Ana Alonso, subcampeona del mundo de ‘skimo’: “Hasta 2023 compaginaba el deporte con mi trabajo de guía y profesora de esquí: ahora puedo descansar”
La esquiadora andaluza, plata en la prueba de relevos mixtos junto a Oriol Cardona, obtiene con su compañero el acceso directo a los Juegos de Invierno de 2026
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Ana Alonso llegó a soñar con ser deportista olímpica de esquí de fondo, pero hoy mismo acaba de obtener un billete para el estreno del esquí de montaña en unos Juegos de invierno, los de Cortina-Milano de 2026. Allí, dentro de un año, competirá en la prueba de relevos mixtos junto a Oriol Cardona después de que juntos se hayan colgado este lunes la plata en el Mundial de Morgins (Suiza), a menos de un segundo del oro logrado por Francia con Emily Harrop y Thibaut Anselmet. Nacida en Granada, criada en Monachil, Ana Alonso (30 años) es de las que cree que la vida avanza en círculos que, al cerrarse, permiten empezar a dibujar el siguiente. Su padre, Gerardo, guía de montaña y guarda del refugio de Ríoseco, apenas tuvo tiempo de enseñarle los secretos del esquí de montaña: falleció en 2010, cuando guiaba a un grupo de senderistas en una actividad de lo más sencilla. “Días antes había llovido mucho y el terreno estaba suelto. Cayó una piedra y le alcanzó. Fueron los amigos de mi padre, los que habían aprendido con él, los que finalmente me introdujeron en el mundo del esquí de montaña. Se cerraba así un círculo”, afirma Ana.
Cuando empezó a competir en lo que las nuevas generaciones llaman hoy ‘skimo’, Ana exhibía la técnica exquisita de deslizamiento del esquí de fondo, y un motor excelente para soportar las exigencias del esquí de montaña. Enseguida llegó a competir en la Pierra Menta, la prueba faro de la disciplina donde en 2017 quiso girar en un descenso, pero sus tablas se clavaron en la nieve húmeda y pesada: “Me apoyé en los bastones y vi, horrorizada, la pierna para un lado y el esquí para el otro. Sufría fractura de tibia y peroné”. El año 2018, aún convaleciente de su doble fractura, no empezó mejor y ese mismo invierno tuvo que operarse de dos ablaciones cardiacas. Harta de todo, y con la necesidad de tomarse un tiempo de respiro, pasó el verano en Mallorca, trabajando de camarera, pensando incluso en quedarse y pasar todo el año. “No echaba de menos competir, pero sí que añoraba esquiar, deslizarme, sin más”. Año y medio después de su accidente, la FEDME le abrió las puertas de la selección nacional y se reenganchó al skimo de forma inesperada. Un nuevo círculo se cerraba.
De pequeña, Ana solía retar a su padre asegurándole que heredaría su trabajo de guía. Sencillamente, le parecía un lujo vivir de la montaña, trabajar en el medio natural. Cuando acababa su Grado en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte, Ana se sacó el título de guía de media montaña, para comprobar “que en este trabajo hay muchas cosas que no son tan bonitas, que exige mucha responsabilidad”. Otro círculo que se cierra. Hasta 2023, Ana compaginó su vida deportiva con el trabajo: en invierno, dando clase de esquí alpino y en verano guiando en Alpes, Pirineos, Picos de Europa o en su Sierra querida. “Necesitaba ingresos, porque no podía vivir del deporte. La llegada del olimpismo me ha cambiado la vida: ahora tengo ayudas del CSD y del COE, de patrocinadores privados (como la firma italiana Scarpa o Atomic), tengo el apartado económico cubierto y, sobre todo, ¡puedo descansar!”, se felicita.
La vida de Ana Alonso se ha reducido hasta alcanzar una rutina esencial de entrenamiento y descanso. “Paso media vida en el CAR de Sierra Nevada, donde estoy como en mi casa y puedo decir que me ve más el personal del CAR que mi propia familia. Dependiendo del momento de la temporada, entreno entre 16 y 25 horas semanales. Por la mañana hago la primera sesión de esquí tras el desayuno, normalmente un par de horas, después como, descanso y a la tarde o voy al gimnasio o vuelvo a entrenar con las tablas. Sigo entrenando las transiciones: es una parte del entreno crucial que te puede permitir ganar una medalla. En los relevos, hace tres años, yo no estaba tan fuerte y sabía que mi nivel no estaba a la altura del de Oriol Cardona, mi pareja en relevos, así que centré mis esfuerzos en ser técnicamente irreprochable para ganar tiempo allí donde era fácil ganarlo: en las transiciones. Lamentablemente, ahora todos los rivales se han puesto mucho las pilas y es muy difícil ganar tiempo en los cambios. Antes, fácilmente podía sacar 5 segundos a un rival y ahora no”, expone. Transmite mucha fiabilidad en las transiciones.
No es frecuente ver deportes que permitan a un hombre y a una mujer ayudarse para lograr una medalla: “el relevo mixto, no nos engañemos, se creó para no tener que repartir tantas medallas, porque antes era un relevo masculino y otro femenino, pero la verdad es que el mixto es muy emocionante, da muchas alternativas”.
“No pienso que se altere la esencia del skimo porque sigue habiendo carreras puras. Todas las carreras de la Grande Course se siguen haciendo, las clásicas de Alpes o Pirineos también. Es cierto que las pruebas individuales de la Copa del Mundo podrían ser más técnicas y fue un palo que la individual no figure en el programa olímpico, porque es la esencia, pero todos los deportes olímpicos se han tenido que adaptar al formato olímpico… y no se descarta que la individual sea olímpica en 2030″.
Ana Alonso también aspira a participar en la modalidad de sprint en los Juegos, si bien reconoce que le gusta más el relevo: “Es una prueba más larga y se adapta mejor a mis características. En el sprint no hay margen de error, es demasiado estresante y en el relevo puedes fallar un poco y, además, no estás sola. En un relevo soy capaz de sufrir más por la responsabilidad hacia mi compañero: igual no sufriría tanto si fuese para mí sola”, reconoce. Hoy ha cerrado el círculo del sueño olímpico.
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