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crítica de ópera
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Romeo Castellucci activa nuestra cuenta atrás con el ‘Réquiem’ de Mozart

El ‘régisseur’ italiano debuta en el Liceu de Barcelona con una buena acogida de su imaginativa dramatización de la misa de difuntos del compositor salzburgués, en la que el coro destacó más a nivel escénico que vocal

La ‘mezzo’ Marina Viotti, el bajo Nicola Ulivieri, la soprano Anna Prohaska y el tenor Levy Sekgapane durante el ‘Recordare’, del ‘Réquiem’ de Mozart, el pasado 18 de febrero en el Liceu.
La ‘mezzo’ Marina Viotti, el bajo Nicola Ulivieri, la soprano Anna Prohaska y el tenor Levy Sekgapane durante el ‘Recordare’, del ‘Réquiem’ de Mozart, el pasado 18 de febrero en el Liceu.David Ruano (Gran Teatre del Liceu)
Pablo L. Rodríguez

“Todo acabará en un lento desvanecimiento hacia la nada. Este mismo teatro, esta misma música, esta realidad. Incluso La Gioconda será polvo algún día”, así responde el régisseur Romeo Castellucci a la pregunta de por qué poner en escena la genial e inacabada misa de difuntos de Wolfgang Amadé Mozart en el programa de mano de Réquiem. Una producción que nació en el Festival de Aix-en-Provence en 2019 y que ha recorrido varios teatros de todo el mundo, incluido el Palau de Les Arts de Valencia, donde pudo recuperarse en octubre de 2021, muy influenciada entonces por los terribles ecos de la pandemia. El pasado martes 18 de febrero Castellucci debutó con ella en el Liceu de Barcelona, donde todavía no está claro si podrán representarse las dos primeras partes de su inacabada producción de El anillo del nibelungo, de Wagner.

Castellucci maneja de forma admirable cualquier espectáculo operístico, con suficientes dosis de ambigüedad escénica para plasmar sus ideas filosóficas y creativas. Todavía se recuerda en el Teatro Real su poderosa producción de Moisés y Aarón, de Schönberg, aunque sus mayores éxitos suelen estar relacionados con obras sin dramaturgia. Ese es el caso de su impresionante versión de Juana de Arco en la hoguera, de Honegger, pero también de este Réquiem de Mozart, que tuvo su continuación en Aix-en-Provence hace tres años con otra producción-instalación centrada en la muerte titulada Resurrección y basada en la Sinfonía núm. 2 de Mahler.

En el programa de mano, el director de escena habla de Réquiem como una celebración de la vida. Sin embargo, su dramaturgia funciona, en realidad, como una gigantesca cuenta atrás hacia nuestra propia extinción. Vemos proyectada sobre el fondo de la escena una interminable enumeración de especies, lugares y objetos que ya no existen, a la que denomina Gran Atlas de las Extinciones. La lista trasciende hasta el tiempo presente y se proyecta la extinción de lugares emblemáticos de Barcelona, incluso del teatro donde estamos sentados. Prosigue con todo lo que nos rodea a nivel material, físico, humano, moral, intelectual y afectivo, hasta la música que escuchamos se anuncia entre las extinciones.

Coro y figurantes durante el ‘Hostias’ del ‘Réquiem’ de Mozart convertida en una danza popular, el pasado 18 de febrero en el Liceu de Barcelona.
Coro y figurantes durante el ‘Hostias’ del ‘Réquiem’ de Mozart convertida en una danza popular, el pasado 18 de febrero en el Liceu de Barcelona.David Ruano (Gran Teatre del Liceu)

Ese escalofriante momento se produjo, concretamente, al final de la repetición del contrapunto de Hosanna del Sanctus. Se trata de uno de los momentos menos logrados musicalmente de la genial misa de Mozart, obra de su alumno Franz Xaver Süßmayr, que se encargó de finalizarla. Pero aquí Castellucci encuentra la clave fundamental en colaboración con el director de orquesta francés Raphaël Pichon, que estrenó esta producción y le propuso añadir un arreglo de O Gotteslamm, dein Leben, el primero de los dos bellos cantos sacros alemanes K. 343, que Mozart escribió en 1787. Cantado primero en solitario por la exquisita voz de la mezzosoprano Marina Viotti y repetido como un coral luterano por los integrantes del coro tumbados como muertos sobre el escenario, fue uno de los momentos más emotivos e inolvidables de la noche.

Hasta ese momento, Castellucci había ido superponiendo capas sobre el escenario en una especie de flashback con imágenes brillantes, momentos dinámicos y otros algo más monótonos. Escenas compuestas con sus característicos elementos visuales, pero con poca conexión con la música interpretada. Prueba de ello es su extraña concesión a la danza popular en los pasajes más dinámicos del Réquiem, coreografiados por Evelin Facchini, donde pareció evocar el primitivismo de la producción original de La consagración de la primavera, de Stravinski, aunque con la intervención del coro, que es el gran personaje de esta producción.

El bajo Nicola Ulivieri cantando ‘Ne pulvis et cinis’, de Mozart, el pasado 18 de febrero en el Liceu de Barcelona.
El bajo Nicola Ulivieri cantando ‘Ne pulvis et cinis’, de Mozart, el pasado 18 de febrero en el Liceu de Barcelona.David Ruano (Gran Teatre del Liceu)

Todo se inicia con la muerte de una anciana que desaparece en su cama después de acostarse. Entonces comienza ese viaje inverso que la convertirá al final en un bebé solitario ante la inmensidad de un escenario completamente arrasado y previamente elevado hasta alcanzar la verticalidad. La música arranca con la sencillez de dos antífonas a canto llano, a las que sigue la primera composición de Mozart, que es una reconstrucción de la versión original para orquesta y coro de Música para un funeral masónico, K. 477. A continuación, se escucha otro logro musical de esta producción: el temprano Kyrie en re menor, K. 90, con su texto parodiado como miserere, que conecta directamente con el Introito del Réquiem, que está en la misma tonalidad.

El resto de las inserciones musicales seleccionadas por Pichon también fueron acertadas. Como fue el caso de Ne pulvis et cinis, K. Anh. 122, antes del inicio de la secuencia, una versión a lo divino de un fragmento para bajo, coro y orquesta de la música incidental de Thamos, rey de Egipto, K. 345. La escena estaba muy lograda, con el bajo Nicola Ulivieri lanzando polvo y cenizas antes de interpretar con brillantez el Tuba mirum. La secuencia de la misa se dividió en dos con la inclusión del Solfeggio en fa mayor, K. 393/2, una vocalización para soprano en la que destacó la nítida y transparente voz de David González, niño cantor de la Escolanía de Montserrat. Y el ofertorio también tuvo su intermedio musical con el motete Quis te comprendat, K. Anh. 110, una reelaboración tardía y apócrifa para coro y orquesta de un fragmento del tercer movimiento de la famosa Gran Partita, K. 361.

Momento en que se eleva el suelo del escenario mientras se escucha de nuevo el ‘Kyrie en re menor’, K. 90 de Mozart, el pasado 18 de febrero en el Liceu.
Momento en que se eleva el suelo del escenario mientras se escucha de nuevo el ‘Kyrie en re menor’, K. 90 de Mozart, el pasado 18 de febrero en el Liceu.david ruano (Gran Teatre del Liceu)

La responsabilidad musical de esta reposición barcelonesa de Réquiem de Castellucci corrió a cargo del director italiano Giovanni Antonini. Bajo su dirección, la Orquesta Sinfónica del Gran Teatre del Liceu consiguió unas sonoridades dinámicas y contrastadas de tintes historicistas. Eso sí, hubo algunos desequilibrios en el balance general y también con las voces. De hecho, la producción fue una verdadera prueba de fuego para el Coro del Gran Teatre del Liceu, dirigido por Pablo Assante. Superaron la parte escénica con nota, después de no parar de bailar, tumbarse, levantarse, vestirse y desnudarse durante hora y media. Sin embargo, sus intervenciones vocales se empañaron puntualmente en los momentos más contrapuntísticos y por una cuerda de soprano con notas agudas forzadas y hasta gritadas.

Lo mejor de esta producción fueron los cuatro solistas, aparte de su constante actividad escénica. Empezando por el timbre ágil y cristalino de la soprano anglo-austríaca Anna Prohaska, el tono aterciopelado de la mezzo suiza Marina Viotti, la exquisita ligereza del tenor sudafricano Levy Sekgapane y la riqueza armónica del bajo italiano Nicola Ulivieri. Sin olvidar las intervenciones del niño soprano David González, que también tuvo su momento escénico jugando al fútbol con una calavera y cerró la función cantando la antífona de difuntos In paradisum, pues fue merecidamente quien recibió las mayores ovaciones al final.

'Réquiem'

Música de Wolfgang Amadé Mozart. Anna Prohaska, soprano; Marina Viotti, mezzosoprano; Levy Sekgapane, tenor; Nicola Ulivieri, bajo. David González, niño cantor de la Escolanía de Montserrat. Coro y Orquesta Sinfónica del Gran Teatre del Liceu. Director del coro: Pablo Assante. Dirección musical: Giovanni Antonini. Dirección de escena: Romeo Castellucci. Gran Teatre del Liceu, 18 de febrero. Hasta el 26 de febrero.

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Sobre la firma

Pablo L. Rodríguez
Zamorano residente en Zaragoza, es doctor en Historia del Arte y Musicología. Colabora en EL PAÍS como crítico de música clásica desde 2013. Tuvo un pasado como violinista, pero finalmente se decantó por la teoría. Desde 1999, es profesor del Máster en Musicología de la Universidad de La Rioja, donde también coordina el Doctorado en Humanidades.
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