Reírse de Franco, el último tabú del cine español
‘La cena’, una comedia que se estrena este viernes sobre la organización de un banquete al dictador en 1939, es uno de los pocos ejemplos que se atreven a satirizar al militar golpista

Desde la muerte del dictador Francisco Franco hasta la actualidad han transcurrido más años —en un mes se cumplirá medio siglo— que los que gobernó el militar golpista. Y, sin embargo, el cine y las series españolas han tratado poco, muy poco, la figura de Franco, y menos aún se han hecho comedias sobre él. El estreno este próximo viernes de La cena, de Manuel Gómez Pereira, basada a su vez una obra cómica de José Luis Alonso de Santos, que su autor no logró estrenar durante una década, subraya cómo el último tabú de la comedia audiovisual española se llama Francisco Franco Bahamonde.
La cena se desarrolla el 15 de abril de 1939, dos semanas después del final de la Guerra Civil, cuando de repente en el madrileño hotel Palace se organiza en cuestión de horas un banquete para Franco y sus generales. Imposible, asegura el director del alojamiento de lujo (Alberto San Juan), ahora el Palace es un hospital. Pues habrá que despejar su vestíbulo para celebrar ahí el convite, ordena un falangista psicópata (Asier Etxeandia). No hay chefs, están en la cárcel. Por ello, el militar de intendencia (Mario Casas) que organiza el convite salva in extremis al equipo de cocina, todos rojos, de ser fusilados. Ahora bien, esos cocineros, ¿preferirán asesinar al Caudillo o darse a la fuga? ¿Será un Malditos bastardos cañí?

Gómez Pereira cuenta que ese proyecto lleva en sus manos desde 2008. “Alonso de Santos la escribió en 1998 y no logró estrenarla hasta 2008, cuando la dirigió Miguel Narros. La protagonizó Sancho Gracia, que además era productor con olfato, y me lo pasó. Así que llevo con esta idea en la mochila desde aquel año”, cuenta. “No era una película fácil de levantar, porque en España en cuanto quieres hablar de la Guerra Civil todo se complica. Una cadena de televisión nos cerró las puertas y ahí se quedó”.

Quien abrió la veda fue Luis García Berlanga con La vaquilla (1985) y ya ha habido hasta un cruce de Guerra Civil y zombis en Malnazidos (2020), pero en la ecuación nunca aparecía Franco. En verano, Carlos Areces, que ha encarnado hasta en cinco ocasiones al dictador en cine y televisión, aseguraba en una entrevista en la Cadena Ser: “Antes no era posible hacer este personaje. Ahora… ahora tampoco”, y recordó que incluso hacer humor sobre temas relacionados con la dictadura sigue siendo un terreno delicado: “Una chica tuitera fue a juicio por hacer un chiste sobre Carrero Blanco, o sea que…”.
“No es fácil, no”, confirma Gómez Pereira. “Y ni siquiera te hablo de una sátira sobre Franco, como las que se han hecho con otros dictadores como Hitler”, que incluso ya aparecía caricaturizado a mitad de la Segunda Guerra Mundial en dos obras maestras: Ser o no ser, de Ernst Lubitsch, y El gran dictador, de Charles Chaplin. “Más que la burla, a mí me interesaba la dramaturgia de la obra y su sentido del humor, con el que conecto”. El cineasta, que ha coescrito la adaptación con Yolanda García Serrano y Joaquín Oristrell, deseaba ahondar en “qué le pasaba a esa gente en una España absolutamente polarizada, con un hotel que representaba a todo el país, con unos habitantes que no paraban de sufrir”.
Con todo, en la obra original a Franco solo se le mencionaba; aquí aparece, en el último tercio de la película, interpretado por Xavier Francés, aunque tampoco sea el protagonista, un juego que ya usó el cineasta, en aquel caso con el rey Juan Carlos, en El amor perjudica seriamente la salud (1996).
Más aún, con la Familia Real ya no existen contenciones. Quedan lejanos los tiempos, 2007, en el que un juez secuestra la revista El Jueves por su portada en la que se caricaturizaba en una postura sexual a los entonces príncipes de Asturias. “Somos poco ambiciosos”, arguye Gómez Pereira. “En otros países no tienen ese miedo. Estamos en un momento muy pacato, donde triunfa lo políticamente correcto, donde nos da miedo todo. Creo que tenemos que pasar de eso. Incluso siento que rodamos películas en los noventa que hoy no nos dejarían”.

Quien sí se lanzó al vacío fue Albert Boadella, que en 2003 estrenó la película ¡Buen viaje, Excelencia!, con Ramon Fontserè interpretando a Franco en sus últimos dos meses de vida. “El humor sobre Franco es nuestra asignatura pendiente”, reconoce Boadella. “Yo utilicé el sarcasmo, aunque en sus semanas postreras, las de la agonía, el esperpento de aquella realidad superó largamente nuestra ficción. Como hombre de teatro, sentí que tenía que hacer algo sobre un tipo que estuvo tan presente en mis años de juventud [el dramaturgo nació en 1943]. Era un personaje muy desagradable para mí. En el fondo, en el mundo de los comediantes, hay una parte de terapia al hablar de temas que nos han inquietado, como este. Haces una dramaturgia sobre ellos para liquidar cosas”. Como hacen el humorista Darío Adanti, la actriz Ana Ramos y el artista Eugenio Merino cada día 20 de cada mes con el espectáculo teatral Chistes contra Franco, que el lunes que viene puede verse en el Teatro del Barrio de Madrid. El trío considera estos chistes como un “documento de resistencia antifascista”. Son sobre Franco, pero, obviamente, sin él.
Para Boadella, al cine español le falta “mirar más hacia el interior”. “Es que solo hay un puñado de películas sobre Franco y ninguna tan cruel como la mía, y eso no es normal. Estamos pasando por alto un tema formidable”, continúa. ¿Cómo encaró Fontserè el papel del dictador? “Cuando los interpreta, Ramon posee a los personajes, no los imita. Entra en ellos y encuentra su melodía rítmica interior. Y después ya salen los gestos”.

En un momento dado, La cena roza la trama de Malditos bastardos. El director apunta: “Es la película que más me gusta de Tarantino, porque probablemente sea su obra más europea. Aunque en la que juega más a reescribir la historia sea Érase una vez en... Hollywood. También pensamos en Jojo Rabbit. En realidad, puedes contar los dictadores desde muchos puntos de vista”.
¿Hay aún muchos miedos y algo de censura sobre algunos temas en 2025 en España? Boadella recuerda que el teatro subsiste en la mayor parte de los casos por subvenciones públicas. “Y ahí deciden las Administraciones. Hay una coacción en no poderse llevar mal con el concejal, el consejero o con el ministro”. Gómez Pereira analiza el audiovisual: “A veces nos achacan falta de visión. Y eso no nace de los cineastas. Si te das cuenta, las cosas que se hacen últimamente en televisión se parecen mucho, el riesgo va desapareciendo y eso es terrible. Desde los despachos de los ejecutivos se juzga en demasía si se puede hacer una película o no, y no se cuenta con la sociedad. Acabas pasando tales filtros, que al final ese proyecto que tienes en la cabeza se va desmoronando por el reparto, por secuencias que de pronto te dicen que no pueden ser, por la financiación... Hay que luchar un poco más”.
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