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Ópera | La Gioconda
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Anna Netrebko y Ludovic Tézier despuntan en el renacer napolitano de ‘La Gioconda’

El Teatro San Carlo estrena una atractiva producción de la ópera de Ponchielli, que llegará al Liceu de Barcelona, con un irregular Jonas Kaufmann y la sobresaliente dirección de Pinchas Steinberg

De izquierda a derecha: el barítono Ludovic Tézier, la soprano Anna Netrebko, la ‘mezzo’ Kseniia Nikolaieva (agachada), el bajo Alexander Köpeczi y el tenor Jonas Kaufmann al final del tercer acto de ‘La Gioconda’, el pasado 10 de abril en el Teatro San Carlo de Nápoles.
De izquierda a derecha: el barítono Ludovic Tézier, la soprano Anna Netrebko, la ‘mezzo’ Kseniia Nikolaieva (agachada), el bajo Alexander Köpeczi y el tenor Jonas Kaufmann al final del tercer acto de ‘La Gioconda’, el pasado 10 de abril en el Teatro San Carlo de Nápoles.© ph.Luciano Romano / Teatro di (© ph.Luciano Romano / Teatro di)

La Gioconda disfruta de un interesante renacimiento. Este título de Amilcare Ponchielli, estrenado en 1876 y revisado durante tres años hasta su versión final, suele recordarse hoy por su popular Danza de las horas, del tercer acto. Un exquisito número de ballet que Walt Disney popularizó, en su película Fantasía, con unos inolvidables hipopótamos ataviados con tutús. Pero hablamos del principal título posterior al Verdi de Aida y anterior al verismo de Mascagni o a la eclosión de Puccini. Una versión italiana de la grand opéra francesa, en el modelo de Scribe, con esa combinación infalible de escenas corales masivas, un espectacular marco histórico, abundancia de contrastes y un ballet central.

En menos de tres semanas se han estrenado dos nuevas producciones de La Gioconda, tanto en el Festival de Pascua de Salzburgo como en el Teatro San Carlo de Nápoles. En el primer caso, la ópera debutó en la ciudad de Mozart, el pasado 23 de marzo. En la partenopea, el 10 de abril tuvo lugar el principal evento musical del año, con el regreso de este título 47 años después. Ambas producciones tendrán continuidad en próximas temporadas, respectivamente, en el Covent Garden de Londres y en el Liceu de Barcelona, donde curiosamente esta ópera se puso en cartel hace exactamente cinco años.

Final del ballet ‘Danza de las horas’, en el tercer acto de ‘La Gioconda’, el pasado miércoles en el Teatro San Carlo de Nápoles.
Final del ballet ‘Danza de las horas’, en el tercer acto de ‘La Gioconda’, el pasado miércoles en el Teatro San Carlo de Nápoles.© ph.Luciano Romano / Teatro di (© ph.Luciano Romano / Teatro di)

Pero el renacimiento de este título de Ponchielli también está relacionado con la disponibilidad de grandes voces. Lo demuestra la presencia, en ambas producciones, de un importante elenco encabezado por la pareja estelar de Anna Netrebko y Jonas Kaufmann, que debutaban en sus respectivos papeles de La Gioconda y Enzo Grimaldi. De hecho, el teatro napolitano convirtió el ensayo general, del pasado día 7, en una función especial dedicada al 30° aniversario de la diva rusa en la lírica, ya que hizo su debut en San Petersburgo, en abril de 1994, como Susanna en Las bodas de Fígaro. La cantante de Krasnodar ha ensanchado y oscurecido su voz de soprano lírica para abarcar cada vez más repertorio de spinto.

Quedó claro, en el estreno del pasado 10 de abril, con una gran actuación que destacó especialmente en el cuarto acto. Netrebko afrontó con gran determinación este complejo y dramático personaje desarrollado por Arrigo Boito en su libreto a partir del drama Angelo, tirano de Padua, de Víctor Hugo. Una cantante callejera que ve a su madre ciega públicamente calumniada, afronta la traición de su enamorado, intenta asesinar a su rival para ayudarle a salvar su vida y termina suicidándose para no verse sometida por un malvado.

La soprano Anna Netrebko durante el primer acto de ‘La Gioconda’, el pasado 10 de abril, en Nápoles.
La soprano Anna Netrebko durante el primer acto de ‘La Gioconda’, el pasado 10 de abril, en Nápoles.© ph.Luciano Romano / Teatro di (© ph.Luciano Romano / Teatro di)

La rusa se llevó a su terreno la famosa aria Suicidio!, con sus difíciles cambios de registro y de fraseo. Convirtió algunas leves inconsistencias iniciales en parte de la desesperación del personaje. Y culminó con tal poderío, en los graves y los agudos, que cosechó la mayor ovación de la noche. En adelante, lideró el clímax lírico de la velada, con el trío Quest’ultimo bacio, donde se despide de Enzo y Laura, su amado y su rival, a los que había ayudado a huir, antes de enfrentarse a la muerte. Y coronó su actuación con un admirable dueto final junto al malvado Barnaba, con esa hipócrita seducción en canto fiorito antes de clavarse una daga.

El otro gran triunfador de la noche fue, precisamente, el sensacional Barnaba del barítono Ludovic Tézier. El francés, que cantó un gran Rigoletto esta temporada en el Teatro Real, construyó el cínico confidente de la Inquisición con argamasa de barítono verdiano. Un personaje más cercano del Yago, de Otello, que del Scarpia, de Tosca. Por esa razón, Tézier elevó con tono bruñido el nihilista monólogo ¡O monumento! que tanto recuerda al personaje perverso que Verdi crearía a partir de otro libreto de Boito.

Flojo Kaufmann

Por el contrario, Jonas Kaufmann convenció menos como Enzo Grimaldi. El tenor alemán afrontó con nobleza los pasajes más exigentes en fortísimo en el registro agudo, pero su voz pronto empezó a sonar cansada y quebradiza. No obstante, su musicalidad fue una constante en el canto legato donde exhibió un admirable manejo de las medias voces. Culminó su famosa romanza del segundo acto, Cielo e mar, con un maravilloso regulador en pianísimo sobre el sol agudo. Para su amada, Laura Adorno, se contó con Eve-Maud Hubeaux, que sustituyó a Anita Rachvelishvili y venía de cantar la referida producción salzburguesa.

Esta mezzo suiza de timbre homogéneo manejó con solvencia la inmensa tesitura de Laura. Pero no convenció su construcción del personaje y apenas afloró algo de intensidad en la escena del tercer acto cuando su marido Alvise Badoèro le ordena que se mate con veneno. Ese sádico jefe de la Inquisición veneciana fue el bajo rumano Alexander Köpeczi, un cantante tan sólido como impersonal. Y el sexto personaje principal de esta compleja ópera, La Cieca, fue la mezzo ucrania Kseniia Nikolaieva, más consistente dando vida a la pobre madre invidente de La Gioconda.

La soprano Anna Netrebko cantando su aria ‘Suicidio!’ en el cuarto acto de ‘La Gioconda’, el pasado miércoles en el San Carlo de Nápoles.
La soprano Anna Netrebko cantando su aria ‘Suicidio!’ en el cuarto acto de ‘La Gioconda’, el pasado miércoles en el San Carlo de Nápoles.© ph.Luciano Romano / Teatro di (© ph.Luciano Romano / Teatro di)

El tercer triunfador de la noche fue el director musical Pinchas Steinberg, que defendió desde el foso los detalles innovadores de la partitura de Ponchielli. Aparte de acompañar con precisión a las voces y los conjuntos, el maestro israelí supo crear atmósferas exquisitas al frente de la orquesta del teatro napolitano. Destacó en los dos últimos actos y, especialmente, en una excelente Danza de las horas, que dirigió marcando todos los detalles y culminó con un galop trepidante. El coro titular del teatro napolitano, incluso con su sección infantil, fue otra fortaleza desde su primera intervención Feste! Pane!, en la espectacular escena inicial ambientada en el carnaval veneciano.

La dirección escénica de Romain Gilbert parte del acierto de mantener la ubicación veneciana y su ambientación histórica, dos aspectos fundamentales en esta ópera. Pero el joven régisseur francés, que debutaba en el San Carlo, tampoco quería explotar la imagen popular de la ciudad de los canales. Una semblanza más aterradora y cercana a la época de la Inquisición, que retrata la sencilla escenografía de tono neutro firmada por Etienne Pluss. Una monotonía que no renuncia a evocar los diferentes escenarios de la acción añadiendo detalles tan vistosos como el fuego.

AFuego en el barco de Enzo Grimaldi al final del segundo acto de ‘La Gioconda’, el pasado miércoles en Nápoles.
AFuego en el barco de Enzo Grimaldi al final del segundo acto de ‘La Gioconda’, el pasado miércoles en Nápoles.© ph.Luciano Romano / Teatro di (© ph.Luciano Romano / Teatro di)

El toque de color lo aporta el refinado vestuario de Christian Lacroix, especialmente en las protagonistas femeninas. La iluminación de Valerio Tiberi también añade variedad a la escena y la coreografía de Vincent Chaillet es un guiño a la comedia del arte. No por casualidad, la Danza de las horas está protagonizada por Colombina, Arlequín y Pantalón flanqueados por seis parejas de bailarines. Hay una obsesión por el movimiento constante, con figurantes que interactúan con los protagonistas, aunque Gilbert sabe detener la acción para ensalzar el concertato final del tercer acto.

Entre las ideas propias, aparte de convertir al escribano Isèpo en un arlequín o de reinventar la trama del ballet, sorprende el final. Me refiero al coup de théâtre que supone la aparición del fantasma de La Cieca, una vez que Barnaba grita al cadáver de La Gioconda que la ha matado. Un elemento sobrenatural muy alejado del espíritu de esta ópera.

'La Gioconda'

Música de Amilcare Ponchielli. Libreto de Tobia Gorrio (seudónimo de Arrigo Boito).

Anna Netrebko, soprano (La Gioconda), Jonas Kaufmann, tenor (Enzo Grimaldi), Ludovic Tézier, barítono (Barnaba), Eve-Maud Hubeaux, mezzosoprano (Laura Adorno), Alexander Köpeczi, bajo (Alvise Badoèro), Kseniia Nikolaieva, mezzosoprano (La Cieca), Lorenzo Mazzucchelli, bajo (Zuàne), Roberto Covatta, tenor (Isèpo).

Coro y Orquesta del Teatro di San Carlo. Dirección musical: Pinchas Steinberg. Dirección de escena: Romain Gilbert. Teatro San Carlo de Nápoles, 10 de abril. Hasta el 17 de abril.

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