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Vicente Aleixandre, premio Nobel de Literatura 1977

El poema que resume su poesía

Ayer mismo, poco después de conocer la noticia de haber sido galardonado con el Premio Nobel, Vicente Aleixandre eligió su «poema preferido», o, al menos, el que mejor resume su concepto de la poesía. Se titula En la plaza y pertenece al libro Historia del Corazón, escrito entre 1945 y 1953, libro en el que su principal exégeta, Carlos Bousoño, ha visto el comienzo de la «época de integración en la colectividad» de la poesía aleixandriana.

En la plaza

Hermoso es, hermosamente humilde y confiante, vivificador y profundo,

sentirse bajo el sol, entre los demás, impelido,

llevado, conducido, mezclado, rumorosamente arrastrado.

No es bueno

quedarse en la orilla

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como el malecón o el molusco que quiere calcáreamente imitar a la roca.

Sino que espuroy sereno arrasarse en la dicha

de fluir y perderse,

encontrándose en el movimiento con que el gran corazón de los hombres palpita extendido.

Como ése que vive a hí, ignoro en qué piso,

y le he visto bajarpor unas escaleras

y adentrarse valientemente entre la multitud y perderse.

La gran masa pasaba.

Pero era reconocible el diminuto corazón afluido.

Allí, ¿quién lo reconocería? Allí con esperanza, con resolución o con fe, con temeroso denuedo,

con silenciosa humildad, allí él también

transcurría.

Era una gran plaza abierta, y había olor de existencia.

Un olor a gran sol descubierto, a viento rizándolo,

un gran viento que sobre las cabezas pasaba su mano,

su gran mano que rozaba las frentes unidasy las reconfortaba.

Y era el serpear que se movía

como un único ser, no sé si desvalido, no sé si poderoso,

pero existente y perceptible, pero cubridor de la tierra.

Allí cada unopuede mirarse y puede alegrarse y puede reconocerse.

Cuando, en la tarde caldeada, solo en tu gabinete,

con los ojos extraños y la interrogación en la boca,

quisieras algo preguntara tu imagen,

no te busques en el espeja, en un extinto diálogo en que no te oyes.

Baja, baja despacio y búscate entre los otros.

Allí están todos, y tú entre ellos.

Oh, desnúdate y fúndete, y reconócete.

Entra despacio, como el bañista que, temeroso, con mucho amor y recelo al agua,

introduce primero sus pies en la espuma,

y siente el agua subirle, y ya se atreve, y casi ya se decide.

Y ahora con el agua en la cintura todavía no se confía.

Pero él extiende sus brazos, abre al fin sus dos brazosy se entrega completo.

Y allí fuerte se reconoce, y crece y se lanza,

y avanza y levanta espumas, y salta y confía,

y hiende y late en las aguas vivas, y canta, y es joven.

Así, entra con pies desnudos. Entra en el hervor, en la plaza. Entra en el torrente

que te reclama y allí sé tú mismo.

¡Oh pequeño corazón diminuto, corazón que quiere latir

para ser él también el unánime corazón que le alcanza!

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