Los disidentes, de acuerdo con la distensión
Norteamericanos y soviéticos han decidido prescindir de toda alusión al tema de los derechos humanos, es decir, a los disidentes, en sus conversaciones sobre limitación de armamento estratégico que se celebran en Moscú. ¿Una victoria soviética? Es dudoso. Cyrus Vance fue explícito en su contestación a Leónidas Brejnev cuando éste le dijo que toda relación USA-URSS sería imposible si persistía la injerencia norteamericana en los asuntos soviéticos. «Nuestra posición sobre derechos humanos -aclaró Vance- forman parte de unos valores que consideramos universales. No haremos una excepción con la URSS.» Conviene tener muy en cuenta esta frase si se llega a un acuerdo SALT.Pero, además, han sido los propios disidentes quienes han introducido un elemento moderador en esta cuestión. Hace pocos días, varios amigos de Andrei Sajarov dirigieron una carta al presidente Carter en la que le exponían su temor ante un posible aumento de la represión si Estados Unidos continuaban enfrentándose directamente a la Unión Soviética sobre el tema de los derechos humanos.
Por encima de las apreciaciones globales de los disidentes sobre el sistema soviético, ellos mismos saben perfectamente que el establishment de la URSS es diverso dentro de su uniformidad. El stalinismo puro y duro subyace en la Unión- Soviética enfrentado con corrientes más liberales. Es cierto que los disidentes no se hacen ilusiones con la tendencia liberal pero ante todo tratan de oponerse a la segunda. No en vano, el movimiento contestario soviético, como fundamentalmente se le conoce hoy, surgió a raíz del «informe» secreto de Kruschev ante el XX Congreso del PCUS en 1956.
Brejnev y los disidentes están de acuerdo en rnantener la distensión, pero difieren en la forma que debe adoptarse. Para los disidentes se trata de una fase de paz y confianza que garantice la libre circulación de personas e ideas. Esta sería el arma más peligrosa a la que se enfrentarían los dirigentes soviéticos, pero también círculos capitalistas occidentales que deberían asumir algunas experiencias socialistas. Por ello, como ha escrito recientemente el exiliado checoslovaco Jiri Pelikan «no es exagerado decir que en Praga, Varsovia (y también Moscú) se lucha por la libertad en toda Europa».
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