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Los Estanques, un matrimonio a cuatro bandas a vueltas con la psicodelia

La banda cántabra que comparte piso en Pueblo Nuevo exhibe su tercer álbum, original, admirado y perseguido por la mala suerte

La banda cántabra Los Estanques.
La banda cántabra Los Estanques.Sergio Albert

Hay discos que llegan, como los chiquillos, con el pan debajo del brazo. Y hay otros, muy al contrario, que parecen convocar la fatalidad y el mal fario. Los Estanques, el tercer y homónimo álbum de este cuarteto cántabro afincado en Madrid, cumple ambos requisitos a la vez. Por un lado, pocos trabajos han recibido en los últimos meses -incluso años- elogios tan entusiastas en los medios especializados, convencidos de que nos encontramos ante una de las bandas más inspiradas e innovadoras en la historia del rock progresivo y psicodélico nacional. Por otro, su edición les ha coincidido a estos chavales con una oleada de robos, accidentes de circulación y percances tan aparatosos como para creer en el mal de ojo.

Ha coincidido todo. Los Estanques programaron la irrupción de su tercera entrega para el viernes 22 de febrero: 13 cortes, mucha chicha, guitarrazos por doquier, órganos que ululan, letras desbordadas, una portada tan caleidoscópica como sus contenidos y un acrónimo divertido en ella, a modo de etiqueta: PPP (pop progresivo psicodélico). Seis días antes, el sábado 16, la banda se preparaba en unos locales de ensayo de Suanzes para ensayar ese repertorio. Dejaron la furgoneta abierta, en un descuido, y un par de minutos después había desaparecido de ella el ordenador y el disco duro con la copia de seguridad del que iba a ser su cuarto álbum. Salvo que el material reaparezca, y nada invita al optimismo a estas alturas, todo ese trabajo ímprobo se habrá perdido para siempre.

La banda cántabra Los Estanques.
La banda cántabra Los Estanques.Sergio Albert

El santanderino Íñigo Bregel, de 28 años, cantante, multiinstrumentista y compositor de la formación alterna resignación y exabruptos como viva encarnación de la elocuencia. Son las cuatro de la tarde, aún no ha comido y rebusca en la sección de platos preparados del Carrefour antes de responder: “Esto nos pasa por vivir en la puta era digital. A nuestros padres no les habría sucedido. Asistimos a los tiempos en que todo se va tan rápido como llega, y eso no mola”. Por eso ha desistido de exprimirse la mollera para recordar y recobrar lo sustraído. “Era un trabajo temático en torno a la figura de Malcolm Scarpa. Personajes apostados en un bar hablaban sobre este músico maldito. Ahora que el tema conceptual se ha ido a la mierda, grabaremos otro álbum del que ya sabemos el título: Este no es el cuarto disco de Los Estanques”, revela con una risa amarga.

Nada más producirse el robo, Bregel sufrió un aparatoso accidente de moto en plena M-30. “Buah, una movida. Salí volando por encima de un coche, pero caí de pie. ¡Menuda hostia!”, exclama. Para no ser menos, el guitarrista y corista Germán Herrero (Santander, 29 años) se quedó una madrugada tan dormido en la línea 5 del metro, después de una noche demasiado intensa, que le dio tiempo a recorrerla un par de veces de principio a fin. Cuando despertó, en sus bolsillos ya no quedaba rastro del móvil ni de la cartera. “Imagínate como iría”, resume Íñigo ante el gesto apesadumbrado de su compañero. Y decreta: “Entre unas cosas y otras, llevamos unos meses dándole mucha caña al grupo. Si no, te pones a pensar en la vida, y eso es malo. Nos hemos vuelto escapistas, con el agravante de que en Santander teníamos olas para surfear y aquí el escapismo es la fiesta…”.

"Como no hay sexo de por medio, todo marcha bien"

Porque Íñigo, Germán, Fernando y Andrea, los cuatro estanques, tienen algo de hermandad. Se conocen desde muy niños, los dos primeros ejercen como profesores de guitarra en la escuela Yamaha y todos se mudaron juntos a Madrid en septiembre de 2017 “a buscarse la vida”. Alquilaron un piso por Pueblo Nuevo donde conviven en un permanente ejercicio de retroalimentación sonora, sin “apenas” toques de atención por parte del vecindario. “Nos pasamos todo el santo día haciendo música”, confirma Bregel. “Tenemos un punto jipi, pero jipi de verdad, no como esos que más bien son pijos con pintas. Nosotros funcionamos como una especie de matrimonio múltiple, a cuatro bandas. Y como no hay sexo de por medio, tampoco surgen conflictos y todo marcha bien…”.

Cuando no son ellos los que tocan, en el pisito de Pueblo Nuevo suenan viejas glorias del rock progresivo, desde Genesis a Emerson Lake & Palmer, cada vez más soul y, claro, mucho Beatles. “Ellos son la puta biblia”, concluye Íñigo Bregel con su característico verbo encendido. “No puede haber ningún músico de verdad al que no le gusten los Beatles. ¡Es como si no te molaran Bach o Beethoven!”. Y, aunque ya sea casi la hora de la merienda, mordisquea el primer sándwich de la jornada. Los horarios del músico joven: eso sí que es pura psicodelia.

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