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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Muerte y secuestro

Queremos puntualizar el comentario editorial del 6 de agosto Una extraña muerte, referido a la aparición del cadáver de Noemí Esther Gianotti de Molfino, una de las madres de la Plaza de Mayo, infatigables luchadoras por obtener alguna respuesta acerca de sus hijos «desaparecidos» por la Junta Militar argentina, en un apartamento madrileño.Desde que la noticia se hiciese pública en EL PAÍS, nadie volvió a tocar el tema. Quizá por este silencio desconcertante, en cuyo trasfondo bien pudiera haber ocultas complicidades quizá por falta de información, el editorial de EL PAÍS califica a la declaración de la Comisión Argentina de los Derechos Humanos (CADHU) como poco convicente, además de ofrecer un relato «rocambolesco» de los hechos. Coincidimos con EL PAÍS en reclamar una urgentísima investigación de la policía yjusticia españolas, queremos recalcar que el secuestro de la señora de Molfino, en Perú, a cargo de militares argentinos asistidos por sus colegas peruanos, no tiene nada de presunto y está completamente comprobado.

En efecto, a raíz de la fuga momentánea de sus captores del obrero metalúrgico Federico Frías Alberga, en plena calle limeña, esta operación internacional de terrorismo tomó estado público.

El general Galtieri, comandante general del Ejército argentino, solicitó autorización a las autoridades peruanas para el ingreso en ese país de militares de los servicios de inteligencia argentinos. La solicitud se fundamentaba en la necesidad de «apresar, interrogar y luego trasladar a Buenos Aires» a unos quince argentinos exiliados y residentes en el Perú. En un vuelo de Aerolíneas Argentinas Buenos Aires-Lima, llegaron, a principios de junio, ocho oficiales argentinos al mando de un coronel que se registró como «Ronald Rocha» en la zona residencial, del Círculo Militar de Lima, Tres de los oficiales argentinos se alojaron en el hotel Plaza, de Miraflores. Los cuatro restantes, en el Sheraton, de Lima. El Ejército peruano proporcionó locales, vehículos, hombres y protección exterior para los operativos de secuestro.

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María Inés Raverta fue secuestrada en el Parque Miraflores, a la vista de innumerable público, a la salida de misa. Esta y Federico Frías Alberga se sospecha que perecieron asesinados bajo tortura en la residencia veraniega del Ejército peruano en Playa Hondable, al norte de Lima.

En las torturas participó el peruano coronel Oswaldo Hernández Mendoza, egresado en la 57ª promoción de la Escuela Militar General Belisario Suárez, en 1955. Ante la presión internacional, el Gobierno peruano reconoció haber «expulsado» a los cuatro exiliados argentinos del territorio peruano, a través de la frontera boliviana.

Hasta aquí unos pocos, de los muchos datos minuciosos y detallados que prueban fehacientemente el terrorismo de la Junta Militar argentina allende sus fronteras nacionales hasta llegar al corazón mismo del Estado español. Está en juego la credibilidad de las instituciones democráticas españolas.

Temíamos por la suerte de los otros dos secuestrados. No esperábamos una burla tan sangrienta: dejar el cadáver de uno de ellos en el corazón de Madrid y el pasaporte del otro, para dar a entender que bien pudiera ser su asesino. No sabemos cómo EL PAÍS se puede extrañar de los tentáculos internacionales de los genocidas argentinos, cuando es un hecho evidente su participación en el reciente golpe de Estado en Bolivia y cuando Blas Piñar invita a sus; congresos a conspicuos fascistas como el señor Curutchet, preconizador de la persecución internacional de los exiliados. Por lo visto, los fascistas son más solidarios y, más internacionalistas que los demócratas./

miembro de trabajadores y estudiantes en el exilio.

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