Los congresistas de Canarias se solidarizan con los creadores hispanoamericanos
Suspendido un debate sobre revolución y literatura
De manera desangelada terminaron ayer los debates del Primer Congreso Internacional de Escritores en Lengua Española, con unas conclusiones en las que se expresa la solidaridad de los presentes con los creadores latinoamericanos que viven en España, y para los que se pide la aplicación de la ley de 1969, que ampara la estancia de estos emigrados. Se condena en las conclusiones la violación de los derechos humanos que se producen en buen número de países latinoamericanos. El congreso dará curso a todas las denuncias existentes acerca de estas violaciones.El congreso terminó antes de lo previsto, aunque todavía tiene que producirse la clausura oficial. Los organizadores suspendieron un debate sobre revolución y literatura que debía haberse producido ayer tarde. Al parecer existía el propósito de evitar que este polémico encuentro de escritores terminara con la tensión con que se inició, a raíz, precisamente, de una acalorada discusión sobre la situación de los escritores en la Cuba de Fidel Castro. Fue esta discursión la que aconsejó el ulterior debate que, finalmente, no llegó a celebrarse.
Aparte de la contestación que ha sufrido y del tenso debate que se produjo acerca de los intelectuales y la revolución cubana, el congreso ha introducido otras cuestiones polémicas o de carácter insólito. Entre las primeras están las ponencias de los españoles Federico Jiménez Losantos y Fernando Sánchez Dragó, cuyas intervenciones, como las de Vaz de Soto y Raúl Guerra, Andrés Amorós y Francisco Yndurain. contrarrestaron la avalancha latinoamericana, centrada, sobre todo, en la situación de precaria libertad que vive el creador en los países de ese área.
El congreso también ha sido polémico por el origen de su organización, ampliamente criticado por un grupo de escritores canarios -otros literatos canarios asisten a la reunión, pero han sido igualmente abucheados por sus colegas insulares-. Esta organización ha sido criticada, fundamentalmente, desde los supuestos de que ha existido una arbitrariedad en la selección de los intelectuales que han venido, asimismo, se ha lamentado la falta de asistencia de congresistas a los diversos debates suscitados. Los organizadores, cuyos fondos provienen de entidades como el Centro Iberoamericano de Cooperación, el Ministerio de Cultura, el Cabildo Insular de Las Palmas y la Caja Insular de Ahorros, aseguran que sus intenciones no han sido arbitrarias. En 1981, con motivo del segundo congreso, a celebrar en Venezuela, tendrán una oportunidad de enmendar la trayectoria .
Un hecho insólito se ha producido en este polémico congreso. Juan Rulfo, escritor mexicano, uno de los mejores narradores hispánicos de este siglo, habló en público, moderando un debate sobre el ámbito en el que se produce la lengua española. El hecho es peculiar, porque Juan Rulfo apenas habla en privado, un ser recluido y excepcional, silencioso y poco gesticulante, mexicano de la única zona criolla de su país -Jalisco-, que no sólo habló, sino que rio en público, costumbre aún más extraña en su poderosa personalidad. Aparte de lo que dijo -fueron consideraciones sobre la actual preponderancia editorial española-, protagonizó alguna anécdota.
La intervención de Rulfo fue indicativa de que el viejo maestro de los narradores actuales sigue atento a la evolución histórica de los países de su raíz. Las suyas fueron palabras sobre el resurgimiento del libro en España, a raíz del final del franquismo, convirtiéndose esta tierra en la cuna cultural de América. Por otra parte, Juan Rulfo se mostró sensible -distante, pero sensible, podría decirse- a la naturaleza de alguno de los debates. Aplaudió con calor, por ejemplo, cuando uno de los escritores argentinos presentes reclamó la libertad para compañeros suyos desaparecidos o encarcelados. En el marco del congreso, ésta ha sido una preocupación común. Ayer se recogían firmas para pedir, no sólo la liberación de esos intelectuales argentinos, sino para solicitar, asimismo, la de Albert Boadella, el actor catalán en prisión por un delito de injurias al Ejército en una obra teatral. Se ha pedido también que el Gobierno de Castro permita la salida de Cuba del poeta Heberto Padilla, que lo ha solicitado «por razones humanitarias», por diversos conductos familiares que han llegado hasta la sede de esta reunión en Las Palmas.
La avalancha latinoamericana ha resultado contrastada, como decimos, por algunas intervenciones españolas. Algunas de ellas fueron «españolistas», como la de Federico Jiménez Losantos, cuya defensa del español y de la «españolidad» creo una fuerte polémica y primeras acusaciones de blaspiñarismo. Al final, las aguas se calmaron y hubo incluso cordialidad en torno al joven y discutido ensayista. Dijo el señor Jiménez Losantos que había que defender la enseñanza de la lengua materna a los varios millones de emigrantes en las áreas bilingües del Estado, negando la asimilación lingüística y cultural, pero defendiendo la asimilación política. La experiencia del señor Jiménez Losantos se centra, sobre todo, en Cataluña. Con respecto a Latinoamérica, afirmó: «Lo mejor que podemos hacer es la creación de un Estado fuerte, en el que los valores culturales sean la base misma de la españolidad.» Hay que defender, según él, un nacionalismo de identidad cultural, no un nacionalismo geográfico. Finalmente. estimó que es urgente «empezar a acabar con la aureola de que toda política española o españolista tiene un carácter regresivo. Hay que apoderarse, en todos los sentidos, del concepto de España, que no debe ser algo que se regale a la extrema derecha. Además, sólo podremos emprender la reforma democrática del Estado en la medida en que sepamos recrear un sentido de comunidad nacional española».
Federico Jiménez Losantos terminó diciendo que habría que «recordar a todos que nosotros no hablamos la lengua de Franco. La nuestra es la lengua de Cervantes».
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