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Alcaldes para un sainete

«"La gula es un pecado capital que se corrige con la lujuria." Una frase parecida a esta figura en la "Antología del disparate" que un paciente catedrático de bachillerato ha ido recopilando a lo largo de su, larga carrera docente. La confusión de ideas del desmemoriado y obtuso alumno sólo es comparable a la que parece inspirar la decisión de un centenar de alcaldes de pueblos extremeños que, para protestar por la autorización de construcción de una central nuclear en el término municipal de Valdecaballeros, llevan varios días encerrados. Para ellos la pobreza es una rémora que se soluciona con el caos.Es fácil comprender que la "oposición" no resiste la menor argumentación técnica, científica, económica y social. Tan sólo desde una manera muy peculiar de entender la política local, con todas las ventajas del caciquismo y ninguno de los inconvenientes de la democracia, puede comprenderse una actitud tan estólida como interesada. Sólo viendo en el pueblo sus electores perpetuos y utilizando la parcela de poder que les ha sido confiada para su propia promoción y no para la de quienes creyeron en sus promesas electorales cabe concebir tal cantidad de incongruencias y despropósitos en su conducta.

Reconocen que España necesita la energía nuclear, pero expresan su repulsa por la autorización de una central en su zona de "influencia". Piden que intervenga el Consejo de Seguridad Nuclear, organismo aún no creado, lo que no es sino una moratoria encubierta y un retraso en la creación y puesta en marcha de puestos de trabajo, fuentes de energía y posibilidades de captación de recursos regionales a través del futuro "canon". Paralizan la vida municipal, cuya dinamización, saneamiento y eficacia prometieron potenciar, y aplican la fórmula ancestral de que "para resolver un problema lo mejor es crear otros para demostrar que no tienen solución". Piden, en fin, autorización para manifestarse y, como no cumplen los requisitos reglamentarios, "en uso de sus inalienables derechos constitucionales" amenazan con celebrar la manifestación por encima de todo.

En estas condiciones no se amenaza: se argumenta. No se convocan huelgas generales: se trabaja para arreglar las cosas. Y, en definitiva, no se piden dimisiones: se dimite.»

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1 de septiembre

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