De desechados a protagonizar una exposición: los bocetos para grabados brillan en El Prado
Una muestra ilustra el meticuloso proceso para realizar obras con la técnica que tuvo su momento más álgido en España a mediados del siglo XVIII
La faceta que explotó el lado más moderno y subversivo de Francisco de Goya (1746-1828) —junto a sus Pinturas negras— fue la de grabador. En esta técnica calcográfica, que significó la mitad de su producción, dio rienda suelta a su sátira e ironía del ser humano en sus series de Disparates y Caprichos. El aragonés fue difusor de un método que nunca llegó a tener el prestigio de la pintura o la escultura, pero que de igual manera requiere un minucioso y complejo proceso que incluye dibujos previos, pruebas de estado e incisiones en una lámina de cobre. Muchos de esos estudios preparatorios fueron desechados o perdidos en su época, pero ahora han sido rescatados para la exposición Del lapicero al buril. El dibujo para grabar en tiempos de Goya, que muestra en el Museo del Prado el complejo proceso de este milenario estilo, desde el boceto hasta la estampa final.
“Me aventuraría a decir que es la primera exposición en el mundo que se centra de manera exclusiva en el dibujo para el grabado”, dice uno de los comisarios, José Manuel Matilla, sobre la muestra, que está conformada por 80 piezas y estará abierta desde este martes hasta el 14 de enero. Estos dibujos fueron históricamente relegados a un segundo plano, al considerarse “utilitarios” y como parte de un proceso. Por ello, muchos se exhiben públicamente por primera vez. “Precisamente por el hecho de ser materiales usados y manipulados se han conservado muy pocos. Hemos tenido la fortuna de que se reunieron en dos colecciones que terminaron en la Biblioteca de España”, cuenta la otra comisaria, Ana Hernández.
El carácter menor con el que fueron consideradas estas obras se contradice con el acentuado detallismo y mimo con el que fueron realizadas, principalmente las de Manuel Salvador Carmona (1734-1852). Carmona fue el artista que mejor dominó la técnica del grabado en España y formó a toda una generación de grabadores en la Academia de San Fernando, según los comisarios. En la muestra se exhiben los estudios preliminares que realizó con cuadrículas para conseguir un alto nivel de realismo para sus autorretratos y los de su familia. Son ilustraciones realizadas con la técnica francesa de los tres lápices: negro, rojo y blanco de clarión. El lápiz rojo era esencial para el estudio de las composiciones de los grabados. Su trazado se transfería muy bien a la lámina de cobre y al humedecerlo se conseguían variaciones de colores.
Junto a las obras de Carmona cuelgan dibujos, láminas de acero, pruebas de estado, calcos y estampas que brindan un panorama del proceso de trabajo. Todos ellos provenientes de la segunda mitad del siglo XVIII y principios del XIX, una época de auge para el grabado español, que se liberaba de la dependencia que tenía del extranjero para desarrollar este estilo. “El grabado les permitía producir en masa. Después del proceso complejo de realizar una estampa, puedes estamparla las veces que te permite el metal hasta que se desgaste, miles y miles de copias. Además, les daba la posibilidad de reproducir un cuadro enorme a una menor escala o hacer ilustraciones para publicaciones”, apunta Hernández.
La Ilustración y su consecuente publicación de libros fueron dos de las razones del esplendor del grabado en el XVIII y el XIX. En Del lapicero al buril se exponen algunos dibujos que acompañaron la edición de la Real Academia Española de El Quijote de 1780, como la escena en la que unos yangüeses apalean a Don Quijote y Sancho. La Academia puso especial cuidado en los pasajes que iban a ser representados, por lo que los artistas tenían que enseñar antes los dibujos previos. También se exhiben ejemplos de grabados que reproducen cuadros grandes a menor escala, como los que realizaron Goya y Antonio Martínez de Las meninas. Muestran las dificultades de los dibujantes a la hora de trasladar una pintura policromática al lenguaje en blanco y negro.
De Goya se muestran la lámina de cobre original del Capricho 66. Allá va eso o el dibujo preparatorio de Sueño. Bruja maestra dando lecciones a su discípula del primer buelo. El aragonés ya era vanguardista con el proceso. Trasladaba los dibujos directamente a la lámina, sin pasar por las incisiones del buril. Primero humedecía el dibujo y después lo colocaba sobre el cobre recubierto con cera y pasaba ambos elementos por el tórculo o la prensa para grabar el metal.
Babelia
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