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Muere el director de fotografía y restaurador fílmico Juan Mariné a los 104 años

El cineasta rodó el entierro de Durruti, se escapó de un campo de prisioneros en Francia y fue responsable de la fotografía de 140 títulos. En 2024 recibió el Goya de Honor

Juan Mariné, en 2019 en la Escuela de Cine de la Comunidad de Madrid.
Juan Mariné, en 2019 en la Escuela de Cine de la Comunidad de Madrid.SANTI BURGOS
Gregorio Belinchón

El director de fotografía, restaurador e investigador de cine Juan Mariné, Goya de Honor 2024, ha fallecido este lunes en Madrid, a los 104 años de edad, según ha anunciado la Academia de Cine en un comunicado. El cineasta, que empezó en el cine antes de la Guerra Civil, siguió en activo hasta después de la pandemia en su despacho (tres salas encadenadas repletas de máquinas y material fílmico) en los sótanos de la Escuela de Cine de la Comunidad de Madrid (ECAM), en plena Ciudad de la Imagen, dedicado a la restauración.

En aquel despacho colgaba, de la puerta de uno de los armarios, el cartel del cortometraje El Submariné, dedicado a su carrera: se veía un primer plano de su rostro con la parte derecha en penumbra y la izquierda iluminada. “Define mi vida. Hasta 1947, oscuridad y penurias. Desde ese momento, cine y felicidad”, contaba a este diario en 2019, a muy pocos días de cumplir 99 años. Y desde luego, si algo tuvo la vida de Mariné fue que rebosó de cine y de aventuras: rodó el entierro de Durruti, dirigió la fotografía de más de 140 filmes, estuvo detrás de las cámaras de la primera película española en Technicolor y dedicó sus últimas décadas a la restauración fílmica, con maquinaria diseñada y creada por él mismo.

Juan Mariné, con el Goya de Honor de 2024.
Juan Mariné, con el Goya de Honor de 2024.Enrique Cidoncha

Premio Nacional de Cinematografía, Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, Goya de Honor 2024 y muchos más galardones reconocieron la huella de Mariné, a través de cuyo trabajo se puede recorrer la historia del cine español, tanto que fue el primer director de fotografía que ingresó en la Academia de Cine. Hasta antes de la pandemia aún trabajaba sin gafas, recordaba las direcciones de los estudios donde había colaborado y conversaciones determinantes en su vida en español, francés y catalán, resultado de una existencia que atravesó los grandes acontecimientos del siglo XX.

Mariné nació en Barcelona el 31 de diciembre de 1920. Aprendió a leer con cuatro años para entender los carteles insertados en las películas mudas de Charles Chaplin, que veía cuando veraneaba en Arenys del Mar; esos cortos fueron la chispa con la que empezó su amor por el cine. “Fui muy buen estudiante, y como me becaban, mi padre me dejó seguir yendo al colegio. Hasta que unas fiebres me tuvieron un largo periodo en cama. Me quedé ciego y por suerte me tocó en urgencias, justo el día de mi cumpleaños, un médico experto en Oftalmología. Estuve meses con curas, aunque logró sanarme los ojos”, recordaba para EL PAÍS en 2019. No volvió al bachillerato, y se puso a trabajar llevando portes.

En noviembre de 1934 su tío le encargó que llevara una cámara cinematográfica para rodar cine sonoro al estudio Orphea donde se filmaba El octavo mandamiento. “El manual de instrucciones estaba en francés, y mientras esperaba a que llegara la furgoneta para trasladar la cámara me lo leí. Al llegar al estudio el equipo, todo compuesto por suizos, ya había tenido problemas con la cámara que usaban. Fui el único capaz de entender que habían enchufado mal la instalación con la que la cámara se sincronizaba con el aparato de sonido y los sistemas eléctricos trifásicos y monofásicos”. Resultado: le pidieron que se quedara al lado de la cámara. Adrien Porchet, el director de fotografía, le dio un consejo: “Si quieres prosperar en esto, estate a tu hora y jamás te sientes”. Desde ese momento lo cumplió a rajatabla, tanto que en 2019 aún solía estar de pie ante las máquinas restauradoras.

Así entró en el cine y así acabó filmando un entierro histórico, el del líder de las tropas anarquistas en Madrid, Buenaventura Durruti, muerto tras recibir un balazo en noviembre de 1936. “Yo era de la CNT [el sindicato anarquista] y formé parte del equipo que filmó su entierro en Barcelona. Pero había tanta gente que agotamos las baterías, y yo era el único que sabía rodar a mano arrastrando la película con la manivela”. Mariné participó en Aurora de esperanza (1937), drama anarquista precursor del neorrealismo, y en otras películas —como Paquete, el fotógrafo público número uno (1938), donde se hizo amigo de un actor que empezaba, Paco Martínez Soria—, antes de incorporarse a filas. Tras ser diezmada su compañía en mayo de 1938 en la batalla de río Segre, Mariné fue destinado como fotógrafo del teniente coronel Enrique Lister, hasta que ese invierno cruzó la frontera con Francia.

Imágenes del documental del entierro de Buenaventura Durruti en el que trabajó Mariné.
Imágenes del documental del entierro de Buenaventura Durruti en el que trabajó Mariné.

Detenido por las tropas coloniales senegalesas de Francia, Mariné fue recluido en el campo de concentración de Argelès-sur-Mer. “Soy el único español que logró escapar de allí, y lo hice a nado”, contaba para EL PAÍS. Finalmente, con otros refugiados viajó como preso de Pasaia (Gipuzkoa) a Cádiz. Del campo de prisioneros de la Rinconada (Sevilla), le sacó su padre con suerte y contactos, y Mariné finalizó la guerra en el bando franquista, como fotógrafo del Estado Mayor de Cataluña. Lo primero que hizo al lograr la libertad fue ir a una sala a ver El gran Ziegfeld.

Aún era militar cuando volvió al cine, al rodaje en octubre de 1939 de La tonta del bote (“La original, no la que todos recordáis”). En 1942 filmaría cuatro películas, en 1943, cinco... En 1947 se mudó a Madrid y debutó como director de fotografía en un episodio de la película Cuatro mujeres, de Antonio del Amo, la primera de las 140 películas que rodó hasta su retiro en 1990 tras La grieta, de Juan Piquer Simón. Mariné era habitual en las producciones de Del Amo, Pedro Lazaga, José María Forqué o Pedro Masó. Historias de la televisión, de José Luis Sáenz de Heredia; El astronauta, de Javier Aguirre; María de la O, de Ramón Torrado; El crimen perfecto, de Fernando Fernán Gómez, y La gran familia, de Fernando Palacios, son algunos de los títulos de su filmografía. Entre ellos, la primera película rodada en España en Technicolor, La gata (1956), con Jorge Mistral, compañero de su infancia en los partidos de fútbol de su barrio.

Juan Mariné, trabajando en los años cincuenta.
Juan Mariné, trabajando en los años cincuenta.

A la vez, Mariné disfrutó como inventor para la salvaguarda fílmica. Con sus avances tecnológicos, que desarrolló en paralelo a su labor en la dirección fotográfica, logró, por ejemplo, que no hubiera que filmar de nuevo La gran familia, cuyo negativo se estropeó casi al final del rodaje. Durante años colaboró en restauración en la Filmoteca Española. “Siempre hay que restaurar el negativo. Hacerlo sobre el positivo es otra cosa a la que no podemos llamar restauración. Y ya veremos cómo conservamos el digital, que está resultando peor soporte de almacenaje”. También dio clase sobre esta labor en la ECAM. “Tras sobrevivir a la Guerra Civil juré que mi vida la dedicaría al cine”. Y nunca repudió de su juramento.

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.
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