Reconversión "atlantista" del socialismo nórdico
A partir de la derrota de la socialdemocracia sueca, en septiembre pasado, seguida de la estrecha victoria de la socialdemocracia alemana en octubre, todo el conjunto del llamado socialismo nórdico se ha puesto febrilmente, a «moderar» sus programas. Ahora le ha llegado el turno al Partido Laborista de Noruega.En este caso, el cambio de rumbo se ha producido sin ninguna clase de transición y, lo que aún resulta más significativo, sin eufemismos En su congreso del 8 al 11 de este mes, los laboristas noruegos han decidido, simplemente, eliminar de su plataforma electoral el concepto de que Noruega es, o debe ser, un «país socialista». Apenas unos días antes de la reunión, el presidente del partido, Reyull Steen, había sugerido la inminencia del cambio al declarar que la «atmósfera política» de la nación no era, «por el momento, favorable» a ese principio. El «momento», en verdad, parece delicado, puesto que sólo falta algo más de tres meses para las elecciones de septiembre. Por lo demás, el propio señor Steen tuvo oportunidad de confirmar los fundamentos de su prudencia a raíz del escándalo que produjo otra de sus declaraciones, en el sentido de que él no veía «ninguna diferencia entre el Partido Laborista noruego y el eurocomunismo». La comparación mereció incluso, durante el congreso, una condena expresa por parte del primer ministro Odvar Nordili, líder del ala moderada del partido, que desde hace meses no oculta sus deseos de dar una imagen tranquilizadora del laborismo. En resumen, según los últimos sondeos, Steen y Nordli podrán ganar las elecciones si renuncian a todo «radicalismo».
Petróleo y maniobras
Deberán renunciar también, de acuerdo con el discurso del señor Nordli en el congreso laborista, a la construcción de centrales nucleares en el curso de los próximos cuatro años, es decir, a lo que en Suecia se constituyó en uno de los principales factores de la caída de Palme. Al mismo tiempo, habrán de acentuar, aún más allá del programa del Gobierno, el desarrollo petrolífero e hidroeléctrico del país, a pesar de los riesgos, insistentemente denunciados por la izquierda laborista durante los últimos tierripos, que ese programa comporta para el equilibrio natural de ciertas regiones, y a pesar también del grave accidente de Ekofisk (más de 20.000 toneladas de petróleo extendidas en el mar, de las cuales sólo se podrán recuperar ochocientas). Se explica así el hecho de que el Gobierno de Oslo haya llegado a la conclusión, tras algunos días de pánico, de que las consecuencias ecológicas del desastre, serán , al fin y al cabo, «mucho menos graves que las previstas», según palabras de Nordli. Seguramente, sobre ese punto el premier noruego cree que la naturaleza no puede actuar en forma menos «moderada» que el Partido Laborista. Tampoco a su juicio, lo hará la balanza de pagos de Noruega, cuyo déficit ascenderá este año a 19.000 millones de coronas (más de 250.000 millones de pesetas), en gran parte a causa, precisamente, de las deudas contraídas en el exterior para financiar el plan de desarrollo petrolífero y con él la ,Política laborista de pleno empleo; deudas que hoy ya sobrepasan los 75.000 millones de coronas.
La «moderación» del laborismo noruego incluye también el área internacional. La izquierda del partido ha criticado al Gobierno por haber permitido a los soldados de Alemania Federal participar de las maniobras de la OTAN en Noruega. El señor Rolf Hansen, ministro de Defensa, y el propio señor Steen, acaban de señalar que aunque la socialdemocracia del canciller Schmidt se muestra aún mucho más «tranquilizante» que el laborismo noruego, la RFA no ha dejado de ser demócrata y representa además una fuerza «esencial para la defensa de occidente».
Cuando los éxitos del eurocomunismo en el sur de Europa, unidos a la crisis económica general, están motivando ya semejantes reconversiones «atlánticas» en el Norte, vale la pena preguntarse qué ocurriría si el señor Berlinguer, o el señor Marcháis, se presentasen sólo como comunistas, a secas.
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