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Carlos Cruz-Diez: "El artista debe recuperar su puesto en el cambio de la estética urbana"

El "cinético" venezolano prepara una obra en España

El artista plástico contemporáneo ha perdido, en general, su capacidad para intervenir en la creación de su entorno urbano. Una serie de creadores, como Christo, Vassarely o el venezolano Cruz-Diez, han intentado retomar la responsabilidad artística de variar el paisaje ciudadano en beneficio del público y de la estética

Carlos Cruz-Díez, que en la actualidad trabaja en un proyecto de remodelación de una zona urbana de Santa Cruz de Tenerife es también uno de los cinéticos más importantes del arte contemporáneo. Su intervención urbana se combina con su concepto del arte en movimiento. Ejemplos de esta concepción son el ya citado trabajo que Cruz-Díez realiza en Canarias y el que ya tiene en marcha en París, donde es responsable de la modelación de la plaza de Venezuela.«En épocas pasadas -dice Carlos Cruz-Díez- el artista participaba activamente en los cambios estéticos del medio urbano Pero la sociedad fue reduciendo poco a poco, al creador a un ser que pintaba un cuadro que debía ser colgado de un clavo. »«La sociedad -cree Cruz-Díez- se volverá cada vez más represiva y el artista tendrá que crear cosas para aliviar los sufrimientos que provocan las capitales superpobladas. Para que esta labor resulte posible y eficaz será precisa la integración del artista en el mismo equipo en el que trabaja el urbanista.»

El papel del artista en esa sociedad -al menos el papel que Carlos Cruz-Díez quiere desempeñar- es el de ofrecer al ciudadano varios niveles de interpretación de la estética, para que el enfrentamiento con la obra de arte sea evolutivo y no estático.

«La diferencia que observará quien contemple la obra artística es que siempre se hallará sorprendido por ella, porque continuamente ofrecerá posibilidades diversas de interpretación. No es lo mismo pasar todos los días ante la estatua de Beaumarchais, que hay en la plaza de Saint Antoine, en París, que ante una obra de Vassarely, por ejemplo.»

En este campo, Carlos Cruz-Díez ve dos posibilidades. «En primer lugar, se podría hacer un arte callejero que se integrara plenamente en el ambiente, sin que provoque una impresión especial. En segundo lugar, puede utilizarse el arte como detonador que provoque una serie nueva de situaciones. Antes, por ejemplo se hacían primero las catedrales y luego surgían las ciudades a su alrededor. Ahora, en ciudades ya compuestas, podría seguirse el mismo criterio y crear centros de referencia. En la plaza en cuya construcción he participado, en París, ha ocurrido esto último.»

La obsesión de Carlos Cruz-Díez por alcanzar niveles urbanos con su arte se corresponde con su convicción de que el arte es comunicación. «Creo que el arte popular está obligado a incitar a la participación y al descubrimiento por parte de la gente. Pienso que donde hay barreras, es donde los intelectuales las establecen.»

Por supuesto, la obra que hace Carlos Cruz-Díez no tiene una significación narrativa. El es un visualista, que no presenta el color pintado, sino el color haciéndose, de modo que el tono resultante siempre será manipulado de acuerdo con los gustos.

«Si en lugar de pintar un cuadro », ha escrito Carlos Cruz-Díez, «dentro de los códigos establecidos, yo logro producir una obra plástica que provoca un acontecimiento visual inédito, un hecho fenomenológico simple, es posible que una nueva mitología se desate. También puede servir de revelación de una realidad existente que no se había contactado antes». Esa es la filosofía del arte que mantiene Carlos Cruz-Díez. Una filosofía de la que no es ajeno el espectador de su obra, que, en definitiva, es el que le da vida a ésta.

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