El cine recupera la memoria de la España colonial con el rescate del archivo de Hermic Films
La digitalización de un fondo encargado por Franco de más de sesenta películas sobre los territorios africanos da pie a un ciclo de cine, un seminario y una investigación
“En principio fue la tierra virgen de África. Había allí otros hombres y mujeres de tez oscura, seres humanos que vivían en estado semisalvaje, esclavos hasta el límite de la naturaleza. Todo era primitivo en el principio y hasta casi bestial (...) Llegó España con muchos y en muchas ocasiones, y los hombres de tez oscura empezaron a aprender”. Son los primeros minutos del corto documental La siembra milagrosa (1956), con la voz en off de Santos Núñez, uno de los cuatro miembros de la productora Hermic Films que navegaron 21 días para rodar en Guinea Ecuatorial a finales de 1944. Fue la primera de varias expediciones que se extendieron hasta los años sesenta, encargadas por el régimen franquista para difundir la actividad colonial que ejercía en tierras africanas. Gran parte de esa producción se ha digitalizado por primera vez y se podrá ver hasta el 6 de junio en el cine Doré de Madrid, una de las sedes de la Filmoteca Española, como parte del seminario Archivos fílmicos y documental colonial: las colecciones de Hermic Films que se celebra en la Universidad Carlos III.
“Franco tuvo desde el principio, desde la creación del No-Do, la confianza y seguridad de que el cine es una herramienta de propaganda maravillosa”, dice Miguel Fernández, director del doctorado en Investigación en Medios de Comunicación de la Carlos III y jefe de la investigación El documental institucional y el cine de aficionado coloniales: análisis y usos. Un proyecto en el que se embarcó junto a la Filmoteca, desde que la institución anunció en noviembre de 2022 la donación, por parte de los descendientes de Manuel Hernández Sanjuán (director de las piezas audiovisuales y cabeza de Hermic Films), de más de 60 documentales ―muchos cortos y algunos largos― rodados en los protectorados españoles de Marruecos, el Sáhara español y Guinea Ecuatorial. A pesar de que existieron otros intentos de registrar la actividad colonial hispana desde fines de la década del veinte —como los archivos del Ministerio de Defensa o del Ejército del Aire—, esta es la más “cuantiosa y conocida”, según Fernández.
“Es una fuente sobre la historia o, más bien, sobre la forma de presentar la historia colonial. No representa la realidad de las colonias, sino que ha sido pensada para elevar un discurso propagandístico de las tareas de España en esos sitios. Nos da un acceso visual a esas zonas, pero no se puede entender sin ese filtro al servicio de la Dirección General de Marruecos y Colonias, que pagaba la producción”. Las películas combinan imágenes de un viajero asombrado por su primer contacto con un mundo nunca visto —el inabarcable verde de la selva guineana que no cabe en el plano, los camellos que se vuelven miniatura en el desierto sin horizonte del Sáhara— con una aleccionadora voz narradora que apunta los beneficios de explotar la madera, el café, los minerales de Khouribga, o del proceso de alfabetización y de la instalación de centros médicos en la zona.
“Queremos pensar estos archivos desde el presente. Es una parte de la historia de España, nos guste o no, que no se enseña en los colegios, y que nos ayuda a indagar en las relaciones que tenemos con otras geografías, reflexionar sobre las migraciones”. Fernández es consciente del camino fangoso y complejo que se ha vuelto hablar del tema con las nuevas corrientes de la descolonización; menciona que “tuvo un desencuentro” a la hora de intentar mostrar las películas en Guinea. “A mí como investigador me corresponde entender los modos de producción, los fondos, cómo se rodaron, contextualizar y catalogar el archivo, y ya serán otros los docentes, artistas y especialistas quienes los debatan”.
La tesis de la cultura occidental y católica como la superior se sustenta más en las distintas películas filmadas en Guinea. En una de ellas, el largometraje Herencia imperial (1951), se ve a unos indígenas ndowe construyendo una choza con troncos de bambú y cuerda; en la siguiente escena aparece la sede de la gobernación española en la capital Bata, con la voz radial de Núñez: “Al lado de esta vida primitiva y simple, se desarrolla otra que España impulsa, conduciendo a Guinea por el camino de la prosperidad”. “Cuando se aborda el territorio guineano vemos un discurso más paternalista, muy en la línea de la teoría de la hispanidad de Ramiro de Maeztu, un discurso que viene a infantilizar a la gente de estos territorios”, opina la técnica de la Filmoteca Mabel Fuentes, quien, desde febrero de 2022 hasta este mayo, formó parte del equipo que digitalizó una selección de las películas del fondo donado, “que no tenía un buen estado de conservación y por eso se notan las rayas y las lesiones en la emulsión”.
La concepción que tiene el archivo sobre Marruecos, al que se le dedica la sesión de este miércoles, es mucho más digna que la de Guinea. El abordaje es más etnográfico y casi se limita a describir los usos y costumbres (artesanos de barro, horneando el pan de pita, tejiendo), y cuando se hacen valoraciones, suelen ser positivas: “Esauira, una ciudad preciosa, no hay ninguna ciudad musulmana como ella”. “Si los guineanos eran tratados como salvajes, con Marruecos hay una familiaridad por el pasado africanista de Franco, por lo que busca una hermandad o fraternidad”, apunta Fernández.
Si la mirada a Guinea es de lástima y la de Marruecos de hermandad, la del Sáhara es exótica y es donde más postales imponentes captura el líder de Hermic, Hernández Sanjuán, quien se convertiría en un referente de la dirección de fotografía del cine español hecho en Guinea. Jaimas (1950) es una contemplación de cómo una caravana de nómadas saharauis arma unas carpas en medio del desierto, explotan cualquier beneficio que les puede dar el camello, arman un altar de piedras que mira a la Meca y recita sus oraciones. “No hay prisa ahí donde la inmensidad no pone límites a las cosas ni al tiempo”, dice la voz de Núñez. Una reverberación del asombro que cuentan los cronistas sobre las primeras impresiones de los conquistadores en América: “Objetos nunca antes vistos, ni siquiera soñados”. “Una de las notas predominantes es la del viajero romántico que va a estos territorios y se queda fascinado con algunas cuestiones, y eso le sirve para reafirmar su visión de dominancia”, asegura el profesor de la Carlos III.
Hay otro elemento en el archivo que hila y conecta gran parte de las producciones: la aparición de los Reyes Católicos. Con imágenes de apoyo de sus tumbas de mármol en Granada o en los retratos pictóricos de la época, son la voz de los superiores a los que Franco y el régimen responde. Embarcados en una misión profética, recuperan “la última voluntad” de Isabel la Católica: “Mando a mis sucesores que no cedan en la conquista”; o reaparece la voz de Núñez con niños guineanos celebrando misa: “Así se cumple el testamento de Isabel la Católica: que se enseñe a los que viven en las tierras nuevas nuestra fe católica, que se les instruya en nuestras buenas costumbres y que no reciban agravio alguno en sus personas”. “Son citas que tenían como 400 años de antigüedad en ese entonces. La película [La siembra milagrosa], como tantas otras, funciona como un dispositivo brutal de transformación y de discurso patriótico”, insiste Fernández.
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