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Los nazis las querían en casa o en las fábricas, pero ellas se rebelaron contra el Tercer Reich

Una exposición en Berlín rinde homenaje a las mujeres de diversas clases e ideologías que se jugaron la vida para hacer frente al nacionalsocialismo desde la resistencia

Elena G. Sevillano
A la izquierda, Hans y Sophie Scholl con Christoph Probst, los tres de la Rosa Blanca, en 1942.
A la izquierda, Hans y Sophie Scholl con Christoph Probst, los tres de la Rosa Blanca, en 1942.Museo de la Resistencia

Sophie Scholl escribió una palabra en el reverso de la acusación que la condenaba a muerte: libertad. La historia de esta universitaria que defendió sus ideas contra el régimen de Hitler es una de las más desgarradoras de la Alemania nazi. La joven formaba parte del grupo llamado La Rosa Blanca, que repartía folletos con mensajes contra el Tercer Reich hasta que fue descubierto por la Gestapo. Todos sus miembros fueron condenados a muerte en la guillotina. Sophie solo tenía 21 años. Hoy en prácticamente todas las ciudades alemanas hay un colegio con su nombre, convertido en un poderoso símbolo de la resistencia pacífica.

Cuando recuerdan a las mujeres que se rebelaron contra el nacionalsocialismo los alemanes piensan en Scholl, o en Marlene Dietrich, la estrella de Hollywood que usó su fama para contarle al mundo qué clase de monstruo era el dictador, pero fueron cientos las mujeres de estratos sociales diversos e ideologías dispares quienes se jugaron la vida para luchar contra el fascismo. Mientras el papel de los hombres de la resistencia está muy bien documentado, el de las mujeres siempre ha sido más desconocido, algo que Johannes Tuchel, director del Centro para la Memoria de la Resistencia Alemana, califica de “vergüenza para la historiografía alemana”: “Tras la guerra, a la falta de disposición de las mujeres a testificar se sumó una falta de interés por parte de la investigación académica”.

La exposición Mujeres de la resistencia, que se exhibe en Berlín hasta noviembre, viene a saldar esa deuda histórica sacando a la superficie historias de mujeres que habían caído en el olvido. Sus retratos se exhiben ahora en la fachada del centro, un complejo monumental construido por los nazis fuera de las rutas turísticas habituales de Berlín. El edificio, cargado de simbolismo, es el lugar donde hace 80 años fueron ejecutados los protagonistas de la operación Valkiria, el coronel Claus Schenk von Stauffenberg y otros líderes de la fallida conspiración de julio de 1944 para asesinar a Hitler.

A la completa exposición permanente se suma ahora esta muestra, resultado de un encargo del Bundestag, el Parlamento alemán. En 2019, el pleno reconoció expresamente “la valentía y los logros de las mujeres en la resistencia contra el nacionalsocialismo” y destinó financiación a la laboriosa tarea de rastrear y documentar miles de trayectorias vitales.

Vista de la exhibición "Frauen im Widerstand gegen den Nationalsozialismus"
Vista de la exhibición "Frauen im Widerstand gegen den Nationalsozialismus"Centro Memorial a la Resistencia Alemana

Entre las mujeres que lucharon en la resistencia había desde hijas de banqueros y militares de alto rango hasta profesoras, secretarias, ilustradoras y empleadas del hogar; desde sindicalistas, anarquistas, comunistas y socialistas, hasta católicas, protestantes y testigos de Jehová. La exposición recoge 32 semblanzas representativas de esa diversidad, mientras que la web Frauen im Widerstand permite consultar otras 300, con fotografías y la documentación que se conserva: cartas, postales o las sentencias de las que fueron descubiertas.

A todas las unía la oposición al nacionalsocialismo, que pretendía confinarlas a una vida de sometimiento. “La ideología nacionalsocialista reducía a las mujeres a un rol de madres y amas de casa”, subrayó Claudia Roth, secretaria de Estado de Cultura durante la inauguración de la muestra: “Se suponía que debían alejarse de la política, debían tener niños y criarlos, y cuidar de la familia. Los puestos de liderazgo en el estado, el partido, la economía y la sociedad estaban reservados a los hombres”. La muestra exhibe propaganda de la época nazi que ensalza la figura del ama de casa y el trabajo femenino en las fábricas, que se hizo necesario cuando los hombres estaban en el frente.

Enfrentarse al régimen era para ellas doblemente heroico. La empleada del hogar Elise Hampel, junto a su marido Otto, difundió cientos de postales por todo Berlín en las que denunciaban el Gobierno de Hitler. Su caso inspiró la popular novela Solo en Berlín, de Hans Fallada, llevada al cine en varias ocasiones. La profesora comunista Hilde Radusch y su pareja, Else Klopsch, con una discapacidad grave, desafiaron a las autoridades ofreciendo ayuda a judíos.

Otras participaron en redes más amplias. Freya von Moltke, hija de un banquero, colaboró junto a su marido en el Círculo de Kreisau, un grupo de socialistas y conservadores que debatía cómo se reorganizaría Alemania tras el fin del Tercer Reich. La secretaria Maria Terwiel, la ilustradora publicitaria Elisabeth Schumacher, la secretaria Rose Schlösinger y la oficinista comunista Hilde Coppi (cuya vida se ha llevado al cine este año) colaboraron con los grupos de resistencia anti-nazi denominados Orquesta Roja, que incitaban a la desobediencia civil, ayudaban a judíos y disidentes a escapar, y suministraban información a los aliados.

Vista de la exhibición "Frauen im Widerstand gegen den Nationalsozialismus"
Vista de la exhibición "Frauen im Widerstand gegen den Nationalsozialismus"Centro Memorial a la Resistencia Alemana

Otras, sencillamente, cometieron el error fatal de expresar en voz alta sus críticas al führer. Como la sastra Elfriede Scholz, hermana de Erich Maria Remarque (autor de la novela antibelicista Sin novedad en el frente, prohibida por los nazis) y acérrima anti-nazi que tildó a los soldados de ganado para el matadero y le deseó la muerte a Hitler hablando con una cliente. Poco después fue delatada.

Marlene Dietrich fue quizá el mayor altavoz internacional de la resistencia. Consagrada en Hollywood, desplegó una actividad infatigable contra el Tercer Reich: se comprometió con la emigración de judíos y perseguidos políticos y financió el combate contra los nazis. “¡Chicos, no os sacrifiquéis! La guerra es una mierda y Hitler es un idiota”, dijo a los soldados de la Wehrmacht en 1944.

“La resistencia abarca todas las acciones encaminadas a perjudicar al movimiento nacionalsocialista. Esto incluye, por ejemplo, la redacción o difusión de escritos, la participación en partidos y organizaciones prohibidas, pero también la crítica individual entusiasta y la ayuda a las víctimas judías”, señala Dagmar Lieske, comisaria de la exposición.

Esta imagen romantizada de la mujer como guardiana del hogar estaba evidentemente limitada a las mujeres que encajaban en la comunidad popular, o Volksgemeinschaft, la sociedad ideal totalitaria que preconizaban los nazis. El resto quedaban fuera: tanto las que vivían vidas inconformistas como las que no cumplían los criterios raciales. A estas —judías, gitanas, discapacitadas— se las despojaba de sus derechos y se las perseguía.

Desde su llegada al poder, en 1933, los nazis ejercieron una represión asfixiante de cualquier acción de resistencia política y empezaron a enviar a campos de concentración a mujeres comunistas, socialdemócratas y sindicalistas. Hasta 1945, los tribunales civiles y los llamados tribunales populares dictaron 15.000 condenas a muerte, la mayoría de las cuales fueron ejecutadas.

Imagen de 'El expreso de Shangai' (Josef von Sternberg, 1932), con la actriz Marlene Dietrich, una de las mujeres que se rebelaron contra el nazismo.
Imagen de 'El expreso de Shangai' (Josef von Sternberg, 1932), con la actriz Marlene Dietrich, una de las mujeres que se rebelaron contra el nazismo.

La joven taquígrafa Liselotte Hermann, detenida por suministrar información al ilegalizado partido comunista, fue la primera madre y luchadora de la resistencia que fue decapitada en la infame prisión de Plötzensee, en Berlín, en 1938. La muestra recuerda también cifras que se desconocen, como el número de mujeres a las que les arrebataron a sus hijos tras ser condenadas. Entre 1939 y el final de la guerra, más de 120.000 mujeres fueron confinadas en el campo de concentración de Ravensbrück. Más de 25.000 murieron, ya fueran asesinadas o por las inhumanas condiciones del campo.

La actividad de la resistencia se hizo especialmente arriesgada a partir del invierno de 1942-1943. La derrota de las tropas del Reich ante el ejército soviético en la decisiva batalla de Stalingrado marcó un recrudecimiento de la represión en Alemania. Los jerarcas nazis querían preservar la estabilidad interna a toda costa.

“Desde ese momento, la mayoría de las condenas a muerte contra mujeres fueron por la llamada subversión de las fuerzas de defensa. En realidad, detrás de esta acusación se escondía la supresión despiadada de cualquier crítica al sistema”, explica Johannes Tuchel, director del centro. Actividades que antes eran penadas con prisión ahora suponían la pena capital. Esa y otras argucias legales se utilizaron para condenarlas a muerte. En 1942, Schumacher fue condenada y decapitada, y en 1943 le siguieron Scholl, Hampel, Terwiel, Scholz, Coppi, y Schlösinger.

Otras, como Von Moltke, Radusch y Klopsch consiguieron evitar las condenas o eludir las detenciones. La aristócrata Erika von Tresckow, que colaboró con su marido, el general Henning von Tresckow, en la conspiración para asesinar a Hitler, convenció a las autoridades de que no sabía nada de la conjura contra el führer.

Para Roth, miembro de Los Verdes, el ejemplo de las mujeres de la exposición es hoy especialmente válido frente a quienes emplean discursos de odio y miedo para dividir a la sociedad: “Estas mujeres nos desafían a utilizar nuestro margen de maniobra aquí y ahora para proteger, defender y preservar la democracia”.

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.
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