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La vida es cañón para Alcalá Norte: historia del grupo en boca de todo el mundo

La banda madrileña, que actualiza el sonido ochentero de Burning o Décima Víctima, vive ese momento de efervescencia y maravillosa ingenuidad que sintieron Nacha Pop en 1979, Los Planetas en 1993 o Vetusta Morla en 2007. Les pillamos justo unos segundos antes de explotar

Alcalá Norte el pasado mayo en su local madrileño. De izquierda a derecha, Jaime Barbosa (batería), Laura de Diego (teclados), Álvaro Rivas (voz), Pablo Prieto (bajo) y Carlos Elías (guitarra). Falta Juan Pablo Juliá (guitarra), que no compareció al ensayo.
Alcalá Norte el pasado mayo en su local madrileño. De izquierda a derecha, Jaime Barbosa (batería), Laura de Diego (teclados), Álvaro Rivas (voz), Pablo Prieto (bajo) y Carlos Elías (guitarra). Falta Juan Pablo Juliá (guitarra), que no compareció al ensayo.Pablo Monge
Carlos Marcos

Día festivo en Madrid. 11 de la mañana. Cinco chavales ensayan en un local de Ciudad Lineal, su barrio. Es un espacio pequeño donde apenas caben. El batería da tragos a una lata grande de una bebida energética y se lía cigarrillos. Atacan un tema. El cantante, brazo extendido como un predicador, entona: “Peineta para mi chica y un mantón. / Butaca en teatro. / La vida cañón”. Se llama La vida cañón y es el nuevo himno del pop-rock español.

Nadie que conozca bien las pulsaciones de la música española duda de que Alcalá Norte se va a convertir en una banda grande. El entusiasmo de la crítica, la respuesta del público, las ventas de los vinilos de su primer disco (agotada ya la tercera tirada), las llamadas de los festivales para apuntarse el tanto (Tomavistas, Primavera Sound, BBK Live)… Todo se precipita por minutos. Literal: en las dos horas que dura el ensayo reciben la propuesta de varios festivales que les quieren contratar. Hoy, Alcalá Norte es el grupo español del que más se habla en la industria musical, con seguidores veinteañeros y también mayores, que añoran bandas jóvenes tocando música de antes. Un amigo del grupo les dijo que eran una mezcla entre Burning y The Cure, y no es mala definición.

Tratar con una banda justo unos segundos antes de explotar resulta una experiencia excitante. Se manejan en todo momento en unos términos maravillosamente ingenuos y respiran una emoción de una pureza que nunca más van a sentir. Lo mismo que les pasó a Nacha Pop en 1979, a Los Planetas en 1993 o a Vetusta Morla en 2007. El año que prendió la mecha. “Bueno, de momento creemos que los 170 euros que pagamos de local de ensayo ya los vamos a poder financiar siempre con lo que saquemos del grupo”, afirman con ironía durante la probatura matinal de canciones. Comparten local con dos bandas. Otra cosa que posiblemente se acabará: pronto contarán con un espacio más grande y para ellos solos para testar las canciones.

Las fortalezas de este grupo provienen de una combinación de imaginación, intuición, locura y atrevimiento. Desde la elección del nombre, Alcalá Norte, idéntico al del centro comercial (situado en Ciudad Lineal, distrito madrileño en el noreste de la ciudad) donde se han pasado años matando el tiempo los fundadores del grupo: Álvaro Rivas (voz), Jaime Barbosa (batería) y Juan Pablo Juliá (guitarra), los tres de 29 años. “Allí nos hemos tirado parte de la adolescencia y la juventud. Íbamos al cine, tomábamos algo… Y había una tienda muy chula de camisetas rockeras, donde compré mi primera sudadera de Reincidentes. Ahora el centro comercial está de capa caída, con muchas tiendas cerradas, pero sigue molando”. El que habla es Barbosa, el batería, melena negra rizada, pantalones elásticos. Parece arrancado de un concierto de Iron Maiden en 1982 en el Pabellón del Real Madrid. Porque Barbosa es heavy. Aunque de momento no le deja el resto del grupo, confía en que algún día conseguirá insertar un solo de guitarra en alguna canción de Alcalá Norte.

El grupo en un momento del ensayo.
El grupo en un momento del ensayo. Pablo Monge

Aquí llegamos a uno de los puntos peculiares y clave de este grupo: está construido al modo de un Frankenstein que funciona precisamente porque las piezas no se complementan, pero encajan en su desorden. El cantante (Álvaro), vendedor de seguros, es seguidor de Décima Víctima y The Stone Roses. El batería, diseñador gráfico, señala a Burning y a Los Suaves como sus bandas españolas predilectas; al otro fundador, el guitarrista (Juan Pablo), que estudia un doctorado en historia en Suecia, le tira el rock argentino de Charly García. Los tres fundaron la banda en 2019 junto a otros músicos que se han bajado del “dragón”, como denomina Álvaro al grupo. Por el camino se han incorporado tres elementos, que no son de Ciudad Lineal, y que han aportado conocimientos técnicos, ya que poseen estudios musicales: el artista favorito del bajista, que se llama Pablo Prieto (32 años) y trabaja en un banco, es Mike Oldfield; la teclista, Laura de Diego (27), profesora de piano, se decanta por propuestas experimentales como la de Marina Herlop; el guitarrista, Carlos Elías (36), que acude todas las mañanas a su consulta de médico de familia, elige a Nirvana. Todos tienen ocupaciones con las que se ganan la vida. Si las cosas van como aseguran los conocedores de la industria, dentro de unos meses habrán aparcado sus actuales empleos para dedicarse exclusivamente a Alcalá Norte.

El mayor de la banda, Carlos Elías, relata cómo conoció al grupo: “Era 2021 y tocaban en una pequeña sala de Madrid, El Sótano. De entrada, me sorprendió que una banda desconocida llenara y, además, con gente muy joven. El sonido era una mezcla de oscuridad y decadencia ochentera sobre la que caminaban firmes melodías de bajo que sostenían todo, junto con sintetizadores que convivían perfectamente con guitarras, que aunque sonaban limpias transmitían agresividad. Y encima de todo eso, un cantante que aprovechaba ese colchón sonoro para mantener la atención del público en la palma de su mano”. Tras aquel concierto, Elías, socio en un estudio de grabación, les propuso registrar un disco, el que ahora se ha agotado, y desde hace unos meses se ha incorporado como guitarrista. Elías ha encauzado el talento y la energía de la banda para alcanzar la profesionalización.

Días después del ensayo, el cantante y autor de las letras, Álvaro Rivas, nos recibe en su casa. Es el piso familiar, en Ciudad Lineal, donde él creció, de unos 60 metros cuadrados, que ahora su padre le ha alquilado. Rivas vive con su mujer, con la que se casó hace cuatro años. Él representa la fuente creativa del grupo, con unas letras que hablan de dioses mitológicos, de chicos que mueren en un incendio tras un accidente trasegando con droga, de un acomplejado Goebbels, de tener un pisito en la calle Elfo (también en Ciudad Lineal)… El letrista, que aduce una veloz capacidad lectora, consume filosofía clásica, a Goethe, Léon Bloy, Calvino, Enrique Ocaña, Chaves Nogales, Ernst Jünger… echa de menos al Madrid de Cristiano Ronaldo, se nutre de entrevistas que ofreció Pasolini, reivindica el Power Ranger verde… Mezcla en sus textos historia clásica, erudición y cultura popular. La vida cañón, por ejemplo, surgió después de que Barbosa (el generador de ideas y frases entre castizas e ingeniosas, además de fanático de la serie Cuéntame: la ha visto entera once veces) leyese en un número de 1935 de la revista Mundo Gráfico las aspiraciones de un vecino de Lavapiés después de haberle tocado el Gordo. “Qué va a hacer con el dinero”, le preguntaron. “Pegarme la vida cañón”, respondió con elocuencia el premiado.

Otra imagen de Alcalá Norte en el 'hall' de los locales de ensayo en su barrio, Ciudad Lineal, Madrid.
Otra imagen de Alcalá Norte en el 'hall' de los locales de ensayo en su barrio, Ciudad Lineal, Madrid. Pablo Monge

Rivas canta con una chulería callejera madrileña propia de Toño Martín (el gran vocalista de Burning) o Ramoncín. Le flipan Joy Division y The Stone Roses y tuvo su “etapa bakaluti”. De todo se aprecian pinceladas en Alcalá Norte. A continuación, el propio cantante define en unos segundos sus 29 años con una soltura y una capacidad de síntesis asombrosa: “De pequeño le daba mucha cera a la lectura. A los ocho años ya me había leído El señor de los anillos. Escribía cuentos y los encuadernaba. Pero entonces llegó la Game Boy y la Play Station y eso bajó mi ritmo lector. Me mató creativamente. De hecho, mi padre y mi tío, que era el que me alentaba a pintar, recuerdan con tristeza cómo me desentendí de la creación para entregarme a las consolas. Y después, a los 16, llegó el alcohol y dejé definitivamente de leer. A los 22 peté con el alcohol y me abracé a un mesías que pasó por mi lado, que fue Antonio Escohotado, que me devolvió la pasión por el estudio. Y desde entonces hasta que caí en los porros leí muchísimo. Hijas de esa etapa son las letras del álbum. Ahora he dejado los porros y he vuelto a leer”. Esto quiere decir que las canciones del segundo álbum están en estos momentos tomando forma.

La utilización del teclado unido a una mirada ochentera recuerda a Parálisis Permanente. La teclista, Laura de Diego, haciendo gala de una bendita candidez, señala desconocer al grupo de Eduardo Benavente y no tiene noticias de Ana Curra. De Diego fue primero seguidora del grupo y luego componente. “Cuando les seguía me gustaba la imaginación que tienen a la hora de escoger los temas para las letras y para crear microuniversos divertidos que se relacionan. Y luego la teatralidad de los directos, con rifas de jamones, disfraces, lecturas de poesías… Se sale de lo que ves en otras bandas”.

Alcalá Norte no ha firmado ningún tipo de contrato. “Confiamos en el manager y la discográfica [independiente], y estos se fían de nosotros. Ya habrá tiempo para la burocracia”, señalan. El cantante define la actualidad de Alcalá Norte como “una criatura con vida propia, un dragón en cuyo lomo vamos montados”. Y expone su principal preocupación: “Lo que más me inquieta es mi hogar, cómo le puede afectar a mi relación con mi señora este ajetreo. Y me preocupa mi carrera no musical: qué será de ella. Esas son las dudas que tengo. Quiero seguir trabajando como vendedor de seguros, pero ¿se resentirá mi rendimiento porque los lunes llego reventado después de un fin de semana de conciertos?”. Efectos colaterales de la vida cañón.

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Sobre la firma

Carlos Marcos
Redactor de Cultura especializado en música. Empezó trabajando en Guía del Ocio de Madrid y El País de las Tentaciones. Redactor jefe de Rolling Stone y Revista 40, coordinó cinco años la web de la revista ICON. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Madrid.
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