabe del Mediterráneo. Un nuevo motivo de conflicto en esta región complicaría todavía más el problema palestino y relegaría el del Sahara occidental, algo en lo que no está interesado Argel, que prosigue un lento, pero significativo, movimiento diplomático, dirigido a mejorar sus relaciones con Washington. Si el riesgo de guerra entre libios y norteamericanos persistiera, ello echaría por tierra el proyecto de una visita a Washington del presidente Chadli, acariciado por Reagan, y expuesto personalmente por su consejero personal el general Wernon Walters.
Incidente menor, según el Pentágono, e intento de desestabilización, según Libia, el combate aéreo frente a las costas de la Yamahyria aporta, para las capitales árabes una visión del consenso estratégico que preconiza la Administración Reagan en Oriente Próximo, destinado a unir los esfuerzos de los aliados de EE UU, de Egipto a Pakistán, contra una amenaza soviética. Argelia reprocha, en este contexto, el que el problema palestino, que estima el dilema principal de la región, haya sido, aparentemente, dejado de lado.
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