Cincuenta años de Jordi Socías como fotógrafo: la calle, la ironía y el retrato
La Sala Canal de Isabel II de Madrid dedica una exposición al medio siglo de una trayectoria marcada por su acercamiento a los grandes nombres de la cultura
La belleza a lo Grace Kelly de la actriz Aitana Sánchez-Gijón, con pañuelo en la cabeza y su mano descansando en su hombro desnudo; un descampado en el barrio de Bellvitge, en L’Hospitalet de Llobregat (Barcelona), en el que, con un fondo de edificios a estrenar y grúas, un inmueble blanco anuncia en su fachada: “Cine Lumiere”. O por seguir con el cine, un joven Fernando Trueba con un parche que oculta su ojo estrábico. El mundo que ha observado en los últimos 50 años Jordi Socías (”soy fotógrafo del periodismo, pero no fotoperiodista, eh”, matiza) está en esas imágenes. “Por un lado, la calle, donde transcurren la vida, las emociones, los lugares y las personas, la calle como puesta en escena; y por otro, el retrato, con la actitud del retratado y la relación del fotógrafo con el personaje”, asegura.
Socías (Barcelona, 79 años) contempla, encantado, el montaje de la exposición titulada Al final de la escapada, en la Sala Canal de Isabel II, en Madrid, comisariada por Lucía Laín y con el diseño de Mikel Garay, que resume su medio siglo de trayectoria, iniciada a comienzos de los setenta: “Yo me dedico a la observación. Ser fotógrafo es ver lo que los demás no ven”, dice en el recorrido con el periodista, el pasado martes. ¿Lo de la observación tiene un punto de voyerismo? “También puede ser”, sonríe quien fue editor gráfico de El País Semanal durante dos décadas.
El visitante de esta muestra, abierta hasta el 21 de abril, se encontrará de inicio con los retratos de cuatro metros de altura de Pedro Almodóvar y Paloma Picasso y una vitrina con fotos personales de Socías. “Mi álbum”. Se le ve a él en un biscúter, aquel cochecillo que parecía de juguete, de los años cincuenta; con escritores, como John le Carré o su amigo Manuel Vicent, con Francis Ford Coppola, Dolores Ibárruri, Pasionaria...
Autodidacta, “de clase media-baja”, señala, hasta descubrir su amor por la fotografía era empleado de una relojería. Amante del séptimo arte (”nací al lado del cine Versalles de Barcelona”), ha nombrado su exposición, organizada por la Comunidad de Madrid, con el título del primer largometraje de Godard, que protagonizaron en 1960 Jean-Paul Belmondo y Jean Seberg, un filme clave de la nouvelle vague. “Esta película cambió la forma de mirar”. Esa mirada le influyó a él, que ha paseado sus imágenes por 15 países y ha estado ligado casi siempre a revistas, fuera como editor o fotógrafo. Una base de su aprendizaje fueron las de moda, como Vogue, “una marca de estilo”. Socías puso en marcha la agencia Cover, que fundó en 1979 con el espíritu de la célebre Magnum: que sus miembros ofrecieran sus trabajos a los medios.
La exposición reúne más de 80 fotografías, en formato grande: “He querido que sea como un espectáculo”. Algunas, aun mayores, hacen de fondo de las paredes de la sala, como la imagen de “un salto de calle”, que era como llamaban los antifranquistas a las protestas que surgían de repente, a la orden de un pito que alguien tocaba para plantarse en el asfalto. “Es una de mis primeras fotos”. De las que se exponen, mitad son analógicas y la otra mitad digitales. Él no fue de los que se pusieron nostálgicos con el cambio de técnica: “Dije ‘qué bien, ya no tengo que llevar carretes”.
Tras una corta etapa en su ciudad natal, Socías llegó a Madrid para trabajar en 1976 en la revista Cambio 16, lanzada cinco años antes. De esa época son sus fotos del entierro de los abogados laboralistas asesinados por ultraderechistas en la calle de Atocha, en enero de 1977. Son imágenes de una multitud con el puño en alto. También hay de otro momento histórico, el exterior del Congreso de los Diputados durante el intento de golpe de Estado del 23-F de 1981.
A lo largo del recorrido se suceden composiciones de dos imágenes de épocas y temática normalmente distintas, que él junta, en esa forma particular de mirar la realidad, con ironía y un toque surrealista. “Me surgen por imaginación, son como dobles páginas de una revista. Las unes y surge otra distinta”. Así sucede con la de un grupo de niños sicilianos que miran a cámara, yuxtapuesta con la de varias personas que pasan por delante de una atracción del barcelonés Parque Tibidabo. O el díptico que forman un señor mayor con clavel en el sombrero, en la Lisboa de la Revolución de los Claveles, y la cantante Alaska vestida de primera comunión. O el de un grupo de señoritos en la Feria de Jerez junto a una sesión para la revista Madrid me mata, en la que varias jóvenes, entre ellas Emma Suárez, posan en un taller de coches.
En esa línea de humor absurdo está su autorretrato con el oso (era un disfraz bajo el que había un actor) de la película Feroz, de Manuel Gutiérrez Aragón. “Me dije, este es el momento de hacerse una foto con un oso, con el decorado de una casa de familia media madrileña”. Era la época en que acudía a rodajes para fotografiar lo que le llamaba la atención.
En otra planta, Socías muestra su galería de retratos de gentes de la cultura. “La cultura es uno de los posos más importantes de la vida, y yo he tenido la ventaja de trabajar con gente muy culta, internacional y de España”. ¿Cómo se movía cuando tenía que fotografiarlos? “El retratado siempre te pregunta qué tiene qué hacer. Y yo ya iba con todo bastante pensado, trabajaba rápido”. Así, tuvo poco tiempo para hacerlo en Nueva York al bailarín Mijaíl Baryshnikov. El fantástico resultado, con luces y sombras, surgió en un pasillo con ventanas que tenían persianas de las que se puede regular la luz que entra. Sin embargo, confiesa: “Técnicamente, no soy bueno. No soy amante de los aparatos, ni del flash”.
La mayoría de sus retratos son en blanco y negro “porque te sacan de la realidad, que es en color, y además es muy expresivo”. Como una guapísima Penélope Cruz o Nacho Duato desnudo, como un discóbolo; el gesto delicado de la escritora Arundhati Roy, John le Carré en Cornualles (”fui con Maruja Torres a su casa, era un señor muy amable, su mujer nos hizo unos espaguetis buenísimos”) o el artista chino Ai Weiwei, en 2021, al que le propuso que se sujetara dos bolas chinas en los ojos. Accedió.
Y para cerrar, su primer gran retrato, el de Salvador Dalí, en 1979, quizás su foto más conocida: “Fui a su casa en Portlligat y me dijo: ‘Venga cada tarde a las cuatro y yo le diré cuándo hace la foto. Íbamos y había siempre mucha gente. Tenía un mayordomo y decía: ‘Señor Dalí, viene un coro alemán’. ‘Que suban’. Entonces venían y se ponían a cantar hasta que él decía: ‘Ya”. A la quinta tarde llegó el momento: “Joven, cuando la tramontana me revuelva el pelo, entonces”, dijo el artista. Socías lo retrató a un palmo de distancia, en una imagen icónica en la que del genio solo se ve un ojo y pelo enmarañado.
Babelia
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