Hallada en un museo francés la pintura de una cierva del Neolítico expoliada en Albacete
El arqueólogo Henri Breuil, descubridor de la figura en 1915, arrancó 16 dibujos de hace 8.000 años y los trasladó a Francia
El arqueólogo Henri Breuil (1877-1961), conocido como el Papa de la Prehistoria por ser sacerdote, pecó gravemente nada más llegar en 1915 al yacimiento de Minateda (Hellín, Albacete). El abate comenzó a estudiar el llamado Abrigo Grande, en cuyas paredes se distinguían más de 500 figuras de animales y seres humanos pintados desde el Epipaleolítico (8.000 antes de Cristo) hasta la Edad de Bronce (1.800 antes de Cristo). Las copió e hizo público el descubrimiento, que pronto fue considerado uno de los grandes hitos del arte rupestre levantino. Lo que se ignoraba es que el francés se había llevado a Francia 16 fragmentos de aquel arte rupestre, uno de ellos una gran cierva que mandó arrancar de uno de los abrigos (el del Canalizo del Rayo) y de la que solo dejó un hueco en la pared. El arqueólogo Alexis Armengol ha descubierto dónde acabaron todos: en los almacenes del Museo de Arqueología Nacional de Saint-Germain-en-Laye, ciudad del norte de Francia.
En su trabajo de fin de máster Análisis historiográfico del arte rupestre del conjunto de Minateda: evolución, problemáticas y debate, Armengol recuerda que se puede reconstruir el hallazgo de las pinturas a través de la correspondencia que mantuvo Breuil con Federico de Motos, su ayudante español. En ella, el francés habla del “encuentro maravilloso” que supuso su descubrimiento. “Hay más de trescientas figuras [en realidad más de 500] en una superficie de ocho metros de piedra muy dura: consisten las figuras en ciervos, caballos, cabras y figuras de hombres con flechas, plumas, lanzas, etcétera, habiendo también bastantes figuras de mujeres. Creo que sea la mejor hasta ahora conocida en España, aun incluyendo la de Altamira”, escribió.
Desde los primeros momentos, las pinturas se mojaron y humedecieron para “observarlas con más claridad”, lo que las degradó rápidamente. “La mayoría de las figuras se ofrecen a primera vista un tanto opacas, pero mojándolas se aumenta muchísimo su visibilidad. Esta mojadura se suele llevar a cabo pasando un trapo o esponja húmedos, mas esta práctica por lo que perjudica a las pinturas al frotarlas juntamente con el polvo que se les va depositando, se ha sustituido con la de emplear un pulverizador que evita tal inconveniente, sin embargo, las sales disueltas en el agua, sobre todo si es de mala calidad, a la larga han de perjudicarlas, no debiera dejarse pues emplear otra que la destilada, o la muy pura como la de lluvia”, relata una noticia de un periódico local de la época que seguía el descubrimiento.
Joaquín Sánchez Jiménez, conservador del Museo de Albacete, visitó la cueva en marzo de 1928 y comprobó la veracidad de los daños que la prensa local describía como cometidos por “saqueadores intelectuales que probaban a sacar lonchas de piedra del abrigo”.
Lamentablemente, Breuil no documentó la cierva del Canalizo del Rayo, ni siquiera en calcos o fotografías, pero esto no desanimó a Armengol, que comenzó a rastrear las piezas a partir de la documentación que llegaba a sus manos. “No sabemos si trascendió el hecho”, relata el arqueólogo, “pero la situación tuvo que repetirse en muchas ocasiones”. Breuil quiso desde el primer momento publicar un monográfico sobre Minateda, presentando calcos en grandes láminas a color con descripciones sobre la totalidad de figuras. Pero debido a la carga de trabajo que soportaba, solicitó la colaboración del arqueólogo español Eduardo Ripoll para poder cumplir su objetivo.
En 1955, el abate francés estaba asociado con el editor inglés Arnold Fawcus, propietario de la editorial Trianon. En ella, Breuil y su colaboradora Mary E. Boyle publicaron numerosos calcos a todo color de las pinturas rupestres que habían descubierto en Sudáfrica (el abate recorrió el mundo buscando este tipo de pinturas). Su idea era realizar una publicación sobre el arte levantino en las mismas condiciones que el sudafricano. Pero el prehistoriador francés falleció en 1961, y las malas relaciones entre Fawcus y Ripoll les llevaron a la ruptura en 1962.
Las discrepancias habían surgido a raíz de las actas de un simposio en 1960. Cuando se iban a enviar a imprenta todas las comunicaciones, se recibió un escrito amenazante de Fawcus en el que prohibía la publicación de la ponencia. Alegaba derechos sobre la obra del francés. Ripoll lo contó así: “Fawcus se convirtió en el celoso guardián de lo que consideraba sus derechos de autor sobre los documentos del abate”.
En 1974 murió Mary E. Boyle y los papeles, cartas y una biografía inédita del abate pasaron a manos de Fawcus. Al fallecer este último, su viuda los donó al Museo de Arqueología Nacional de Saint-Germain-en-Laye. El legado del abate quedó, no obstante, muy disperso y muchos documentos pasaron al Museo Nacional de Historia Natural de París, institución que ofrece una visión muy amplia tanto de la producción científica como de la documentación.
Al revisar la base de datos JOCONDE, del Museo de Arqueología Nacional de Saint-Germain-en-Laye, a la que se accede a través de una plataforma abierta, Armengol halló la cierva arrancada por Breuil. “No hay duda de que se trata de la pieza que estábamos buscando, destaca el error de transcripción del lugar, transformándose Canalizo del Rayo en Barranco del Raego. En la descripción del bien se confirman nuestras sospechas, ya que, según la descripción de la ficha, pertenecía a la colección privada del abate, que pasó a propiedad estatal mediante donación”. Pero la investigación del arqueólogo fue más allá y comprobó también que “la colección de arte rupestre español depositada en el Museo de Arqueología Nacional consta de 16 fragmentos”, procedentes de Minateda (Albacete), Cueva de las Sierpes (Fuencaliente, Ciudad Real), Covatilla del Rabanero (Solana del Pino, Ciudad Real), Quintanilla de San García (Burgos), Garcibuey (Salamanca), Abrigos de la Sillá (Hornachos, Badajoz) y Las Batuecas (Salamanca).
“La importancia de los 16 fragmentos de arte rupestre expoliados”, asevera Armengol, es “un hito que supondrá el inicio de proyectos de investigación que contemplarán la difusión por medio de nuevas publicaciones, actuaciones conducentes a la repatriación de los bienes por medio de acuerdos o convenios con el Gobierno francés o a la reintegración de dichas figuras mediante técnicas digitales y uso de aplicaciones de realidad aumentada”. La Junta de Castilla-La Mancha, según Armengol, debería sopesar la devolución de todas las piezas. La Ley de Excavaciones de 1911 (Real Decreto de 2 de junio) ya prohibía la salida de los objetos arqueológicos al extranjero sin la pertinente autorización.
Babelia
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