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El presidente paquistaní, contrario a la "guerra santa" contra la URSS

«Me han invitado a declarar la guerra santa y yo les he dicho que el momento no ha llegado todavía», el general Moharnmad Zla Ul Haq había dejado el uniforme de gala que había vestido toda la mañana y se dirigía a los corresponsales extranjeros presentes en Peshawar enfundado en una elegante levita de raso negro y unos pantalones blancos.El domingo por la mañana había comenzado su visita a Peshawar la zona de Pakistán más cercana y más comprometida en el conflicto afgano. En las cercanías de Peshawar se encuentran la mayor parte de los refugiados y todas las oficinas de los arunos resistentes.

El general Zia empezó su jornada presidiendo una asamblea de las belicosas tribus que pueblan la frontera afgatio-pakistaní. Estas tribus habitan una zona que ha sido discutida desde siempre por ambos países. En cualquier caso, las tribus se resisten a obedecer a cualquiera de los dos poderes centrales: el de Islamabad y el de Kabul. Profundamente religiosas, prefieren apoyarse en el régimen islámico pakistaní.

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La reunión del general con las tribus tuvo lugar -con la presencia de los periodistas- en los jardines de la residencia del gobernador: un bello edificio colonial inglés, lleno de trofeos de caza y rodeado por interminables céspedes. Dentro de una carpa multicolor los miembros de las tribus esperaban la llegada del presidente tocados con sus distintivos y complicados turbantes. Junto a las tribus se podían ver los más imaginativos uniformes militares, copiados de los que lucieron los viejos colonizadores ingleses.

Para entretener la espera, los altivos oficiales golpeaban con sus varitas de bambú las bien pulidas botas de montar. En suma, un escenario que hubiera hecho las delicias de Ruyard Kipling. La entrada del presidente fue subrayada por el sonar de trompetas, mientras los cuervos graznaban y seguían planeando en círculo por entre los árboles.

"Las tribus son nuestra primera línea de defensa"

Un líder tribal inició con unos rezos la ceremonia. Después, directamente, pidió la declaración de la Jihad (guerra santa) para luchar contra los invasores de Afganistán. El general Zia (bigote recortado, condecoraciones, gafas de gruesa montura y dentadura dorada) fue elíptico en su respuesta: «Las tribus», dijo, «son la primera línea de defensa en nuestra frontera noroccidental y su espíritu de Jihad (guerra santa) y sus tradiciones marciales son un pilar esencial de nuestro sistema defensivo».

«Como muchos otros países», añadió, «nosotros también condenamos esta intervención soviética, porque creo que la existencia de los pequeños países puede estar amenazada por este deseo de querer imponer a los otros un Gobierno cercano a la propia ideología».

El general Zia anunció también que el Estado pakistaní destina diariamente 1.700.000 rupias (unos once millones de pesetas) para la subsistencia de los refugiados afganos «cuya cifra total», dijo, «puede llegar pronto al millón de personas».

Por la tarde, el presidente se reunió con los periodistas. «Nosotros no hemos incrementado ningún movimiento de tropas en esta parte, ni pensamos empezar a fortalecer nuestras defensas», declaró. Respecto a las relaciones con Estados Unidos, el general Zia dijo tan sólo que piensa empezarlas «con las manos limpias». Al margen de la visita del presidente, en las calles de Peshawar se observa una discreta, pero continua, vigilancia de los extranjeros.

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