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Susana Abaitua, la actriz que está en todas partes

La intérprete estrena a la vez ‘La deuda’ y ‘Un fantasma en la batalla’ mientras encadena rodajes y sueña con volver al teatro

Susana Abaitua, a finales de septiembre en Madrid.Foto: Álvaro García
Gregorio Belinchón

Cuando Susana Abaitua (Vitoria, 35 años) abrió el guion de Un fantasma en la batalla, de Agustín Díaz Yanes, lo primero que leyó fue “Exterior. Bidart”. “Pegué un respingo”, exclama. “¡Mi pueblo! Sin haberme reunido con Tano [diminutivo con el que es conocido Díaz Yanes], ya vi la señal. Y era un libreto tan redondo, con un personaje femenino tan potente...”. A su espalda, en la pequeña terraza de su piso madrileño, un cartel de esa localidad francesa y una tabla de surf confirman su querencia por el País Vasco francés. Y sueña con volver pronto allí, donde vive jubilada su madre. De momento es solo un sueño: antes del festival de San Sebastián filmó una comedia en Canarias, estos días rueda otra película en Valencia, después encadenará un tercer rodaje y, mientras tanto, promociona el lanzamiento en Netflix del thriller de Díaz Yanes, además del estreno en cines de La deuda, de Daniel Guzmán. “Soy carne de actriz”, confiesa.

Hay pocas intérpretes españolas tan volcadas en su profesión y tan defensoras de ella como Abaitua. Si acaso, Victoria Luengo, que es su mejor amiga. Hija de profesora de ballet, en la academia de danza materna decidió que quería ser actriz tras ver dos películas: León, el profesional y La flaqueza del bolchevique. Y aunque no para en cine (El comensal, No mires a los ojos, Desmontando a Lucía o Todo lo que no sé son algunos de sus últimos largos) y en televisión (Patria, Loco por ella, Vestidas de azul o Los Farad), le gustaría volver al teatro. Otro deseo incumplido. “Me encuentro en un momento dulce, y debo enganchar estos proyectos que me encantan. Veo complicado parar un año para una gira, pero...”.

En este “pero” llega el análisis y la reflexión. “Me tomo mi profesión como una prioridad, y sé que desde el privilegio. Ahora intento encontrar un equilibrio”, arranca. “No quiero perderme en el viaje. Me dedico a contar historias. Sin embargo, si no las vivo, llegará un día en que estaré vacía. Para hacer bien los personajes, necesitamos que haya un tiempo, porque se requiere un proceso para salir de uno y entrar en otro”. Y se explaya: “Soy una amante de la vida, soy muy vividora. Me gusta mucho viajar con mi furgoneta, estar con mis amigas, mis sobrinos, que mi madre me haga una sopa. A lo mejor mi felicidad no solo es el trabajo. Estoy en esa búsqueda ahora”.

Susana Abaitua, en una imagen de la película 'Un fantasma en la batalla', de Agustín Díaz Yanes.

Antes Abaitua tenía que buscar los papeles, y mentía, como cuando para la primera obra de teatro grande en la que participaba, Naturaleza muerta en una cuneta (2012), el director le interrogó: “Empezamos con una canción. ¿Tú sabes cantar?”. Su personaje, Daifa, una prostituta serbobosnia, entonaba una melodía. Y Abaitua respondió: “Soy familia de Mocedades”. No mintió, son primos de su madre. “Pero no tenía ni idea de cantar. No me quería perder la oportunidad”. Ahora la llaman. “Por eso debo encontrar ese equilibrio entre la ambición, que la tengo, y el placer de trabajar, que también lo tengo. Me gustan las emociones, el proceso de ensayo del teatro y los nervios de su estreno. Me fascina lo que se genera en un rodaje. A veces estoy en uno y pienso: ‘Qué fuerte, me pagan por esto’. No hay chute de adrenalina que me guste más”. Y confiesa: “Quiero que ese mismo trabajo no me amargue. Respeto mucho mi profesión y a los personajes. En terapia lo hablo mucho: me gustaría tener en la vida la seguridad que me posee en los rodajes”. Así, además, controla su ansiedad. “Soy una amante de la terapia, porque con ella aprendes a conocerse, a saber que no te vas a morir de eso”.

Con Un fantasma en la batalla entra por tercera vez en un proyecto sobre terrorismo en el País Vasco, y sus diversas caras morales y sociales, tras Patria y El comensal. “Soy de Vitoria. Así que soy muy cuidadosa en los proyectos que hablan sobre el País Vasco. Es una carga añadida a la mochila. Me preocupaba, antes de la reunión, si los valores de Tano estaban acorde a los míos. Yo no me puedo meter sin más en una película que hable del conflicto vasco habiéndolo vivido, conociendo a la gente... No tenía sentido. Me importa menos saber de qué hago que el por qué lo hago. Conocí a Tano, un cineasta que tenía protagonistas femeninos antes de la ola actual, y desde ese momento fui de su mano”.

¿Nada le preocupó? “Si acaso, me agobió que como protagonista iba a ser el centro del proceso y de la promoción. Lo que pasa es que se impone la actriz, y como reto actoral me voló la cabeza. Yo soy una persona para afuera, muy transparente, y, en cambio, este personaje empieza con algo tan abstracto, muy básico, a la vez que irradia luminosidad, y que acabará apagado. Eso hay que trabajarlo mucho, porque construyes 12 años de una vida en un rodaje, como todos, sin el orden cronológico de la historia”.

La deuda y Un fantasma en la batalla se asemejan en su capacidad para iluminar problemas de la sociedad española que no deberían quedar aparcados en un rincón de los libros de Historia: “Si es que están pasando cosas en España que deberían importarnos. Y de los que deberíamos hablar más. Ambos filmes tienen un contexto político, una queja social y abren debates y siembran preguntas en el público”.

En el remate, Abaitua insiste: “Soy una contradicción constante”. Ha estado años deseando ir al Kursaal, al festival de San Sebastián, a presentar a lo grande una película con poderío, como es Un fantasma en la batalla, “porque lo tenía idealizado desde pequeñita”. Y la concatenación de trabajos y la promoción no le dejaron disfrutarlo en su conjunto. “Es que, además, el momento social y político mundial te deja el cuerpo rarísimo. A mí me obsesionó encontrar un vestido con los colores de la bandera de Palestina para la alfombra roja y a la vez me parecía muy hipócrita pensar en salir guapa”, sonríe. “Emocionalmente, han sido días muy fuertes. Cuando me quise dar cuenta, ya había pasado”. Lo que queda es actriz para rato.

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.
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