El novelista en relación con su arte
«El novelista es el escritor -género próximo- que escribe novelas -diferencia específica- Obviamente, también, escribe novelas porque puede. Si conociéramos o fuésemos capaces de describir ese poder, sabríamos un poco más a qué atenernos acerca de lo que el novelista sea. ¿Interrogaremos al que lo ejercita, preguntaremos al novelista en qué consiste esa cualidad activa y ejecutiva que le reconocemos como específica y caracterizante? Muchos son los que han publicado sus secretos de taller, pero cometeríamos un error si nos fiásemos enteramente de tales revelaciones. En el mejor de los casos, el método que nos ha desvelado tal no coincide en absoluto con lo que sabemos de este otro; luego, porque lo que los novelistas nos descubren de sí mismos suele venir lastrado de subjetividad y sobrecargado de valoraciones extremas. Si para unos el arte que ejercen es fruto de un milagro de explicación ardua, para otros no es más que el resultado -de una operación vulgar de que da cuenta entera la sicología. Desconfiemos lo mismo de los mitificadores que de los demitificadores e indaguemos en otra parte. Si el examen atento del ánfora nos manifiesta las cualidades del alfarero, lo que sea el novelista deberemos buscarlo en su obra. Pero, ¿son las novelas existentes tan homogéneas que, sin más, podamos deducir de ellas un número de notas suficientes? ¿No sucede, por el contrario, que el de la novela es el reino de la heterogeneidad? Si para llegar a una conclusión detinitiva nuestro examen hubiera de abarcar todo lo que, producido a lo largo de 2.000 años como narración en prosa de cierta extensión, venimos llamando «novela», nuestra tarea sería morrocotuda. Por fortuna, el examen ya está hecho, las taxinomias establecidas, y antes que nosotros se ha convenido en llamar novela a la obra narrativa en que se cuenta que algo ha pasado a alguien en alguna parte, lo cual nos zambulle en el género épico, al que la novela pertenece, según algunos, en su condición de epopeya degenerada. Esta idea de degeneración me ha parecido siempre sospechosa.»«Hace más de 2.000 años que existe la novela. Si examinamos sus más antiguas muestras, como lo han hecho grandes figuras de la sada y exigente, requiere esquemas revestidos de carne, es decir, riqueza de detalles. Yo iría más allá, y afirmaría que tampoco basta la cantidad de los detalles, ni siquiera su calidad, sino el modo cómo están organizados. Ante la misma realidad de los Arapiles, Baroja selecciona menos elementos que Galdós, y, sin embargo, su descripción nos causa una mayor exégesis, y de la crítica, lo primero que descubrimos es que sus procedimientos básicos los ha recibido de la épica: esto quiere decir que lo que vale para contar verdades es igualmente válido para contar ficciones; pero también descubrimos que, dentro de unes límites bastante amplios, a lo largo de esos 2.000 años, algunos procedimientos han variado; otros se han relegado al olvido, y han aparecido métodos nuevos, si bien dentro de un esquema general permanente. Juzgándolos, consideramos a algunos como elementales y primitivos, y otros maduros y refinados., Pero una cosa es común a todos, ya que todos aspiran a dar realidad a unos hechos. ¿Es que la misma meta puede alcanzarse por varios modos, o es que ciertos procedimientos que fueron eficaces han dejado) de serlo? Ambas cosas son ciertas, pero en función de una tercera. La mente del destinatario de la no vela es históricamente variable. Fue sencilla y es compleja. Hoy mismo podemos observar que lo que sirve para que el niño reciba como real lo que se le cuenta en sus «cómics», resulta inadecuado cuando deja de ser niño. Su exigencia crece con la madurez, con la complejidad de su mente.»
«Acostumbro a distinguir entre la producción de imágenes nuevas y su ordenación posterior en vista de un conjunto o arquitectura aún no realizada que el escritor tiene, con más o menos claridad, en la mente. Para mi comodidad particular, atribuyo lo primero a las cualidades poéticas, y lo segundo, a las artísticas. Porque es, preciso distinguir con toda claridad ese poder de producir imágenes organizadas en secuencias, y ese otro de reunirlas, combinarlas, para crear con ellas una «forma». Llamo aquí « forma» a lo que resulta de la organización de los materiales imaginarios inventados, los cuales pueden ser ordenados, o, si ustedes lo prefieren, pueden ser «contados» de mil maneras distintas, y cada una de ellas habrá realizado una «forma» que no es la misma que si se hubiera contado de otra manera. Aquí se insertan con toda propiedad las nociones de «posición» y «situación», de «procedencia» y «consecuencia» (entendida en sentido no causal); de "orden», «disposición» y otras muchas afines que se refieren todas a lo mismo: la disposición que da las piedras el arquitecto, a las frases melódicas el músico, a las secuencias significativas o representativas el narrador,- para realizar esa forma apetecida a cuyo esquema ideal procura acercarse el artista y que constituye su modelo.»
«Una novela no es, a primera vista, otra cosa que un conjunto de palabras organizadas, quiero decir gramaticalmente coherentes, lo cual no excluye que también la palabra incoherente pueda tener su lugar y su función en la novela; pero esta es una cuestión secundaria que de momento no hace al caso. La razón de ser de la sintaxis no es la de dar cohesión a las palabras como meros conjuntos sonoros, sino como unidades significativas: la sintaxis al relacionar palabras, relaciona significados, de modo que la novela es también, al mismo tiempo y paralelamente, un conjunto organizado de significaciones, y lo es de tal manera exigente que la palabra puede cambiar, como cambia en la traducción, pero las significaciones, no. No descarto los casos excepcionales, en la mente de todos, de novelas tan atadas a la palabra misma que la traducción sea imposible; pero tengamos siempre presente' al considerarlos, su condición excepcional. »
«Se dice que la novela anda metida en una grave crisis. ¿De qué obra, forma o actividad no se podrá decir lo mismo, hoy, en que el hombre, cada hombre vive en peligro y anda desorientado? Cualquier estudio sobre la crisis de la cultura y de sus manifestaciones, si ha de ser fidedigna, del hombre ha de partir, y al corazón del hombre ha de atender como fuente de todos los quebrantos de que podemos dar testimonio. En este corazón, y no en el vaivén de las modas o en la vida autónoma de las formas, habrá que buscar las causas. Hasta ahora, la novela era el relato de algo que le había sucedido a alguien en alguna parte. Pues bien: se niega la necesidad de un «alguien», personaje, y de un «algo», historia, sin lo cual, el «alguna parte» desaparece también. Nos queda solamente el «relato» como forma vacía que intentamos se baste a sí misma.»
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