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El restaurador y director de fotografía Juan Mariné, Goya de Honor 2024

El cineasta, de 102 años, empezó a trabajar en el cine de niño, rodó el entierro del líder anarquista Durruti, fotografió la primera película española en Technicolor (y otras 140 más) y ha resucitado diversos clásicos

Juan Mariné, en diciembre de 2019 en la Escuela de Cine de la Comunidad de Madrid.
Juan Mariné, en diciembre de 2019 en la Escuela de Cine de la Comunidad de Madrid.Santi Burgos
Gregorio Belinchón

El director de fotografía y restaurador fílmico Juan Mariné será el Goya de Honor 2024, según ha anunciado hoy la Academia de cine, aprovechando la conmemoración del Día del Cine Español. Mariné, de 102 años, ha vivido todas las épocas del cine, ya que empezó a trabajar en un laboratorio fílmico con 13 años, rodó cámara en mano el entierro del líder anarquista Buenaventura Durruti en noviembre de 1936, fue el director de fotografía de la primera película española en Technicolor (La gata), además de otras 140 más, y ha inventado numerosas máquinas y procedimientos para la restauración de película física. Como apunta la Junta Directiva de la Academia para justificar el galardón: “[se le concede] Por su entera dedicación al cine durante más de ochenta años de trayectoria que transitan por la historia del cine español, sus esfuerzos en el trabajo de la conservación y la restauración y por representar vivamente, a través de su oficio, la importancia de la luz en la historia de nuestro cine”. Mariné continuó trabajando en su laboratorio (tres salas encadenadas repletas de máquinas y material fílmico) en los sótanos de la Escuela de Cine de la Comunidad de Madrid hasta el confinamiento obligado por la covid.

La vida de Mariné contiene todo tipo de andanzas, desventuras, alegrías y tristezas. Y mucho cine. Premio Nacional de Cinematografía y Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, su infancia transcurre en Barcelona. “Mi padre fue un buen jugador de fútbol, del Foot-Ball Espanya. Le tanteó el Barça, pero mi abuelo le dijo que si fichaba por ellos ahí tenía la puerta. Mi madre también jugó: fue portera del Infantil Sociedad Española de Foot-Ball”, contaba a este diario en diciembre de 2019, cuando iba a empezar un año de homenajes a su labor por parte de la Filmoteca Española que se postergó —y solo se desarrolló en parte― por culpa de la covid. Aprendió a leer con cuatro años para entender los carteles insertados en las películas mudas. “Fui muy buen estudiante, y como me becaban, mi padre me dejó seguir yendo al colegio. Hasta que unas fiebres me tuvieron un largo periodo en cama. Me quedé ciego, pero logré curarme tras meses de curas”, recordaba. No volvió al bachillerato, y se puso a trabajar.

Un día de noviembre de 1934 su tío le encargó llevar una cámara cinematográfica para rodar cine sonoro al estudio Orphea. Cuando llegó allí, fue el único capaz de encender la que tenían en funcionamiento. “Entendí que habían enchufado mal la instalación con la que la cámara se sincronizaba con el aparato de sonido y los sistemas eléctricos trifásicos y monofásico”. Por eso, le pidieron que se quedara al lado de la cámara, y siguió el consejo de Adrien Porchet, el director de fotografía: “Si quieres prosperar en esto, estate a tu hora y jamás te sientes”. Desde ese momento lo llevó a rajatabla.

Como era miembro del sindicato CNT, asistió al entierro de líder de las tropas anarquistas, Buenaventura Durruti, que murió en noviembre de 1936. “Había tanta gente, y filmamos tanto, que agotamos las baterías, y yo era el único que sabía rodar a mano arrastrando la película con la manivela”. La mayor parte del material que está disponible hoy pertenece a esa parte. La falta de sonido la solucionaron sincronizando las imágenes con la retransmisión de Radio Barcelona. Mariné participó en Aurora de esperanza (1937), drama anarquista precursor del neorrealismo, y en otras películas —como Paquete, el fotógrafo público número uno (1938), donde se hizo amigo de un actor que empezaba, Paco Martínez Soria—, antes de incorporarse a filas. Tras ser diezmada su compañía en mayo de 1938 en la batalla de río Segre, Mariné acabó como fotógrafo de otro mito de la contienda, el teniente coronel Enrique Lister, hasta que ese invierno cruzó la frontera con Francia.

Mariné acabó recluido en el campo de concentración de Argelès-sur-Mer. “Soy el único español que logró escapar de allí, y lo hice a nado”. Finalmente, con otros refugiados viajó como preso de Pasajes (Gipuzkoa) a Cádiz. Del campo de prisioneros de la Rinconada (Sevilla) lo sacó su padre con contactos, y Mariné acabó la guerra en el bando franquista, como fotógrafo del Estado Mayor de Cataluña. Lo primero que hizo al lograr la libertad fue ir a una sala, a ver El gran Ziegfeld.

Y por eso, volvió a su pasión: “Tras sobrevivir a la Guerra Civil juré que mi vida la dedicaría al cine”. Retornó en octubre de 1939, con el rodaje de La tonta del bote (“La original, no la que todos recordáis”, bromeaba en la entrevista). En 1942 filmará cuatro películas; en 1943, cinco... En 1947 se muda a Madrid y al año siguiente debuta como director de fotografía en la primera de las 140 películas en las que realizó esta labor hasta 1990, que se retiró con un rodaje bajo el agua: La grieta, de Juan Piquer Simón. Entre esos trabajos, la primera rodada en España en Technicolor, La gata (1956), con Jorge Mistral (compañero suyo de partidos infantiles de fútbol en su barrio de Barcelona) y Aurora Bautista.

Restaurando hasta los 99 años

A la vez que se ganaba la vida como director de fotografía, Mariné fue desarrollando procesos y máquinas para conservar y restaurar celuloide. Así logró, por ejemplo, que no hubiera que filmar de nuevo La gran familia, cuyo negativo se estropeó casi al final del rodaje. Durante años trabajó en restauración en la Filmoteca Española, resucitando filmes como Currito de la cruz y La aldea maldita. “Siempre hay que restaurar el negativo. Hacerlo sobre el positivo es otra cosa a la que no podemos llamar restauración. Y ya veremos cómo conservamos el digital, que está resultando peor soporte de almacenaje”. En la ECAM, donde dio clase desde su retirada de los rodajes, trabajaba rodeado de diversas máquinas creadas por él para limpiar, restaurar y digitalizar celuloide.

Entre otros galardones, Mariné ya poseía el Premio Segundo de Chomón, la Espiga de Honor de la Seminci de Valladolid, el Premio de Investigación Juan de la Cierva y la Medalla de Oro de la Academia, además de ser el primer director de fotografía que ingresó en la Academia.

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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