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Carmen Conde: "Mi misión es abrir paso a otras mujeres con una obra consistente"

Por primera vez una mujer fue elegida para la Academia de la Lengua

Pocas veces el edificio de la Real Academia de la Lengua ha sido objeto de tanta expectación. Ayer, tras el acuerdo previo de elegir una mujer para ocupar el sillón vacante por la muerte de Mihura, fue designada por votación la poetisa Carmen Conde, la primera numeraria de la Academia desde su fundación, y tras el paso honorífico e impuesto por Carlos III de Isidra de Guzmán. Un académico, que suele salir del edificio momentos antes de que concluya la reunión plenaria de los jueves, contestó con un escueto «ha salido doña Carmen Conde», a las preguntas de los periodistas, que, fuertemente vigilados por los bedeles, esperaban los resultados de la elección.

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Poco después, la propia Carmen Conde recibía a EL PAÍS en su casa de Velintonia, 5, un piso que ocupa la parte alta del chalet en que también vive Vicente Aleixandre.Carmen Conde tiene una risa fuerte y segura, como sólida. «No me esperaba este nombramiento, dice. Fíjate que estoy vestida de estar en casa. Pero me alegro. Esto es importante y no sólo para mí, sino para todas las mujeres. Ya era hora de que una de nosotras llegara a la Academia.»

Hablando de vestidos, le recuerdo que un académico ha dicho ayer mismo, con un humor característico: «Habrá problemas. Por ejemplo, no sé de qué van a ir vestidas. No sé cuál es la etiqueta de las mujeres». «Yo tampoco lo sé -dijo Carmen Conde a EL PAÍS-, tendré que consultar a los modistos y al protocolo. Lo que sí es seguro es que no pienso llevar frack, ni tampoco espadín».

Los inmortales, reunidos desde las siete y media de la tarde, habían discutido, como todas las semanas, varias palabras a incluir en el diccionario. Entre ellas, maletilla. Al parecer, dejaron la votación para el final, e hicieron falta tres rondas de votos secretos para que saliera el humo blanco. Hoy faltaban Aleixandre y Pemán, Madariaga, Torrente Ballester, Navarro Tomás y García de Diego, secretario perpetuo de la Real. Se pudieron contar, en las perchas, burlando la vigilancia, 25 abrigos. Curiosamente, más de un tercio de los académicos va contra la moda: junto a los abrigos había, también colgados, nueve sombreros y una boina: la de Buero Vallejo. «Creo que mi papel en la Academia es, en primer lugar, colaborar con mis compañeros, y después, abrir el camino a todas las mujeres que tengan una obra consistente. Hasta en esos mínimos detalles habrá que abrir un precedente». Le digo que no hay un servicio de señoras en la Academia, y dice: «¡qué horror! Pues tendrán que hacer uno».

La poesía humana

Carmen Conde dice que se siente «escritora, y como tal he tocado muchos géneros, desde la novela -ahora aparecerá la última, titulada La rambla- hasta los cuentos de niños, el ensayo o la biografía. Pero fundamentalmente soy poeta. Mi poesía es básicamente humana y, por tanto, unida a aquellos que padecen persecución e injusticia». «Cuando escribo para niños -continúa- recuerdo que también lo he sido. Yo tuve una infancia feliz, que sigue en mi vida como un refugio último, al que no puedo dejar de volver alguna vez. Además, el lenguaje ha de ser entonces muchos más sencillo y concreto, y sobre todo cargado de imaginación.»Respecto al trabajo en la Academia dice: «Todo irá por sus pasos, poco a poco. Desde luego, no pienso ir a la primera reunión con ese volumen del diccionario, especialmente machista. Pero todo se andará. El machismo evidente en la lengua castellana es triste consecuencia de la historia que arrastramos las mujeres españolas. Pero los tiempos han cambiado, y la misma Academia se ha dado cuenta. Ya no son los días en que doña Concepción Arenal decía que la mujer sólo podía ser estanquera, reina o puta. Ahora también podemos ser académicas, gracias a Dios.»

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