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El poeta polaco Milosz no ve amenazas inminentes contra su tierra

Declaraciones del premio Nobel de Literatura, de viaje por España

Juan Cruz

Czeslaw Milosz, el premio Nobel de Literatura polaco, se declara evidentemente anticomunista; piensa que Lech Walesa, su compatriota sindicalista del movimiento Solidaridad, es un hombre sabio y considera que en su país «no se percibe esa amenaza de invasión de la que se habla en los periódicos occidentales». El autor de El pensamiento cautivo, que acaba de realizar un viaje por su tierra, que abandonó en 1951 y que hasta ahora no había vuelto a pisar, está en España desde anteayer (véase EL PAIS de ayer), invitado por Tusquets Editores, titulares de los derechos de la obra de Milosz para nuestro país.

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"Soy un poeta hermético, metafísico y religioso"

Vestido con blasier de colegial, tostado por el sol de Córcega, «donde estuve como un turista desconocido, sin periodistas que me asaltaran», el premio Nobel polaco aparenta tener menos años que los setenta que ha cumplido. Su tarea principal desde que ganó el máximo galardón internacional de las letras ha sido «la de tratar de no ser destruido por el premio», y hasta ahora considera que ha salido victorioso de la lucha.Para explicar que ha logrado salvar el asedio que sufren los creadores cuando la gloria los encumbra, Czeslaw Milosz cuenta lo que ha hecho desde aquella mañana del pasado año en que la Prensa lo sorprendió en zapatillas y le comunicó la decisión del jurado del Nobel. «Seguí inmediatamente traduciendo la Biblia y en eso sigo ahora. También he traducido algunos poemas de mi primo». El primo de Milosz es el poeta Oscar VIadislav de Lubicz Milosz.

Tiene las cejas pobladas, blancas y altas, y la mirada es intensamente azul. A veces parece perverso y pícaro, y ambas características las anima con un comedido sentido del humor que le hace recordar con ironía que una de las principales cosas obtenidas por él, gracias al Nobel, es una plaza de parking en la Universidad norteamericana de Berkeley, donde enseña, cuyos administradores quisieron rendir con esta concesión un homenaje material al ilustre profesor.

El cultivo de la tierra polaca

Es comedido también en su actitud política. Sus sentimientos sobre su regreso a Polonia los oculta bajo la ironía cuando se le pregunta por ellos. «¿Qué pensé cuando pisé tierra polaca después de treinta años de exilio? Pues pensé en cosas prácticas. Me fijé en el sistema de cultivo de la tierra y me di cuenta de que está muy bien cultivada. No entiendo entonces por qué hay escasez de productos alimenticios. Yo creo que la escasez está provocada por la maliciosa intención que tiene alguien de poner nerviosa a la gente».Milosz asegura que ya no sería capaz de vivir en Polonia. En esta ocasión fue agasajado por las autoridades de la cultura polaca, Wajda le ofreció a las ocho de la mañana, señala, la exhibición de su última película, El hombre de hierro tuvo oportunidad de ver a Walesa en Gdansk y pudo hablar con todas aquellas personas que quiso.

La película de Wajda, que fue premiada recientemente en Cannes, la halló censurada; a Walesa le encontró como un hombre sabio, y en el ambiente de la calle percibió «la tensión que suele preceder a los cambios», pero se dio cuenta de que «la situación no se parece a la que se produjo con Gomulka en 1970».

Cree Milosz que su país camina hacia una fórmula que no será ni capitalista ni socialista en sus sentidos puros considera que «la existencia del partido comunista viene dictada por la propia geografía de Europa» y se manifiesta «evidentemente anticomunista».

Aunque el programa de su viaje de regreso a Polonia parecía placentero, Milosz insiste en que esa agenda «fue preparada con todo cuidado» antes de que él pisara tierra polaca. No puede quejarse de la agenda «porque la preparó mi propio hermano», pero recuerdo que «no podía moverme» con la libertad que él hubiera deseado. Aceptó los agasajos oficiales «porque yo ahora soy una figura simbólica como consecuencia del premio que me han dado».

Una de las memorias más poderosas que le han quedado a Milosz de ese viaje comprende en sí misma todas las obsesiones vigentes en la vida polaca. En la visita a Gdansk, donde comenzaron las huelgas que sirvieron de germen al movimiento Solidaridad de Walesa, tuvo oportunidad de acudir a la sala donde se celebró la Firma de los acuerdos de aquel sindicato cristiano can el Gobierno comunista de Polonia. «Allí habían colocado una pancarta en la que había Linos versos míos: El Señor dará fuerza a su pueblo. Dará paz a sus seguidores. Los trabajadores añadieron otra frase: El pueblo dará fuerza a su poeta».

El viaje, como las excursiones de Ulises, le han dado fuerza al poeta Milosz, quien usa una vez más la mirada pícara para comentar la juventud que mantiene a los setenta años: «Es que he decidido que es demasiado pronto para ser viejo».

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