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“No he escuchado rock en mi vida”

El experto en música antigua se formó como director de forma autodidacta

Giovanni Antonini, experto en música antigua.
Giovanni Antonini, experto en música antigua.PATRICIA SEVILLA CIORDIA

Giovanni Antonini tiene la cortesía de sonreír con el chiste manido de que es una estrella del barock and roll. “No he escuchado rock en mi vida”, dice con tono de estar confesando alguna extravagancia. Es otra cortesía, porque según avanza el desayuno y va explicando la similitud entre el jazz y el barroco o la influencia de la respiración en la música, Antonini despeja cualquier duda sobre la firmeza de sus opiniones o lo acerado de sus juicios. Su serenidad en la fría mañana de febrero contrasta del todo con la presencia briosa que sacudía unas horas antes la sala de cámara de la Filarmónica de Berlín. Su conjunto Il Giardino Armonico interpretó tres conciertos de Brandeburgo y una obertura de Telemann. Hubo grandes ovaciones en la sala abarrotada. “Tengo la impresión”, dice Antonini, “de que muchos eran seguidores de Il Giardino”.

No es un demérito, al contrario. Es difícil hacerse un nombre con un público mimado por la excelente oferta musical de Berlín. Antonini se lo ha ido ganando desde que cofundó el grupo de música antigua Il Giardino Armonico en 1985. Su primer disco obtuvo el premio Vivaldi en 1992, al que han sumado otras distinciones de prestigio. Han pisado las tablas más distinguidas de la música clásica mundial. El concierto berlinés clausuró una gira europea de casi tres semanas, que les llevó también a “algunas pequeñas iglesias en Canarias, donde la gente tiene poco acceso a este tipo de conciertos”. La reacción del público, dice Antonini, fue “muy emotiva, algunos hasta lloraban”. ¿Valora más eso o convencer a un público sofisticado y exigente como el de Berlín? “Tiene el mismo valor, es todo gente”.

Todo el mundo me decía que dejase atrás el instrumento para pasarme a algo con más futuro de orquesta”

El segundo nombre de Giovanni Antonini es Sebastiano, un homenaje a Bach “que ni por asomo fue premonitorio o cosa del destino”. A su padre “le gustaba Bach y escogió ese nombre” sin intención de que enfilara una carrera musical “para la que no había augurios”, sino todo lo contrario. El conservatorio “diagnosticó falta de talento” cuando le inscribieron para estudiar violín. Pero Antonini se concentró en la flauta dulce a los siete u ocho años. “Todo el mundo me decía que dejase atrás el instrumento para pasarme a algo con más futuro de orquesta”. Pero él continuó “por pura inclinación”. La expresión “seguí mi instinto” parece resultarle demasiado solemne y cambia de registro: “No fue una gran decisión en mi vida; al contrario, era un juego, me gustaba”. Ahora es un virtuoso de la flauta barroca. En cuanto a su formación como director, fue “del todo autodidacta”. A sus 46 años ha aceptado tres invitaciones para dirigir al all-star de la Filarmónica de Berlín.

Antonini come despacio, porciones pequeñas. Deja los cubiertos para subrayar algunas explicaciones (“no conduciría La consagración de la primavera, porque requiere otra técnica que mi no técnica”). Es gesticulación italiana con tempo de adagio. Cuenta que su hija de siete años ha empezado a estudiar violín después de una etapa de ambiciones operísticas inspirada por la proximidad a la diva Cecilia Bartoli, con quien Il Giardino Armonico ha grabado varios discos. Al padre le “da igual” si su hija elige seguir adelante con el violín o emprender otra profesión. Uno solo debe dedicarse a un instrumento por gusto, porque “la música no es otra cosa que un juego serio”.

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