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Los árboles y el bosque
Columna
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El enigma del hombre pájaro de Lascaux: la erección que encarna los misterios del arte prehistórico

Una pintura parietal en la que aparecen un hombre muerto junto a un bisonte y un rinoceronte intriga a los investigadores desde que fue descubierta en 1940

The Well Scene in the Lascaux cave
La Escena del Pozo en la cueva de Lascaux.Universal History Archive (Universal Images Group via Getty)
Guillermo Altares

Durante la Segunda Guerra Mundial en Francia, en 1940, un perro llamado Robot cambió el relato de la prehistoria y, por lo tanto, de la humanidad. El animal entró en una cavidad en y le siguieron cuatro adolescentes —uno de ellos un joven judío que había huido a la zona no ocupada tras la invasión nazi—. Descubrieron el impresionante conjunto de pinturas rupestres de Lascaux, entre ellas, la escena más extraña, inquietante y desconcertante del arte prehistórico.

La cueva francesa alberga cerca de 2.000 dibujos, que recorren toda la fauna de la época (364 caballos, 90 ciervos…). La llamada sala de los Toros, de 17 metros de largo por seis de ancho, es tan impresionante como la de los bisontes de Altamira: hace miles de años, en diferentes lugares del mundo, la creatividad de la humanidad fue inmensa e imparable. Rápidamente, acudió al yacimiento el abate Henri Breuil, un sacerdote que llevaba años dibujando el arte prehistórico. Él también había huido de París y se había refugiado a unos pocos kilómetros de Montignac, la ciudad más cercana a Lascaux. Pero la cueva albergaba un extraño dibujo que iba a significar un dolor de cabeza para el abate y que, desde entonces, ha provocado cientos de interpretaciones y se mantiene como un desafío para los investigadores.

A cinco metros de profundidad, en un pozo con una carga importante de dióxido de carbono, hace unos 18.000 años alguien utilizó pintura negra para relatar la siguiente escena: un hombre con la boca muy abierta o una cabeza de pájaro yace, con una evidente erección, ante un bisonte atravesado por una lanza, con las tripas fuera. A su lado, tiene un bastón con un pájaro dibujado arriba. A la izquierda de la escena se puede ver un rinoceronte con seis puntos ordenados a la altura del ano (¿está defecando sobre el hombre yaciente?). Es un conjunto extraño, primero, porque en el arte prehistórico de ese periodo apenas están representados seres humanos. El tema principal son los animales. Solo mucho más tarde llegaron las personas. Y, segundo, es extraño por las mil posibilidades de relato que ofrece la escena.

Detalle de la Escena del Pozo en la cueva de Lascaux.
Detalle de la Escena del Pozo en la cueva de Lascaux.PHILIPPE LOPEZ (AFP)

El prehistoriador francés Jean-Loïc Le Quellec, uno de los principales expertos en arte parietal con una amplia experiencia en el Sáhara, ha publicado el libro L’homme de Lascaux et l’énigme du puits (“El hombre de Lascaux y el enigma del pozo”, Tautem, tercera edición aumentada en 2022), en el que trata de recopilar todas las teorías que han surgido desde que fue descubierto el conjunto: ¿está relacionado con el chamanismo?, ¿es una escena que relata una cacería que salió mal?, ¿es el palo con forma de pájaro un propulsor de lanza o un bastón de brujo?, ¿refleja algo imaginado o algo real?, ¿es un hombre pájaro o un muerto con la boca abierta? Y, sobre todo, qué significa el pene erecto en ese conjunto. Eso sí, en la primera reproducción que hizo del dibujo, en 1941, el abate Breuil se olvidó del pene y en la primera foto publicada, ese mismo año, se borró una parte de tal forma que queda como un manchón negro entre el hombre y el bisonte.

Georges Bataille, que publicó un ensayo sobre Lascaux, escribió mucho sobre el Hombre del Pozo. “La escena tiene un carácter erótico, claramente subrayado, aunque inexplicable”, señaló. El narrador francés Philippe Sollers aseguró que este dibujo representaba “uno de los enigmas más profundos y trágicos de la humanidad”. “El que lo haya visto queda marcado para siempre por ese grito del silencio”. Su importancia reside precisamente en eso, en que nos interroga, en que este enigmático y violento dibujo simboliza todo lo que no sabemos sobre el arte de la prehistoria: podemos clasificarlo, admirarlo, reproducirlo, pero jamás sabremos lo que significa.

“Todas las interpretaciones de la Escena del Pozo nos obligan a interrogarnos sobre la forma de contemplar el arte de nuestros antepasados —escribe Le Quellec en su ensayo—. Y de esta forma cobran vida las obras que nuestros predecesores trazaron sobre las paredes de las cavernas”. La belleza del arte prehistórico reside en la resistencia de su misterio, en la infinidad de preguntas que plantea. Algo, seguramente, aplicable a todo el arte.


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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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