Por una opción reformista y de centro en Cataluña
La solución de la crisis económica, con sus secuelas de la inflación y el paro juvenil, es hoy el objetivo prioritario de todos los pueblos de Europa. O se consolida el proceso de recuperación económica o no se podrá preservar los niveles de bienestar, la democracia y la autonomía.Es preciso ir dando soluciones concretas a los graves problemas económicos que aquejan al mundo occidental: el desempleo juvenil, la reconversión de sectores enteros de las viejas estructuras industriales de Europa, el alza intolerable de los precios energéticos que nos imponen los países productores de petróleo, el proteccionismo cerril de algunos mercados frente a nuestras exportaciones, la falta de inversión debido a la incertidumbre económica y política existentes.
¿Y cuáles son las soluciones a estos grandes problemas con que se enfrenta la sociedad catalana y con ella todos los pueblos del mundo industrializado? La solución pasa por la recuperación de la confianza perdida con la crisis y por un proceso complejo de reasignación de recursos humanos y de capital desde los sectores crepusculares, en decadencia por los imperativos tecnológicos hacia los sectores y las empresas más productivas. Y pasa también, por supuesto, por la orquestación de una movilización general contra el paro juvenil.
Nada de todo esto puede con seguirse con remedios exclusivamente caseros. La solución de nuestros problemas en Cataluña pasa, en primer lugar, por el es fuerzo de los catalanes, pero pasa también -yo diría que primordialmente- por la colaboración y solidaridad de los demás Gobier nos, no ya sólo del Gobierno español, sino de los demás Gobier nos del mundo occidental y, particularmente, los que componen la Europa comunitaria.
Sin su solidaridad pondríamos en peligro la existencia de los mercados para nuestros productos y, en términos más generales, la propia confianza en el futuro sin la cual no podremos dinamizar la economía.
Constituirá un error histórico que un sector de la población, a raíz de las frustraciones origina das por las dificultades de la crisis, optara por cambiar radical mente los esquemas productivo y mecanismos financieros vinculados a estos esquemas. Constituiría también un error histórico, fruto de la impaciencia y de la falta de visión del futuro, el no calibrar en toda su magnitud la importancia de lo conseguido en materia autonómica con la convocatoria del Parlamento de Cataluña y la constitución inminente del Gobierno de la Generalidad de Cataluña. Constituiría un, error histórico grave el proseguir como si no hubiéramos conseguido nada, por la vía reivindicativa, en busca de nuevas conquistas de tipo autonómico.
En las actuales circunstancias, la única opción responsable y solidaria con Cataluña y con los demás pueblos de España es la de una política reformista, moderada y de centro que permita dinamizar la economía preservando lo ya conseguido en materia de libertad y autonomía.- Fijarse ahora objetivos más ambiciosos constituiría un atentado al sentido común. La consolidación del proceso autonómico y de la Generalidad como institución histórica de los catalanes, así como la generación de la confianza necesaria para reanimar la inversión y salir de la crisis sólo serán posibles si la política que emane de la futura Generalidad es una reformista, moderada y de centro.
El resto de España necesita la voz serena y decisiva de Cataluña para consolidar su equilibrio democrático y respaldar la recuperación económica. Por primera vez, la influencia de Cataluña en el resto de España se ejercerá de forma institucionalizada y con todo el peso que da a sus manifestaciones el prestigio político con que ha realzado a la Generalidad el presidente Tarradellas.
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