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Tribuna:El futuro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte / 3
Tribuna
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Armamento nuclear para repeler un ataque soviético en Centroeuropa

Los estrategas occidentales dan por supuesto que a la OTAN le resultaría difícil ganar una guerra corta, pero que también le resultaría difícil al Pacto de Varsovia en caso de que la guerra se prolongase.Sin embargo, hay que pensar en que quizá el concepto «victoria» sería totalmente anacrónico en el caso de un enfrentamiento entre las superpotencias en el último tercio del siglo XX. ¿Serían los vencedores los que saliesen de los sótanos en una Chicago devastada por uno o varios artefactos nucleares? ¿Se puede considerar ganadores a unos seres que andarían a tumbos entre las ruinas radiactivas de lo que una vez fuese Murmansk?

Pero los estrategas militares de ambos bandos tienen que concebir lo inimaginable. Tienen que ponerse en el peor de los casos. Y al considerar las armas que se emplearían en cualquier conflicto futuro entre las potencias internacionales el lector tiene que hacer otro tanto. Aunque, lógicamente, se tenga esperanzas de que, prevalezca la paz, es necesario pensar en otra posible salida justo en el momento en que la OTAN se dispone a entrar en la cuarta década de su existencia.

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Es necesario también darse cuenta de que tanto el Oeste como el Este van a estar unidos por un mismo problema durante un período indefinido de tiempo, independientemente de lo que se logre en las Conversaciones sobre Limitación de Armas Estratégicas y sobre la Reducción Mutua y Equilibrada de Fuerzas Militares. Ninguno de los dos bandos puede detener la producción de armamento más sofisticado, ya que tal actitud desempeña un papel tan importante en la economía que las consecuencias de una moratoria la harían inaceptable.

Respuesta nuclear

A pesar de la poca probabilidad de una guerra total europea, en caso de que estallase, es poco factible que se mantuviese por mucho tiempo dentro de los términos de una guerra puramente convencional. Así, al menos, lo creen Occidente y el Pacto de Varsovia. En otras palabras, dado el mayor peso de las fuerzas convencionales del bloque del Este, Occidente se podría ver obligado a utilizar armamento nuclear para repeler el ataque. Los informes de los servicios de espionaje indican que los dirigentes militares del bloque soviético han tomado esto en cuenta en sus propios cálculos.

Un reciente artículo publicado en el USA Armed Forces Journal, revista de las Fuerzas Armadas norteamericanas, escrito por un antiguo oficial del Departamento de Defensa, viene a subrayar las anteriores suposiciones: «Todos los ejercicios y todos los planes del Pacto de Varsovia tienen en cuenta que cualquier enfrentamiento en la región centroeuropea comenzará o desembocará en una guerra atómica y química. Todos los indicios muestran que el Pacto ha planeado sus fuerzas cuidadosamente para minimizar el peligro que un ataque nuclear infligiría sobre el territorio de la OTAN que pretenden conquistar ... »

Aparte del enorme arsenal de armas químicas de que dispone el Pacto de Varsovia, en el terreno del armamento nuclear, la mayor amenaza reside en los misiles SS-20 con rampa de lanzamiento móvil y medio alcance. Pueden dispararse desde un camión pesado y caer sobre objetivos a tina distancia de cuatro mil quinientos kilómetros.

Es relativamente invulnerable a cualquier contraataque a causa de su gran movilidad y la facilidad con que puede ocultarse. Se calcula que los rusos tienen cuarenta y cuatro rampas de lanzamiento de misiles SS-20, preparadas para disparar cada una tres misiles, que cuentan a su vez con tres cabezas orientadas a objetivos diferentes. Su inclusión dentro de la gama de misiles de medio alcance hace que no se incluyan en los acuerdos sobre limitación de armas estratégicas. Esto permite a la Unión Soviética fabricar esta compleja arma atómica en cantidad indefinida. La creación de los SS-20 es bastante reveladora. Estos misiles están destinados a una zona en la que las diferencias entre el Pacto de Varsovia y la OTAN están continuamente aumentando. Dado que la Unión Soviética ha logrado igualar a la Alianza Atlántica en armamento estratégico nuclear, situación que se va a ver refrendada por los acuerdos SALT II, y dado que los países del Este cuentan con una fuerza convencional superior, al menos en términos numéricos, el inventario de armas destinadas al teatro europeo resulta crucial.

En esta zona, los SS-20 han creado un grave desequilibrio a favor del Pacto de Varsovia. Si a esto se añade la aparición de los modernos bombarderos soviéticos Backfire, capaces de llevar bombas o misiles nucleares, se puede apreciar la necesidad de un contrapeso de la OTAN en el armamento de primera línea.

En Alemania Oeste se ha abierto ya el debate acerca del tipo de armamento que se requiere para cumplir esta función y donde debería emplazarse. ¿Cómo debería reaccionar la OTAN ante la amenaza de los misiles nucleares de medio alcance? En el pasado, los aliados europeos confiaban en la protección del paraguas nuclear de Estados Unidos. Pero, debido a su gran movilidad, los misiles norteamericanos de largo alcance no tienen ninguna efectividad contra los SS-20. Lógicarnente, la OTAN debería intentar construir un arma similar, aunque, ¿sería políticamente aceptable? La República Federal alemana no ha tenido hasta la fecha armamento nuclear dentro de su territorio.

El misil Cruise

El golpe mortal a esta siniestra arma soviética puede residir en el misil Cruise; Estados, Unidos tiene intención de construir unas tres mil unidades para su propio uso, entre 1980 y 1986. En principio, este misil desciende de los V-1 alemanes de la segunda guerra mundial. A pesar de su relativa lentitud, se le puede programar, para evitar todo tipo de obstáculo, hasta una altura de unos quince metros; es tan preciso que se podría disparar uno en Broadway o en Oxford Street sin que sus alas tocasen un solo edificio.

Al igual que el SS-20, el Cruise tiene la inestimable ventaja de que el enemigo no sabe desde dónde se va a lanzar, ya que puede hacerse desde tierra, desde un bombardero B-52 o desde un submarino sumergido. Debido a su lentitud, el Cruise o su versión marina, el Tornahawk, podría tener problemas con las baterías antiaéreas. Pero, por otro lado, si se les despliega de manera adecuada, podrían dispararse como si se tratase de un enjambre de abejas enfurecidas; no todos llevarían aguijones nucleares, y el enemigo no sabría cuál era el peligroso que había que detener.

Por ésta, y otras muchas razones, el Cruise puede constituir un freno excelente. Los oficiales superiores de la OTAN no lo consideran una panacea, pero serviría para reajustar de manera importante el desequilibrio creado por los SS-20, que los rusos están construyendo a un ritmo de cincuenta unidades al año.

La bomba de neutrones

Como complemento del Cruise, existe la posibilidad de que la OTAN construya durante los próximos diez años sus propios misiles balísticos de medio alcance, capaces de alcanzar objetivos situados en un radio de unos tres mil doscientos kilómetros. La elección del misil específico que cubriría este campo depende de ciertas cuestiones altamente técnicas que han comenzado recientemente a debatirse. Existen varias alternativas, entre ellas el llamado Patriot, versión modernizada del Pershing II, o una versión de menor alcance del Polaris

Finalmente, para contrarrestar el bombardero soviético de largo vuelo Backfire, otra arma que no entra dentro del limitado campo de los acuerdos SALT II, existe la posibilidad de crear una fuerza de choque de aviones F-III, que podrían utilizarse para sus funciones propias o corno medio de transporte del Cruise. Este avión, en opinión de los oficiales de la OTAN, constituye actualmente un elemento vital de la estrategia de disuasión de Occidente, ya que el presidente Carter ha congelado los planes de fabricación del bombardero B-I, mientras que, por supuesto, sigue aumentando la escuadrilla de Backfire.

En otro terreno hay que considerar la cabeza nuclear de efectos reducidos, la llamada bomba de neutrones. A pesar de las maniobras y vacilaciones de la Administración Carter sobre su fabricación, Estados Unidos sigue dedicándole parte de su presupuesto de defensa. El objetivo de esta arma es neutralizar el enorme peso de la artillería pesada soviética que podría adentrarse en territorio de la OTAN en caso de guerra. Debido a sus efectos limitados, podría detener el avance de un tanque soviético sobre Düsseldorf, por ejemplo, sin devastar la ciudad. La oposición a esta arma se basa en que pueden convertirse en un factor desestabilizador de las relaciones Este-Oeste. Pero esto es falso. En caso de que Occidente fuese perdiendo una guerra, su utilización no haría necesario el uso de otras armas atómicas. El arma en sí misma no es un factor de desestabilización; simplemente aumenta las posibilidades de contraataque de Occidente.

¿Hay algo más? Según expertos de la OTAN, en los próximos años vamos a presenciar la fabricación y creación de más armamento de precisión teledirigido y de bombas dirigidas por rayos Laser. También se perfeccionarán los sistemas electrónicos de localización de objetivos; serán tan refinados que se hará realidad una frase que se oye de vez en vez en los círculos militares: «Puedo destruir todo lo que vea.»

El cañón de control electrónico instalado en el nuevo tanque Leopard II permite que el artillero destruya un objetivo al tiempo que el conductor del tanque selecciona el próximo blanco, al que apunta el cañón automáticamente.

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