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De calle

La Latina, a tope

Yemas de Santa Clara, tabernas antiguas y charlas entre cañas El escultor palentino David Rodríguez nos guía

Tribeca no es La Latina, son dos formas de vivir distintas, pero yo a veces le encuentro semejanzas. Si llevas una vida tranquila latinera, puede parecerse a la que llevo yo en el Soho”. Y así, entre el madrileño barrio y el vecindario más cosmopolita de Nueva York se mueve David Rodríguez Caballero (Dueñas, Palencia, 1970), el escultor joven español más cotizado y nombrado en el mundo del arte, que expone del 29 de noviembre al 5 de enero en la galería Marlborough de Madrid su último universo de aluminios y siluetas. Buscando semejanzas entre ambos barrios, partimos desde su casa en la calle del Almendro, repleta de libros de arquitectura y arte, pero con distintas vistas que su apartamento neoyorquino, que mira al downtown, donde emergen las nuevas torres de la Zona Cero.

David Rodríguez Caballero en el teatro La casa de la portera, en La Latina (Madrid).
David Rodríguez Caballero en el teatro La casa de la portera, en La Latina (Madrid).Alfredo Arias

Un teatro casi clandestino

“¿Será aquí? El portero automático no indica nada. No hay nada escrito”. Llamamos, y a los pocos segundos nos abren la puerta de La Casa de la Portera (1) (649 39 75 71; calle de los Abades, 24, bajo derecha). Alberto Puraenvidia y José Martret nos reciben: los dos responsables de esta sala de teatro alternativa y casi clandestina situada en el bajo de una portería de La Latina. Un pasillo repleto de piezas del pintor Roc Alemany en sus paredes recargadas nos conduce a las dos habitaciones donde representan obras de teatro para 25 personas. “Soy más de danza que de teatro, es más visual, pero este sitio es un descubrimiento”, dice Rodríguez Caballero a los dos anfitriones. “Aquí estás con el actor a diez centímetros, y cuando cambia de escena el libreto, se cambia de habitación”, cuentan los impulsores. “Pues voy a pillar entradas para este jueves, ¿vienes conmigo?”, dice el escultor.

Mermelada de pera

Entrada a El Jardín del Convento, en el madrileño barrio de La Latina.
Entrada a El Jardín del Convento, en el madrileño barrio de La Latina.Alfredo Arias

“Creo que hay muchas Latinas: la más de moda, la de los Austrias, más cursi; otra con un punto popular muy divertido… pero, eso sí, el barrio está cada vez más sucio”, comenta Rodríguez Caballero. Pues hacia la parte más histórica nos acercamos, a la basílica pontificia de San Miguel (915 48 40 11; calle de San Justo, 4), un edificio barroco de fachada circular que al escultor le recuerda a “una iglesia napolitana”.

De ahí, a la vuelta de la esquina entramos en otro lugar con aire religioso pero de muy distinta índole, El Jardín del Convento (2) (915 41 22 99; Cordón, 1). Es un espacio gourmet relajado que forma parte del monasterio del Corpus Christi, propiedad de una hermana de una trabajadora de la galería Marlborough que representa al escultor. Mermeladas de pera con cardamomo y canela, gelatinas de flores y pastas artesanas que se mezclan con litografías botánicas que también se venden. “Aquí suelo comprar yemas de Santa Clara, me gusta porque actualizan el producto del pasado y lo convierten en algo cool”, dice.

Cine japonés

El hambre aprieta, y como en Tribeca las cervezas las sirven en botellín de un tercio o en vaso de medio litro, es lógico que las cañas aparezcan por obligación. “Hay cosas que nunca serán lo mismo en Nueva York, y una de ellas es la cerveza”, dice. Primero hacemos parada en Angelika (3) (913 64 55 31; calle de la Cava Baja, 24) un espacio cultural donde se sirven cócteles y cuyo videoclub es de los escasos del barrio. “Me voy a pillar para ver Kabei: our mother, del director japonés Yôji Yamada”, dice Rodríguez Caballero, con quien continuamos después hasta La Antoñita (4) (911 19 14 24; Cava Baja, 14-16). Esta neotaberna donde comer tortitas de camarón y crujiente de rabo de toro en medio de una corrala al aire libre pasa a ocupar un lugar privilegiado en la moleskine de Rodríguez Caballero.

Cocina recatada

“Ahora vamos a mi cuartel general en La Latina, aquí suelo quedar mucho con coleccionistas y gente del arte”, cuenta entusiasmado. Habla de Matritum (5) (913 65 82 37; calle de la Cava Alta, 17), uno de los restaurantes más interesantes de la zona por su ambientación íntima, su impresionante bodega y su cocina recatada y sabia. Pedir mesa aquí es complicado, pero él tiene el móvil del dueño para intentar hacerse un hueco. Con la barriga llena y charlando sobre origamis y vinilos, otra de las disciplinas artísticas que trabaja, vamos caminando por las calles de este barrio castizo para darnos cuenta de que poco se parece a Varick Street, por donde Rodríguez Caballero pasea en Nueva York cuando quiere despejarse de su trabajo de metales.

Mapa del barrio de La Latina (Madrid).
Mapa del barrio de La Latina (Madrid).Javier Belloso

Tartas y obra gráfica

Con apenas unos meses de vida, en uno de los laterales del Rastro de Madrid, el café Molar (6) (911 72 57 40; Ruda, 19) se ha convertido en una cafetería-librería-sala de exposiciones de las que son capaces de agitar a todo un barrio. Aquí, David Rodríguez Caballero escarba entre piezas de ilustradores y duda si meterse para el cuerpo una tarta de zanahoria casera o seguir con la cerveza. Kika, una de las dueñas del café, le dice: “Las cañas siempre sientan mejor”. Obedece, mientras hojea el último ejemplar que ha llegado de la revista Mongolia.

Alejándonos un poco de La Latina, llegamos al escaparate de Encuadernaciones Sacabocado (Fray Luis de León, 10), que, aunque cerrado, es un lugar especial para el artista. “Aquí hacen unos libros de autor increíbles”, comenta, y damos media vuelta para encontrarnos a Víctor Charneco, un amigo escritor con el que tomamos otra caña de cerveza. “Acaba de publicar Devuélveme a las once menos cuarto [Carena, 2011], es mi libro de cabecera para los viajes Nueva York-Madrid”. Hasta en los encuentros espontáneos, La Latina es distinta a Tribeca.

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