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Tribuna:DIARIO DE UN SNOB
Tribuna
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Matar el cerdo

Estamos en época de matanza, cosa de la que nadie se acuerda aquí en la metrópoli, porque, como decía Pemán, lo malo de la civilización es que ya nadie sabe si las vacas tienen los cuernos delante o detrás de las orejas.La matanza del cerdo, la matanza por antonomasia -hubo otra matanza, que fue la del 36/39, pero esa la dejamos para Ricardo de la Cierva-, era una cosa entre religiosa y gremial. Ahora las autoridades sanitarias quieren prohibir la matanza familiar del cerdo por proteger la salubridad del personal, poniendo toda su confianza en las grandes firmas empaquetadoras que venden porciones de cerdo con plástico, pero es el caso que en el chorizo industrial han salido quijadas de burro y recortes de El Alcázar, como en la leche han salido limacos y calcetines de Juan Luis Galiardo, mientras que en la leche de vaca, del establo al consumidor, sólo salía leche.

La otra noche le volví a oír a Carrillo la defensa de la pequeña y mediana empresa, e incluso sugerí que algunas industrias podrían so cializarse a nivel municipal. Contra esta discreta vuelta al gremialismo y la autogestión del personal el grancapitalismo de los hiper patrocina la carne industrial y plastificada, que más de una vez me ha salido a mí podrida, con todo su golpe de plexiglás y de asepsia.

-Dásela al gato -me dice el conde de Lavern (apócrifo).

De ninguna manera. Mi «Ramón Gómez de la Serna» no come lo que no pueda comer yo. No hay que tener gato para echarle el veneno que nos venden, como no hay que tener lumpem. para que absorba los desechos y reciclages de la sociedad industrial. Matar el cerdo era una manera que tenía la familia de ser autónoma frente al municipio y el sindicato. El cerdo sí que era portador de valores eternos. El cerdo sí que era una unidad de destino en lo universal. La familia con matanza podía hacerse fuerte frente a los caciqueos del alcalde nacionalverticalista y los cabildeos del párroco nacionalcatolicista.

Mis traumas y fijaciones, mis rencores y resentimientos vienen todos de que en casa no teníamos cerdo. Yo estoy seguro de que en casa de Villar Arregui o de Fernández de la Mora sí tenían y mataban cerdo, que se les nota bien comidos, rellenos intelectualmente de tripa cular y tocinos integristas. Los españoles, más que en católicos y librepensadores, más que en cristinos y cristianos, más que en carlistas y republicanos, más que en rojos y azules, más que en flechas y pelayos, nos hemos dividido siempre en gente de cerdo y gente sin cerdo.

Las guerras civiles las hacen aquí los que no tienen cerdo, para comerle el mondongo al cerdo del alcalde, y los que tienen cerdo y arman una cruzada para salvaguardar los valores eternos, tipo esencias, por no decir que necesitan salvaguardar el cerdo. A los que no teníamos cerdo nos daban la probanza, y la probanza era como el sabor de la riqueza y la abundancia en la lengua del hambre, una vez al año, ese picantillo de la carne bien adobada que a ellos les tenía eufóricos todo el año, y a nosotros melancólicos de no probarlo. La diferencia de clases en este país de castas la ha marcado siempre el cerdo, animal totémico de los españoles (mucho más que el toro), como en la India la marcan las vacas sagradas.

Que se ande con mucho cuidado el Gobierno a la hora de prohibir matanzas, porque la familia que no pueda asesinar su cerdo mediante asesinato ritual, religioso (comer cerdo era prueba de no ser judío, sino castellano viejo), esa familia no va a votar a UCD, que mira siempre por el interés de los grandes monopolistas, sino que votarán a Carrillo, defensor de la economía unifamiliar y la dieta de cerdo. El cerdo, que en la Historia ha sido un animal de clase, como vengo diciendo, en el presente puede ser la trinchera rosada, el avituallamiento de una familia y sus ideas libres contra el caciquismo religioso/consistorial de cada pueblo. El socialismo debe estar por la matanza y Suárez está por la economía, no ya de mercado, sino de hipermercado. La opción es esta: matar el cerdo o fastidiar la marrana.

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