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Litigio entre Londres y la Comunidad Europea por los límites marinos

Juan Cruz

Gran Bretaña amenaza con declarar unilateralmente sus límites marinos si antes de enero de 1977 sus colegas de la Comunidad Europea (CEE), no se expresan sobre el tema y refrendan los deseos británicos. Londres quiere acotar las 200 millas que rodean sus costas. Si la amenaza se lleva a efecto, y los otros países comunitarios se resisten a aprobar lo que supondría esta medida, Gran Bretaña podría convertirse en cierto modo en la Islandia del Mercado Común.En mayo acabé formalmente la llamada «guerra del bacalao», que enfrentó a británicos, e islandeses, una vez que estos declararon tambien unilateralmente sus límites marinos y rechazaron, a veces violentamente, a los rastreadores ingleses que querían seguir pescando en la zona. Londres parece haber aprendido poner en práctica por su cuenta el «nacionalisnio marítimo» por sus anteriores contendientes. con quienes el Gobierno de Callaghan

Oposición francesa

En su reunión con los ministros europeos, Crosland, el titular del Foreign Office habló de la prensencia de canadienses, norteamericanos, rusos e incluso cubanos, en las aguas que este país quiere ahora reivindicar. Londres estaba dispuesto a esperar a que la conferencia del mar de las Naciones Unidas expresara una regulación tajante sobre el tenia y obligara a todos los países del mundo a atenerse a unos ciertos límites en el uso de las aguas marítimas. Crosland no tiene demasiadas esperanzas de que esa conferencia termine antes de la fecha citada por su Gobierno para poner en vigor sus propios límites jurisdiccionales.Dentro de la esfera de la Comunidad el país que más se ha opuesto a los deseos británicos ha sido Francia. cuyo presidente opina que los mares de los países miembros deben estar abiertos a la prospección y a la explotación de los signatarios del tratado de Roma. Giscard d'Estaing especialmente hacia el petróleo del Mar del Norte, que según él debía ponerse a disposición de los «nueve».

La posiciónn francesa se ha dulcificado un poco después del inicio de las conversaciones anglofrancesas, que se continuarán en el Elíseo el próximo mes de novienibre. Callaghan cree que el Mar del Norte debe ser propiedad común sólo en caso de emergencia. Como todavía no se ha dado el caso, ni Gran Bretaña ha llevado a efecto la amenaza de cerrar sus mares. Francía parece estar de acuerdo con esa interpretación. No se puede predecir lo que podría pasar cuando el Gobierno de Londres se enfrente a sus coleagas comunitarios y declare unilateralmente sus límtes jurisdiccionales marinos.

El problema que Gran Bretaña le podría plantear a la Comunidad sería el primero que tendría que resolver el nuevo presidente de la Comisión Europea Roy Jenkins ex ministro del Interior de los últimos gabinetes laboristas tomará posesión de su cargo el 1 de enero 1977.

Defensor a ultranza de la unidad europea y uno de los artífices principales de la integración británica en el continente. Roy Jenkins parece el hombre indicado para convencer a sus antiguos compañeros de Gobierno de que deben evitar en sus relaciones con la CEE cualquier situación que se asemeje a la que trajo consigo la «guerra del bacalao». Como consecuencia de aquel enfrentamiento, dos países miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Islandia y Gran Bretaña, rompieron sus relaciones

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