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La Feria del Libro de Madrid dinamita la tradicional separación entre las ciencias y las humanidades

La edición que se inaugura este viernes estará vertebrada no por un país invitado como en años anteriores sino por el conocimiento científico, siempre muy presente en lo libresco en forma de divulgación, inspiración o metáfora

Proyecciones en el interior del 'cerebro' que el CSIC pone en la Feria del Libro de Madrid, fotografiadas el 25 de mayo de 2023.
Proyecciones en el interior del 'cerebro' que el CSIC pone en la Feria del Libro de Madrid, fotografiadas el 25 de mayo de 2023.Jaime Villanueva
Sergio C. Fanjul

Hay bastante poesía en la curvatura del espacio-tiempo, hay belleza en la simplicidad de la ecuación Schrödinger, se vislumbra lo sublime en el avance ciego de la evolución a través de la selección natural. La ciencia puede apelar al sentimiento estético y a la emoción, contar historias fascinantes, reflexionar sobre las honduras del ser humano, sus virtudes y sus miserias. Y la ciencia se puede condensar en libros, por eso la Feria del Libro de Madrid deja este año su costumbre de invitar a un país en cada edición para invitar a la más eficaz forma de conocer el mundo que poseemos.

“Creo que en los últimos tiempos, también por causa de la pandemia, la ciudadanía se ha ido dando cuenta de la importancia de la ciencia, y queremos contribuir, aunque sea mínimamente, a ese reconocimiento social”, dice Eva Orúe, la directora de la feria, a quien le gusta repetir la célebre cita del Nobel de Medicina Santiago Ramón y Cajal: “Al carro de la cultura española le falta la rueda de la ciencia”.

Estructura de cerebro montada por el CSIC en la Feria del Libro de Madrid fotografiada la víspera de la apertura, el 25 de mayo de 2023.
Estructura de cerebro montada por el CSIC en la Feria del Libro de Madrid fotografiada la víspera de la apertura, el 25 de mayo de 2023.Jaime Villanueva

Ramón y Cajal, además, bien podría ser un ejemplo de transversalidad: despuntó en la investigación del cerebro humano, pero pintaba y escribía poesía, le gustaba la cultura y el culturismo (o al menos la musculación, que practicaba). Tuvo tres manías: la literaria, la gimnastica y la filosófica. Se siguen celebrando los coletazos del año Cajal (desde 2022) y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha plantado un gran cerebro arquitectónico, a modo de centro conceptual de la feria, en el que los visitantes podrán asistir a actividades. “La ciencia, aunque a veces no la veamos así, es un hecho cultural: está impregnada de los elementos históricos y filosóficos del ser humano, es fruto de su tiempo”, dice Pura Fernández, vicepresidenta adjunta de Cultura Científica y Ciencia Ciudadana del CSIC y directora de su editorial, que tendrá también, y como siempre, fuerte presencia en la feria. La ciencia está en los libros.

Así, aunque este año hay algunos países representados (Rumania, Portugal, Andorra, los países nórdicos o la Comisión Europea), la ciencia será la que vertebre e “ilumine” el discurrir del evento, por ejemplo, siendo el tema de buena parte de las actividades. En próximas ediciones, el protagonismo de la feria podrá recaer en un país, como ha sido tradicional, pero también en una ciudad, en un género, en una disciplina del saber: las posibilidades se amplían.

Imagen del montaje de la Feria del Libro en Madrid, el 25 de mayo de 2023.
Imagen del montaje de la Feria del Libro en Madrid, el 25 de mayo de 2023.Jaime Villanueva

Es un paso más para que se disuelva la pertinaz línea roja entre las ciencias y las humanidades. Las dos culturas, las llamó el físico y novelista C. P. Snow en una célebre conferencia de 1959. Por un lado, las gentes de la ciencia, preocupadas por desentrañar las leyes de la naturaleza desde las profundidades de sus laboratorios y sus ecuaciones; por otro, las gentes de las letras, examinando las complejidades del ser humano y en permanente búsqueda de la belleza del lenguaje. Snow, por cierto, dejaba mejor a los científicos (en concreto a los físicos, vanguardia de la ciencia), lo que le costó una fuerte polémica con el crítico literario Frank R. Leavis.

Asimetrías culturales

No existe una simetría: tradicionalmente se ha considerado ignorar El Quijote como una muestra de incultura; no así desconocer el Segundo Principio de la Termodinámica que vertebra nuestra experiencia cotidiana y el devenir del Universo a gran escala. Entre los letraheridos, el mundo de la ciencia ha parecido con frecuencia lejano y frío, y escrito en el incomprensible lenguaje de las matemáticas, de la formulación química o de la programación informática.

El analfabetismo científico incluso ha gozado de cierto glamur en ámbitos humanísticos: “Ha habido entre los literatos cierto repelús ante las cuestiones científicas, un repelús similar al que se ha tenido ante la cultura popular”, explica el escritor Manuel Vilas. “Pero ahora la ciencia ya se ha sabido difundir muy bien”, añade. Entre los científicos, las humanidades han podido verse como saberes blandos y erráticos, y la literatura como una bagatela sin importancia. En fin, dos mundos separados que apenas se tocan. “A mí me han llegado a preguntar cómo es que he leído a Shakespeare, si soy científico. Pero he leído a Shakespeare. Y me gusta leer a Kavafis: los científicos no tenemos un gen que nos impida leer poesía”, dice el paleontólogo y escritor Juan Luis Arsuaga.

El antipoeta Nicanor Parra, ganador del premio Cervantes, era físico y matemático.
El antipoeta Nicanor Parra, ganador del premio Cervantes, era físico y matemático.Sophie Bassouls (Getty)

Abundan, de hecho, los escritores literarios de formación científica. Ernesto Sábato era físico. Luis Martín Santos era médico. Nicanor Parra, físico y matemático. Juan Benet, ingeniero. Y eso por centrarnos solo en la tradición reciente de la lengua castellana. A mediados de la primera década del siglo, Agustín Fernández Mallo, físico, puso sobre la mesa de la cultura la influencia de lo científico en lo literario a través de su poesía (llena de conceptos y simbología científica) y de las novelas de la trilogía Nocilla, que hasta pusieron nombre a una generación (la Generación Nocilla) que transitaba con facilidad por esas aguas, y en la que se contaron nombres como Vicente Luis Mora, Jorge Carrión, Javier Moreno, Eloy Fernández Porta o Germán Sierra.

“Para mí, en las ciencias siempre ha habido una dimensión poética. No creo en la división entre ciencias y humanidades. Si la ciencia la hacen los humanos y no los extraterrestres, obviamente también pertenece a las humanidades, ¿a qué si no?”, dice Fernández Mallo, que participa este viernes en el evento inaugural de la feria. En sus ficciones y poemas no utiliza la ciencia como una trama argumental, como pueden hacer las novelas de ciencia ficción o de detectives, sino como “un corpus susceptible de ser desviado hacia la metáfora, la poesía”, explica. Si en sus primeras obras esto era más explícito, ahora permanece como estructura de fondo.

La tercera cultura

Para superar esa dialéctica entre las dos culturas de Snow, el editor estadounidense John Brockman propulsó a finales del siglo XX desde su revista y fundación Edge la llamada Tercera Cultura (así lo explicó en un libro del mismo nombre, publicado en España por Tusquets). Se conformaba, sobre todo, por autores del ámbito científico que en sus ensayos llegaban a otros ámbitos de lo social o cultural, véase el psicólogo evolutivo Steven Pinker, el biólogo evolucionista Richard Dawkins, el filósofo de la mente Daniel Dennett o el paleontólogo Stephen Jay Gould. Los nuevos intelectuales públicos vendrían de la ciencia y no de las humanidades. La idea de una cultura híbrida, sin embargo, no es nueva. “Lo que es nuevo es la división entre ciencias y humanidades”, dice Arsuaga, “esto de idea de la especialización es muy moderna, muy española y muy equivocada. Por ejemplo, muchos consideran que solo la ficción es literatura y no el ensayo. Pero Charles Darwin también fue un escritor”.

José Ortega y Gasset habló precisamente de la “barbarie de la especialización”, una consecuencia del crecimiento exponencial del conocimiento humano, y de su complejidad, que ha obligado a que cada uno se ocupe de un campo del conocimiento, probablemente también inabarcable. Hubo tiempos, en la antigua Grecia, en el Renacimiento, en la Revolución Científica, en los que el conocimiento no estaba tan compartimentado, y la filosofía se rozaba con la ciencia, y la poesía con el esoterismo, y la ingeniería con la política.

El biólogo evolutivo y activista ateo Richard Dawkins, representante de la 'tercera cultura' y divulgador de éxito, en su domicilio de Oxford durante una entrevista con EL PAÍS en 2019.
El biólogo evolutivo y activista ateo Richard Dawkins, representante de la 'tercera cultura' y divulgador de éxito, en su domicilio de Oxford durante una entrevista con EL PAÍS en 2019.Carmen Valiño

“Tengo la espinita clavada de no haberme formado más transversalmente, espero que a las nuevas generaciones no les hagan elegir tan pronto entre ciencias y letras, y se prime un conocimiento más transversal, enfocado más en el conocimiento y menos en la productividad”, dice la poeta Raquel Lanseros, que también participa en el evento inaugural de la feria. Dice la poeta que todo impulso de descubrimiento, el que lleva a descubrir una ley física o al hallazgo de un poema tiene una naturaleza similar. “Es la curiosidad hacia la que siempre tendemos los seres humanos”, dice. El aumento de la especialización no es óbice para la búsqueda de una visión global que aprehenda el gran cuadro y no solo la pincelada.

El auge de la divulgación científica

Más allá de lo literario, la ciencia se ha ido ganando el interés de la ciudadanía en los últimos años. No es extraño porque la centralidad de lo científico-tecnológico en la sociedad cada vez es más evidente, y se hace evidente en la vida cotidiana. De modo que los medios de comunicación le dan un peso cada vez mayor a estos asuntos, además de que los ensayos de divulgación científica suelen gozar de buena salud en cuestión de ventas. La mayoría de los ciudadanos europeos tienen interés por la ciencia, y la consideran fuente de conocimiento objetivo y válido, aunque hay una brecha entre el interés y el nivel de conocimiento, no tan alto (hay agujeros conceptuales), según arrojó a principios de año el estudio Cultura científica de la Fundación BBVA. El año pasado un 47% de los españoles dijo estar interesado por la ciencia, 10 años antes solo era un 15%.

Muestra de divulgación y ensayo científico en una caseta de la Feria del Libro de Madrid, el 25 de mayo de 2023.
Muestra de divulgación y ensayo científico en una caseta de la Feria del Libro de Madrid, el 25 de mayo de 2023.Jaime Villanueva

“Los científicos también consumimos divulgación: hay muchas ramas de la ciencia en las que nuestro conocimiento no es profundo y necesitamos esa especie de traducción, como cualquier otra persona”, dice Arsuaga. Una cosa es el lenguaje de los papers, los artículos científicos, ininteligibles para la mayoría de los profanos, pero ese conocimiento que los científicos extraen en su pugna con el mundo natural es luego hecho comprensible, con desigual fortuna y rigor, en los libros de divulgación. Como decía el físico Stephen Hawking en su Historia del tiempo: cada ecuación matemática en un libro de este tipo puede reducir la audiencia a la mitad. “Hay libros de ciencia que son pura literatura”, dice el escritor Vilas, “la ciencia se ha hecho literaria. Y hay muchos abismos filosóficos que nos están viniendo de ese campo, sobre todo relacionados con el Universo”.

La expansión del conocimiento público de la ciencia puede tener su reverso tenebroso, porque, de pronto, es una cosa a discutir desde la ignorancia, como hoy se discute todo en internet. “Surgen así discursos completamente antiilustrados que equiparan las ciencias a las pseudociencias, lo cual me parece lamentable. Eso es un problema educativo, de fondo, que ningún gran plan de estudios ha sabido corregir –o incluso, a veces, suicidamente lo ha fomentado–”, concluye Fernández Mallo.

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.

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