La esencia de la super-ave
Los relatos antropomórficos bajo la forma literaria de fábulas o novelas cortas existen en todas las lenguas y épocas, aunque los países anglosajones los hayan cultivado con mayor asiduidad. El cine, gracias a los esfuerzos infatigables de ese maravilloso genio de la taquilla que fue Walt Disney, también puede ofrecer una rica tradición animalista. Las pautas culturales de nuestro ambiente sólo toleran esté tipo de cuentos referidos a los niños y, en casos muy excepcionales, para adultos. El libro de Richard Bach, Juan Salvador Gaviota, podría ser uno de los pocos ejemplos en los que esta fábula protagonizada por gaviotas supera los estrechos límites del producto infantil para acceder al consumo literario general.Nuestro país, gracias a una hábil publicidad y a la difusión adicional de los círculos de lectores, ha leído con fruición esta novela corta, visualizada con las estupendas fotografías de Russell-Munson, protagonizada por numerosas gaviotas en vuelo que prolongan él texto escrito en una acertada dimensión plástica.
Juan Salvador Gaviota
(Johathan Livingston Seagull) Guión de Hal Bartlet y Richard Bach, sobre el relato del mismo nombre de Richard Bach. Banda sonora, Neil Diamond.
Era inevitable el paso al cine, como consecuencia de una tradición inmutable que rige la industria americana, culpable de tantos desmanes artísticos, entre, los que puede contarse este largo -largo dos veces, por pesadez y duración- documentaI gaviotero, hecho posible técnicamente por él Dynalens, un invento español para asegurar la estabilidad de las tomas en movimiento.
Literatura y cine continúan en íntima relación -sería posible cortarla de raíz- pero su base última es sólo el dinero. Importa muy poco, en general, la correspondencia de lenguajes entre ambos medios, y, mucho menos, la lectura exacta del texto, el estudio de una adaptación inteligente que sepa recoger los aciertos narrativos sin fijarse en la ganga. Hal Bar Bartlet ha efectuado una versión muy pegada a la obra original con una omnipresente voz de «off» que desgrana la inaguantable filosofía seudometafísica compuesta por Richard Bach, un Nietzche de segunda fila que canta los himnos de la supergaviota, aquella que desprecia los burdos límites físicos de sus hermanas para captar en toda su hondura la esencia del ser gaviotil.
Un involuntario humor corona este relato soporífero, apto para líricos en primer grado, capaces de apreciar las sutilezas de este canto a la velocidad y a la tramutación de las gaviotas, que ni siquiera tiene una mínima gracia como tal fábula. La especie humana es bastante estúpida, pero un poco más atractiva que las aves marinas ensalzadas por Bach, y el paralelismo entre ambas está un poco traído por las plumas.
Neil Diamond ha hecho un poco más soportable este filme plomizo y moralista, gracias a una partitura inspirada en más de una ocasión y que gana bastantes puntos oída independientemente. Cada uno de los planos de aves tiene esa insoportable "belleza" superficial nacida del oportunismo fotográfico que cada tiene que ver con el cine riguroso. El realizador ha hecho verdaderos acopios de paciencia franciscana acechando el vuelo de centenares y miles de gaviotas, y ha caído en el más torpe de los ridículos insertando planos de aves embalsamadas, burdamente movidas, para dar la ilusión de una vida que no existe. Obra recomendable para los ornitólogos, especialmente.
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