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Hallados 15 cuerpos de niños y hombres asesinados en un cruce de calles de una gran ciudad celta de Navarra

Los expertos creen que los romanos se llevaron como botín a las mujeres de Vareia y después quemaron y arrasaron el asentamiento urbano

Vista parcial de los restos esqueléticos tumbados sobre el pavimento de la calle, recuperados en la cata 3 de Vareia.
Vista parcial de los restos esqueléticos tumbados sobre el pavimento de la calle, recuperados en la cata 3 de Vareia.Universidad Pública de Navarra
Vicente G. Olaya

Sobre el yacimiento arqueológico de La Custodia (Viana, Navarra) se alzó la antigua ciudad berona de Uara/Vareia desde mediados del siglo II a. C. hasta los años setenta del siglo I a. C. El historiador romano Tito Livio la definió como “la ciudad más fuerte” de esta tribu celta del norte peninsular. La arrasó el general romano Quinto Sertorio en el 76 a. C., al tiempo que asesinaba a buena parte de los habitantes que estaban en el momento del ataque. Los expertos no descartan que algunos berones pudieran huir en mitad de la lucha. Fue tal la destrucción que su reconstrucción se tuvo que llevar a cabo a diez kilómetros de distancia, en lo que hoy es el barrio logroñés de Varea. El estudio Investigación arqueológica del yacimiento La Custodia, del arqueólogo Javier Armendáriz Martija y publicado en la revista Trabajos de Arqueología Navarra, desvela que se han hallado en las últimas excavaciones arqueológicas una quincena de cuerpos de asesinados, correspondientes a hombres y niños desarmados, lo que significa que las mujeres se convirtieron en parte del botín. Todos ellos muertos en un cruce de calles.

Un equipo de la Universidad Pública de Navarra y de la UNED, dirigido por Armendáriz y codirigido por Javier Nuin Cabello y Álex Duró Cazorla, lleva desde 2017 estudiando 15 hectáreas de una horquilla de terreno entre los ríos Longar y Perizuelas. Los expertos han utilizado modernos sistemas de prospección geofísica multisistema (georradar y magnetómetro), además de prospecciones superficiales de alta intensidad, sondeos estratigráficos y excavaciones arqueológicas.

Uno de los objetivos, dice Armendáriz en su artículo, era “reconocer los pormenores del final traumático que tuvo esta ciudad de la etnia berona en las guerras sertorianas con el fin de construir el relato de los sucesos en los que se produjo el ataque del ejército romano sobre su población”. Las guerras sertorianas (82. a. C.-72 a. C.) fueron la secuela de la primera guerra civil de la República Romana, que acabó con el enfrentamiento del procónsul de Hispania, Quinto Sertorio, durante diez años, con la facción de los optimates. Al final, el Senado de Roma tuvo que enviar al prestigioso general Pompeyo para reducirlo. Muchas de las ciudades peninsulares acabaron destruidas por uno u otro bando.

Los primeros restos esqueléticos se hallaron en 2018 “con señales de arma blanca en tres personas tiradas sobre el pavimento de la calle en el nivel arqueológico formado por el ataque militar, amén de los objetos personales que portaban y otros de carácter bélico”. Entre 2021 y 2022 se excavaron 200 metros cuadrados más y se halló, además de los restos de otro individuo, un cruce de calles “perfectamente pavimentadas mediante grandes losas ajustadas con ripios”.

Disponían de aceras de piedra y pavimento de tierra pisada. Daban acceso a casas con porche. La calle principal tenía un ancho de cuatro metros y las transversales, 2,5. Las vías fueron diseñadas ligeramente inclinadas para facilitar su desagüe. Las aceras se levantaban unos 40 centímetros sobre el pavimento con el fin de proteger las viviendas de la acción del agua. Incluso, se ha localizado un paso peatonal elevado compuesto por tres grandes bloques de piedra que facilitaba el paso de los peatones en caso de fuertes lluvias, al tiempo que los carros podían sobrepasarlas.

Las viviendas, según las primeras investigaciones, eran pareadas y dispuestas en manzanas “dentro del ordenado urbanismo que enseña esta ciudad”. Median entre 60 y 70 metros cuadrados. Se construyeron sobre cimientos de zócalo de piedra, medianería de adobe y postes de madera. Las casas fueron impermeabilizadas con mortero de cal y arena. Contaban con un porche de madera para realizar en este espacio tareas que exigieran luz solar.

Fue en uno de los cruces viarios de la ciudad donde los arqueólogos encontraron la mayoría de los cuerpos, lo que permite “reconstruir con cierto detalle cómo fueron los últimos momentos de vida en esta ciudad poco antes de que quedase arrasada por el fuego y sepultada para siempre por las ruinas de sus edificios”.

Once de los cuerpos se han recuperado “en posición caótica, caídos sobre la calzada, dos de ellos niños de corta edad (unos dos años), casi todos con la cabeza orientada hacia el sur, lo que podría indicar que recibieron el ataque desde el norte”. Aunque hasta el momento solo se han podido analizar con cierta profundidad en laboratorio dos individuos, “todos murieron con violencia luchando cuerpo a cuerpo; al menos cuatro personas recibieron sendos espadazos en sus cabezas, otro presenta un brazo amputado y uno de los niños probablemente fue decapitado, pues su cabeza apareció separada de su cuerpo a seis metros en el mismo nivel de cenizas y maderos carbonizados formado tras el ataque sertoriano”, relatan los investigadores.

Imagen cenital, tras la excavación arqueológica, del cruce de calles donde se hallaron buena parte de los cuerpos.
Imagen cenital, tras la excavación arqueológica, del cruce de calles donde se hallaron buena parte de los cuerpos.Juan Brualla

Los expertos confirman que “todos eran población local civil, pues algunos portaban fíbulas, pasadores y tiradores de bolas que adornaban sus vestimentas; dos individuos tenían anillos en sus manos y en su cintura placas de cinturón articulada decoradas a buril y con nielado de plata. Finalmente, un varón portaba, quizás para defenderse del ataque, lo que parece un cuchillo”.

La población fue masacrada con espadas y puñales de hierro, pero también con proyectiles de honda de plomo lanzados a corta distancia, a no más de 15 metros. Se han recuperado siete de ellos. Al menos dos cuerpos muestran los impactos de los disparos del hondero romano. A solo 30 metros, los arqueólogos han hallado un zurrón con sesenta proyectiles de distintos pesos y formas.

“El ataque militar sertoriano desplegado sobre Vareia fue masivo, generalizado, y su población masacrada, con saqueo previo de los enseres, que se ve claramente por la posición en que se aparecen algunos bienes domésticos, otros de valor y, sobre todo, por el exterminio de sus moradores”, dicen.

Los expertos concluyen que “todas las personas murieron con violencia a consecuencia del ataque militar romano y quedaron tendidas sobre el pavimento, sin que posteriormente nadie se hiciera cargo de sus cuerpos para darles sepultura. Por la disposición y estado de los huesos y la ausencia de algunos de sus miembros completos (pérdida de piernas, brazos, etc., sin aparentes traumatismos) se infiere que su carne fue sustraída, desplazada y consumida probablemente por animales carnívoros carroñeros, mamíferos y/o buitres”.

Quinto Sertorio perdió la guerra, finalmente, en gran parte porque se quedó sin apoyo de las ciudades. Fue asesinado por su lugarteniente Marco Perpenna Ventón.


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Sobre la firma

Vicente G. Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.
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