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Tribuna
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La guerra de las lenguas

Manuel Vicent

La caravana constitucional acampó ayer a la sombre de la torre de Babel del artículo tercero, pero la maldición bíblica de la confusión de lenguas sólo se tradujo aquí en un típico y hortelano diálogo de sordos. Estamos en pentecostés y hacía buena mañana; una burbuja de fuego aleteaba sobre el flequillo de cada diputado y los ujieres, convertidos en aguadores, iban de acá para allá con el vaso entre los escaños. Resulta que el problema del catalán no es un vaso de agua clara, según dijo un día Pemán, un vaso tan limpio como el que transporta el bedel. Es una herida abierta en un costado de Cataluña, según exclamó ayer Trías Fargas. Y el euskera es otra herida en el corazón del País Vasco, como, para no ser menos, confirmó Letamendía. Podrán comprobar ustedes que la cosa iba por el lado de los sentimientos, de las lacerías históricas del centralismo. Se trataba de un pleito de lesiones en la lengua, de una llaga en el labio de las nacionalidades.Resulta que el artículo tercero redactado por la ponencia es progresista, más avanzado incluso que el correspondiente de la Constitución republicana de 1931. Y se ha votado sin dañarle una tilde. Pero antes había que hablar voluptuosamente, ya que se estaba en una clase de idiomas. Y salió Nebrija, naturalmente. Y el apostolado del castellano a través del imperio. También salió Ramón Llull, Joanot Martorell, Ausias March, Narcís Oller y Angel Guimerá. El diputado Aguirre Querejeta no citó a ningún clásico de los suyos, pero comenzó a hablar en vasco él mismo, todo seguido, en plan arenga para que su idioma, junto con el catalán y el gallego, saliera no sólo a las calles y a las plazas, sino también a la escuela, a la televisión, a la Administración y a los periódicos. Catalanes y vascos quieren que su lengua sea cooficial y obligatoria en su propio territorio y que ese derecho se vea amparado en la Constitución y no remitido al Estatuto. Entonces, Alianza Popular se coge de la pantorrilla de Unamuno y monta la bella escena de Don Quijote hablando con el vizcaíno. Alianza Popular adora el catalán, admira a sus escritores y cuenta esas cosas tan bonitas que se dicen al enjabonar la barba antes de afeitarla. El problema de los emigrantes, el reino de taifás, la algarabía medieval. No fotem, senyor Trías, exclama Fraga. Ese fue el resumen de la cuestión.

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Pero faltaba la reducción al absurdo, aquí en este sombrajo de la torre de Babel. Y la cosa llegó cuando el aragonés Emilio Gastón, estribado por la pendiente abajo, comenzó a defender el status del chapurriau, los derechos del fragatino, el reconocimiento cooficial de las fablas de cada valle. Sonaba a broma, pero el diputado hablaba en serio. Mientras tanto, Fraga y Licinio de la Fuente le acompañaban con una sonrisa de gracia, en ese viaje al fondo del barranco. Y Trías Fargas, Solé Tura, Letamendía y Aguirre Querejeta imploraban a los dioses lares para que no saltara un murciano pidiendo la cooficialidad para el panocho, un asturiano reclamando el bable o un canario exigiendo el lenguaje del silbido de aquel pueblo de Las Palmas. El PSOE y UCD no han dicho nada. Se han limitado a apoyar el texto de la ponencia que es justo y progresivo.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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