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"Soy un poeta hermético, metafísico y religioso"

«En cierto modo, el Premio Nobel me molesta. Yo soy un poeta hermético y ahora mis libros llegan a gente que no sé si me comprende». Czeslaw Milosz, este hermético poeta polaco, último Nobel de Literatura, ha llegado a Madrid en un viaje discreto y silencioso, sin apenas repercusión pública. Estaba de vacaciones en Córcega, tras su reciente viaje a Polonia, y ha pasado por España antes de regresar a Estados Unidos. No ha sido un viaje oficial, como el de Odisseas Elytis, ni siquiera municipal, como el de Graham Greene. A Milosz le molestan las multitudes, los actos oficiales, y no desea excesiva publicidad.Confiesa, de entrada, la influencia que tuvo en su formación literaria el otro Milosz, el poeta lituano en francés que falleció en 1939: «Era mi primo, y me ayudó mucho en mis comienzos literarios». El otro Milosz, Oscar VIadislav de Lubiez Milosz, fue diplomático lituano entre las dos guerras, poeta simbolista, místico y visionario en francés, y está enterrado en Fontainebleau. En esta localidad francesa hay una plaza que lleva su nombre, y en un restaurante hay un plato denominado salmón a la Milosz, que recuerda al autor de Ars Magna, Los arcanos, La iniciación amorosa o el misterio teatral Miguel de Mañara.

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Czeslaw Milosz lee poca literatura contemporánea. Prefiere a los clásicos, y, sobre todo, a los poetas. Conoce poco la literatura española o la latinoamericana: «No me gusta García Márquez. Y me gusta mucho Borges, pero como poeta». Lamento no poder apreciar demasiado la obra de Juan Ramón Jiménez, a quien, sin embargo, conoce: «Mis dificultades con su lenguaje me impiden conocerlo como quisiera, pero me gusta, a pesar de todo».

«A Neruda te conocí personalmente. Ya antes de la guerra colaboré en la traducción de algunos de sus poemas, de sus Odas elementales, y recuerdo que después de la contienda nos reuníamos en París con Luis Aragón y Paul Eluard. Yo era entonces agregado cultural en la Embajada de Polonia en París. Después, cuando rompí con el régimen polaco y me exilié, Neruda escribió cosas insultantes sobre mí. Muchos años después me lo encontré en un congreso, en 1967, y le pregunté por qué había dicho aquellas cosas de mí. «Perdone Milosz», me dijo, «todo ha sido culpa mía». Pero toda la literatura de Neruda, su retórica llena de palabras, me cae muy lejana».

«No me siento en absoluto un escritor exiliado», señala Milosz, quien, sin embargo, ha pasado treinta años lejos de su país. «Pero siempre me he sentido dentro de mi país, y he hablado en polaco de temas de un polaco, y siempre he tenido un público en Polonia». Piensa que sus libros se pueden leer, sobre todo, en su propia lengua, y, a veces, en las traducciones inglesas, y que en Francia sus libros no han tenido demasiado éxito. « En realidad no necesitaba el premio Nobel. Siempre he tenido mi público, y ahora tengo que defeñderme de la celebridad. El premio ha cambiado mi vida, pero tengo que luchar contra ese cambio». En la actualidad, trabaja en una traducción de la Biblia al polaco.

«Soy un poeta hermético, metafísico y religioso». Y esas mismas características le defienden de la celebridad, que para los poetas de este tipo es más bien escasa. Vuelve a contar que a su paso por París buscó algún libro de Vicente Aleixandre y no lo encontró. ¿Es la literatura polaca una literatura marginal, con cuatro premios Nobel de literatura? Después de Reymont, Sienkiewicz y Milosz, ¿quién es el cuarto? Isaac Bashevis Singer, el Judío polaco nacionalizado norte americano que escribe en yiddish. «Sí, Singer también es un escritor polaco, por lo que cuenta y cómo lo cuenta. Prefiero sus relatos, que son muy divertidos, a sus grandes novelas, que son una repetición de la gran narrativa polaca del siglo pasado». Y, por último, confiesa su admiración por otro compatriota, Witold Gombrovicz: «Al principio, la gente no le entendía; pero cuando lo comprendieron, el entusiasmo fue desbordante».

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