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Las firmas de la Feria del Libro, un zoo de escritores con bolígrafo: “Me siento como una cucaracha”

En este evento libresco y popular, a pesar de la constante amenaza de lluvia, los escritores convierten ese objeto seriado e industrial que es un ejemplar en algo personalizado

Muñoz Molina en la Feria del libro, El Retiro, Madrid.
Muñoz Molina en la Feria del libro, El Retiro, Madrid.Santi Burgos
Sergio C. Fanjul

Dicen que la literatura es la conexión mágica que sucede entre alguien que escribe en pijama y alguien que lee en pijama. Y en mitad de eso, sucede la cadena y la industria del libro. A veces esa comunicación a distancia se cortocircuita porque el autor y el lector se encuentran físicamente en un lugar del espacio-tiempo. Y el lector ofrece al autor su propio libro, que es ahora de los dos. Y el autor lo firma. La Feria del Libro de Madrid va de eso: de comprar libros y de que el autor los firme y de que todo el mundo se dé las gracias. Para el que escribe la firma puede ser un buen barniz para su ego… o una cura de humildad.

“España no suele tener tradiciones civilizadas, sino oscurantistas, de modo que una tradición cívica y popular como esta es de celebrar”, decía Antonio Muñoz Molina antes de entrar este sábado a mediodía a la caseta de la librería internacional Pasajes, donde ya se estaba formando cola. “Mírale, ahí viene, qué majo”, decía un lector que llevaba un buen rato esperando, al ver aparecer al novelista. “Son encuentros muy breves, pero uno aprende rápidamente a captar algo que pueda servir para que la firma tenga un pequeño toque personal. Algunos vienen a las firmas con regularidad, así que ya les vas conociendo, te suena la cara y hasta te sabes el nombre”, explica el autor.

Hay lectores muy fetichistas de la firma, otros no tanto. Es curioso que los autores considerados literarios, por muy notorios que sean, suelen generar menos barullo que los escritores de best sellers, los influencers, los youtubers, los famosos con libro o personajes como El Pollo Pepe, que recibió a sus fans ante gran expectación (no es para menos). Se diría que el lector considerado literario es menos fan, más horizontal, quizás más arrogante. Es curioso, ninguno de los autores literarios entrevistados dice haber sido perseguidor de firmas como lector, lo que da para algún pensamiento sociológico.

Sergio del Molino firmando libros este sábado en El Retiro, en la Feria del Libro de Madrid.
Sergio del Molino firmando libros este sábado en El Retiro, en la Feria del Libro de Madrid.Santi Burgos

Agradable agobio o fatigoso descanso

En la cola de Fernando Aramburu, el sábado por la tarde en la caseta de Fnac, hay expectación, y el autor llega apresurado. Nunca ha acudido a la feria como lector, solo como autor. “Tengo la fortuna de que mis libros generan interés, así que siempre tengo muchas firmas, pero no me cansa, es halagador”, dice. Aunque no siempre fue así, también fue de esos escritores que se pasan la tarde mirando a los paseantes. “Prefiero este agradable agobio que el fatigoso descanso de otros tiempos. Haber pasado por eso me parece una lección de vida, de modestia, no me parece afortunado triunfar inmediatamente”.

Unos metros más allá, en la misma caseta, está Elvira Navarro, delante de una montaña de sus últimas novelas, Las voces de Adriana (Literatura Random House), y sin tanta cola. ¿Cómo se siente? “Me siento como una cucaracha”, bromea. Navarro solo acudió en una ocasión a una firma de libros: era para conseguir la rúbrica de Paco Umbral sobre Mortal y rosa. “Fue una cosa muy fría, porque Umbral estaba hasta los cojones de firmar”, recuerda. A veces esos deseados encuentros no son del todo satisfactorios, y los ídolos resultan tener los pies de barro. “Cuanto más famoso es el escritor y más demanda tiene, menos tiempo tiene para sus seguidores”, observa la novelista.

“Menos mal que esto dura lo que dura: si fuera siempre así, sería una locura”, dice Sara Mesa, muy sonriente, mientras firma un ejemplar de Un amor (Anagrama) en la caseta de la librería Grant. “Me gusta mucho firmar, pero a la vez me aturde”, explica, “porque soy una persona tímida, la gente te dice cosas, y muchas veces no sé cómo responder a los elogios”. La propietaria del libro, Xandra, se dispone a explorar el universo de Mesa. “Esto me parece una forma más personal de comprar el libro, mejor que una plataforma grande”, cuenta. La novelista se arrepiente de no haber pedido firma, por vergüenza, a algunos autores que admira, como Mariana Enriquez. “Es una grande, y la he visto varias veces, la conozco, pero nunca le he pedido que me firme, por no molestar”.

Lo cierto es que la rúbrica del autor es un modo de personalizar un objeto que es seriado, industrial, idéntico y se produce por cientos o por miles en cada tirada. Cuando encontramos un ejemplar en una librería de viejo, por ejemplo, lo que lo hace singular y diferente a todos los demás es la firma y la dedicatoria. En un mundo en el que nos esforzamos por distinguirnos, una firma es un activo contra la creciente uniformidad. Nos hace únicos.

Elvira Lindo en la Feria del Libro de Madrid, este sábado.
Elvira Lindo en la Feria del Libro de Madrid, este sábado.Santi Burgos

Una burbuja de intimidad

“Para mí siempre fuiste el libro del verano”, dice la lectora Pilar a Elvira Lindo, en la librería Antonio Machado. Tiene un ejemplar de su última novela, En la boca del lobo (Seix Barral), firmado de serie, de esos que se compran ya firmados en las librerías. Pero no es lo mismo, así que trae otro. “Si es que yo lo que quiero es ver a Elvira y saludarla”, añade. La escritora se afana en la firma. “Al principio me pongo nerviosa, no se acostumbra una a esta exposición. Aquí se escucha de todo, eso que dicen de ti desde la cola”, se ríe, “que si se ha cortado el pelo, que si su marido está en otra caseta…” Observa Lindo una cosa muy extraña: en mitad del barullo de la feria se forma a veces una burbuja de intimidad entre lector y escritor. Sobre todo en el caso de una autora como ella, que genera un vínculo extraordinario con el público. “Esa intimidad impresiona, es como asomarse al abismo del corazón de una persona”.

Por ahí va caminando Miguel Ángel Hernández, que sale de firmar su novela Anoxia (Anagrama) y deambula por donde el puesto de perritos calientes. “Es un momento de antropología, el momento de encontrarte con gente que es inimaginable, y se producen situaciones curiosas: me acaban de preguntar si la librera era mi mujer”, cuenta divertido. También aprecia el momento de compañerismo con el que firma al lado. Por ejemplo, Santiago Lorenzo, con el que acaba de pasar el rato. “Nos hemos hecho amiguísimos”, dice. “Como él firmaba mucho y yo poco, les decía a sus lectores que se compraran mi libro. Amistad de firmantes”.

Marta Sanz, en la caseta de la librería Altamarea, se abisma en una libretita donde apunta minuciosamente los ejemplares de cada título de su nutrida producción que firma. “Así veo lo que pervive en el tiempo o lo que interesa solo en un momento del tiempo”, explica. Es la época de los datos, así que Sanz hace sus modestas exploraciones del Big Data a mano, “aunque sea de letras”. Su novela Clavícula (Anagrama), por ejemplo, se vende siempre bien. Farándula (Anagrama), que ganó el Herralde, fue una venta de aluvión. “Después de tantos años, he aprendido que la mejor forma de disfrutar es no preocuparse por el agravio comparativo”, dice. No le importa el éxito de famosos o youtubers, va a lo suyo. “Eso sí, el concepto de literatura se ha ido estrechando por las lógicas del mercado”, explica, “y solo se considera literatura lo mas comercial. Los más intrépidos nos vamos quedando aparcados”.

El viernes por la tarde Sergio del Molino comparecía, después de un chaparrón disuasorio, de esos que parece que este año los dioses van a arrojar con frecuencia sobre esta feria, en la caseta de El Corte Inglés. El autor de Un tal González (Alfaguara) ha reflexionado en muchas ocasiones sobre su condición de escritor “feriante”, que viaja por el mundo haciendo presentaciones, asistiendo a eventos y dando charlas, encontrándose con gente. La modalidad de la firma no es de sus favoritas. “Esto de estar como un animal expuesto a las iras de lectores y paseantes ocurre solo en estas semanas. Es bonito, claro, pero quizás a veces exageramos esto de la conexión con los lectores. A veces también es pesado”. Lo del animal es una observación pertinente, porque al pasear por las casetas y ver a los escritores ahí sentados parece que transitamos un zoo, por la situación de exposición del escritor, algo desvalido, y por lo variopinto de sus pelajes. Quizás a Del Molino se le haga a veces pesado porque él nunca le ha dado demasiada importancia a las firmas, e incluso tiene libros de amigos (algunos fallecidos), que ha presentado o prologado, sin firmar. “Es que para mí un libro es, fundamentalmente, un instrumento de trabajo”, cuenta.

Fernando Aramburu ha sido otro de los autores que ha participado en la jornada del sábado de la Feria del Libro de Madrid.
Fernando Aramburu ha sido otro de los autores que ha participado en la jornada del sábado de la Feria del Libro de Madrid.Santi Burgos

Que ese cabrón me lo devuelva

Unas casetas más allá, Leonardo Padura, premio Princesa de Asturias de las Letras, departía amenamente con los libreros de la librería Méndez. “Se habla siempre del encuentro con los lectores, pero firmar también es una gran oportunidad para charlar con los libreros”, contaba. Recordaba, también, las restricciones de la pandemia: “Me parecía conmovedora la enorme fila que se formaba fuera para entrar a algo tan importante como comprar libros. No estaban haciendo cola en un centro comercial, sino aquí”.

Quiso aprovechar el cubano para emitir un mensaje que ya ha aireado alguna que otra vez en los medios: está en busca hace tiempo de un ejemplar de Y Dios entró en La Habana, de Manuel Vázquez Montalbán, regalado y firmado por el autor, en agradecimiento por la ayuda prestada para su elaboración. “Se lo preste a alguien que no recuerdo y ese alguien no me lo devolvió. Sé que es un amigo, porque no presto libros a los enemigos. Si ese cabrón lee esto, que me lo devuelva”.

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.

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