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Estos dos rumberos rockeros ofrecen gloria bendita para la música española

La sociedad entre Los Estanques y El Canijo de Jerez se consolida en un disco capaz de unir a Obús con Camarón o a Extremoduro con Los Chichos. Se llama ‘Lágrimas de plomo fundido’ y lo presentan en una larga gira

Carlos Marcos

Drama: no encuentran papelillos para fumar. Se palpan los dos sus chaquetas, pero nada. Buscan con los ojos algún estanco o bazar donde comprar. Ninguno de estos establecimientos a la vista. “Ey, sabía que los tenía en algún lugar”, anuncia de repente Íñigo Bregel, con la misma alegría que le produciría encontrar su tarjeta visa que creía extraviada, y saca los ansiados papelillos de un bolsillo del pantalón. El Canijo de Jerez respira aliviado. “¿Podemos posar con un porro?”, pregunta al fotógrafo de EL PAÍS. Son las 18.00 y la tarde luce agradable en el centro de Madrid. Los dos músicos se desperezan después de una noche larga que no acabó hasta las cinco de la madrugada. Se han puesto unos trajes de rumberos setenteros: de corte entallado, color ocre, con cuellos exagerados. Al Canijo el pantalón le queda grande, a Bregel, que mide 1,93, pequeño. Compró los trajes por Amazon la prima del Canijo. Así de chiripitifláutico es todo con estos tipos.

Íñigo Bregel (Santander, 34 años) y El Canijo de Jerez (Jerez de la Frontera, Cádiz, 43 años) han formado una sociedad de fuste. Bregel ejerce de cabecilla del grupo Los Estanques, una formación singular que permea su música de psicodelia, pero sin notarse demasiado: no pretenden ser raros porque sí. La parte gaditana de este proyecto es bien conocida: El Canijo (Marcos del Ojo, de nacimiento) formó Los Delinqüentes (banda que vuelve después de 15 años con una gira en 2026), ha sido parte de superbandas como La Pandilla Voladora o G5 y lleva una ascendente carrera en solitario. Lo que se traen entre manos ahora se llama Lágrimas de plomo fundido, un disco con mucha chicha que firman así de directo: Los Estanques y El Canijo de Jerez.

Han terminado las fotografías callejeras y ahora estamos en un pisito que han alquilado los dos en el barrio de La Latina para pasar unos días piratas en Madrid. Después, regreso al hogar, en su tierra: el cántabro a San Miguel de Meruelo y el gaditano en Chiclana, donde le espera su hijo de un año y medio. El aderezo durante la charla será el mismo con el que nos recibieron: petardos, con la incorporación de alguna cerveza. “Somos grandes amantes de la cultura del cannabis, nos acompaña, es nuestra vida cotidiana. Ojo, no hacemos apología: ‘Chicos, no hagáis esto en casa, por favor’ [se están liando un porro]. Pero para nosotros es algo innato”. Lo dejan bien claro en sus composiciones: una de las canciones del disco se llama Fumata grupal, y tanto las bebidas espirituosas como la marihuana surgen aquí y allá en las letras del álbum.

Cómo una banda de corte indie y un rumbero han confluido dice mucho de su enfermiza melomanía. Lo cuenta el Canijo. “Contactamos por Instagram y vinieron a verme a un concierto en 2021, en Madrid. Le dije a Íñigo: ‘A mí me gusta mucho Triana’, y él me respondió, ‘a mí también, pero me gustan más Nuevos Tiempos’, que era el anterior grupo de Jesús de la Rosa. Joer, si conoces a ese grupo vamos a conectar seguro. Y luego hablamos de Los Módulos, de Smash o de Vanilla Fudge, uno de los grupos favoritos de mi padre. Su canción You Keep Me Hanging On la hemos escuchado 30 veces mientras grabábamos el disco”.

La chispa que puso en marcha esta asociación se atribuye a El murmullo de los perros, una canción que el Canijo le pasó a Bregel. “Apenas era una melodía y me la devolvió con todos los instrumentos. Aluciné, quillo, con esos teclados en plan La leyenda del tiempo, y esos patrones de batería, como tocaba El Tacita, que era el de La leyenda del tiempo y Veneno. Se lo enseñé a mis colegas de Jerez y me dijeron: ‘Pero quién coño es ese tío...”. Ese tío es Íñigo Bregel, un encarnizado defensor de los sonidos setenteros. “Son los discos que escuchaba mi padre en casa, sobre todo rock americano. Es la Biblia para mí: un sonido cálido, como el de la batería, que te pega bien, pero es elegante. Los discos de los setenta suenan todos bien. Creo que se debe a que había equipos muy buenos y profesionales preparados: cacharros potentes y gente que los sabía utilizar”, argumenta el cabecilla de Los Estanques.

La conversación lleva a las profundidades de la música española. Bregel habla de Ibio, un grupo cántabro de rock progresivo que grabó en 1978 un disco, Cuevas de Altamira, que califica como “alucinante”. Se reivindica a Bloque, el primer disco de Boston (el que contiene More Than a Feeling)… Una de las canciones del álbum, Estamos listos para golpear, recuerda a los estribillos rockeros y juerguistas de Obús. Ellos lo reconocen: “De hecho hemos grabado un vídeo que imita el de Va a estallar el Obús”.

Obligado abordar la colaboración de Gualberto García, figura monumental en la fusión del flamenco con el rock, miembro de los pioneros Smash y colaborador de los discos más arriesgados de Camarón. El sevillano, de 80 años, protagoniza con su sitar y su guitarra eléctrica la introducción y el colofón de Lágrimas de plomo fundido. Canijo guardaba su contacto, porque participó en algún disco de Los Delinqüentes. “Estábamos en el estudio con los petas y las cervezas [cómo no] y dijimos: ‘Vamos a llamar a Gualberto’. Sin mucha esperanza. Pero se puso y estuvimos tres horas hablando, con el manos libres. Se nos gastó hasta la batería del móvil”. Dicen que Gualberto les contó que vio a Jimi Hendrix en Woodstock, que fue amigo de los Young Rascal y de Jerry Garcia (Grateful Dead)… “y que un día enseñó a tocar tanguillos a Frank Zappa”. Ocurrió en la Carbonería, un bar de Sevilla.

Lo destacado de Lágrimas de plomo fundido es que no flojea en lo que debilita a los álbumes colaborativos. Aquí las voces de los dos no se abren paso a codazos: Íñigo y Canijo se pasan el testigo con total naturalidad; de hecho, se escucha como una banda con dos cantantes, cada uno aportando su singularidad. El repertorio fluye de forma sorpresiva, y una canción puede empezar con detalles de pop psicodélico para luego sonar a Los Chichos setenteros. ¿Mezclamos a Camarón con Extremoduro? Por qué no. ¿Y a Triana con los Beatles? Venga, vamos. Es un trabajo que le da una vuelta al concepto de música popular española.

¿Se va a ceñir esta fructífera sociedad a un solo disco? De momento lo presentan en una gira que se extiende hasta 2026. “Y hasta donde nos lleve la música. Porque ya estamos hablando de grabar algo tipo Tommy, de los Who, un disco conceptual”. Continúan enzarzados en divagaciones musicales. Les dejamos con su fumata grupal...

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Sobre la firma

Carlos Marcos
Redactor de Cultura especializado en música. Empezó trabajando en Guía del Ocio de Madrid y El País de las Tentaciones. Redactor jefe de Rolling Stone y Revista 40, coordinó cinco años la web de la revista ICON. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Madrid.
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