Honorables crímenes de la gente de bien
'Naturaleza muerta en una cuneta' es un 'thriller' apasionante que entrecruza mundos ajenos
El cadáver de la chica acaba de aparecer, desnudo y boca abajo, en la cuneta. El inspector Salti tiene seis horas para resolver el crimen: “En cuanto amanezca, será noticia y con las noticias se trabaja fatal”, dice. Un agente, no tarda en dar con los padres de la víctima. “Elisa era una universitaria ejemplar”, aseguran, pero el forense ha encontrado cocaína en su sangre: se metía de todo, resuelve el inspector. Naturaleza muerta en una cuneta, de Fausto Paravidino (Génova, 1976), es un thriller apasionante donde la vida en los bajos fondos y la que lleva la gente teóricamente de bien se entrecruzan, con sumo peligro para todos.
Alternando escenas breves, saltos de localización, diálogos picados y monólogos sustanciales en los que Salti se dirige al público como si hablara consigo mismo, Paravidino teje una intriga cabal y sin trampas, la mantiene en alto y la hace desembocar en un final inimaginable. Adolfo Fernández, director y coprotagonista del espectáculo, lo sirve con pericia, dosifica los golpes de humor, resuelve por derecho las escenas de acción e insufla humanidad a ese inspector cuya eficacia es directamente proporcional a lo heterodoxo de sus prácticas; Ismael Martínez y Raúl Prieto le dan un apresto lumpen genuino a sus personajes, y la prostituta bosnia encarnada por Susana Abaitua conmueve con su llamada telefónica a la casa materna y con el dramático relato de cómo la engañaron. Ejemplar, por lo funcional, la escenografía de Ikerne Jiménez.
NATURALEZA MUERTA EN UNA CUNETA
Autor: Fausto Paravidino. Traducción: Silvia de Marta. Dirección: Adolfo Fernández. Teatro Valle-Inclán.
Hasta el 21 de octubre.
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